Carta de Héctor Villa, Coordinador del Prado Mexicano
Marzo del 2020
EL SACERDOTE, INTERCESOR DE SUS HERMANOS
El Sacerdote, Intercesor de sus hermanos
En estos días que vivimos la emergencia sanitaria, como sacerdotes seguramente nos sentimos desconcertados, ante todo porque esta nueva realidad nos replantea nuestra manera de vivir el ministerio en medio de nuestra gente. Algunos podemos sentir incluso que hemos perdido el referente principal ante todo por no participar en el culto con nuestra gente y “no hacer mucho”. Y sin embargo es allí donde podemos reflexionar creativamente nuestro servicio ministerial y ser sacramental en medio del pueblo de Dios.
Ante la imposibilidad de celebrar con nuestro pueblo podemos recordar aquello que ya el mismo Señor Jesús nos había anticipado: “llega la hora en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren” (Jn. 4,23). Esto mismo lo intuye San Pablo cuando sugiere a la comunidad en Roma: “los exhorto a que se ofrezcan ustedes mismos como un sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, tal será su culto espiritual” (Rom. 12,1).
Para comprender mejor el nuevo culto del cual nos habla Jesús y San Pablo conviene detenernos a contemplar a Jesús. “Tengan sus ojos fijos en Jesús para que no se desalienten” nos recomienda el escritor sagrado, y es de Él de quien podemos aprender y descubrir cómo vivir este tiempo nuevo que nos desafía (Heb. 12,2s). Se trata ante todo de entrar en el dinamismo de la intercesión que Jesús mismo ha vivido toda su vida.
El Diccionario de la Lengua Española, define la “intercesión” como “hablar en favor de alguien para conseguirle un bien o librarlo de un mal”. Contemplando a Jesús podemos descubrir que la intercesión no solamente se refiere a “hablar en favor de alguien”, sino de hablar, vivir y ofrecer la vida en favor de otro, en favor de la humanidad. “he venido para que tengan vida y vida en abundancia” dice el Señor (Jn. 10,10).
Para el escritor sagrado, la intercesión es una dimensión decisiva en el ministerio del Señor: “Él esta siempre vivo para interceder en favor de los hombres” de quienes no se avergüenza de considerarlos hermanos, haciéndose semejante a ellos, “ofreciéndose a sí mismo de una vez y para siempre”, en la oración, en la entrega de cada día, haciendo de su existencia don y ofrenda en favor de sus hermanos (Heb. 7,25.27; 2,17; 9,12; 10,10).
Los evangelistas han contemplado la vida de Jesús a la luz de la figura del Siervo sufriente, imagen que sintetiza la vida del discípulo de Dios como don y ofrenda en favor de la humanidad: “él tomo nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades” (Mt. 8,17; Is. 53). La vida del Siervo de Dios se interpreta a la luz del cordero expiatorio que trae salvación y justificación a muchos (Is. 53,7.11). San Juan asume que Jesucristo es el “cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. El es el cordero pascual que nos reconcilia y de cuyo cuerpo sacrificado surge la vida abundante para los que se confían y creen en él (Jn. 1,29; 19,36s).
Es muy educativo para nosotros, contemplar cómo vive Jesús esta dimensión de intercesión. La elección de sus discípulos surge de su oración (Lc. 6,12ss.); La vida del discípulo es fruto de la oración del maestro. Él intercede y ora de manera incesante por sus discípulos (por Pedro Lc. 22,31s); Jesús vive en la conciencia de que sus discípulos son un don del Padre, y por esto los cuida, los acompaña y los vuelve al Padre (Jn. 17). La oración del Señor no es siempre serena y gratificante, sino muchas veces es una oración dramática, vivida en la angustia, vivida con “gritos y clamores”, pero con reverencia y abandono en las manos del Padre Dios, fiel a su designio de salvación y “aprendiendo en la obediencia filial” (Heb. 5,7-9; Lc. 22,44).
Porque Jesús ha hecho de su vida entrega, don, intercesión permanente en favor de sus hermanos es por lo que Dios Padre lo ha exaltado y constituido Señor, Principio de todo, “todo tiene en él su consistencia” (Fil. 2,9s; Col. 1,13ss). Aun en la gloria, él sigue intercediendo por sus hermanos (1Jn. 2,1).
El tiempo extraordinario de emergencia sanitaria que vivimos nos invita a vivir con creatividad y apertura nuestro ministerio. Jesús intercesor de sus hermanos nos ilumina y provoca para ir más allá de nuestra experiencia ordinaria en la cual tal vez estábamos ya muy “acomodados” y definidos.
El P. Víctor Ulises Vázquez, rector del Colegio Mexicano en Roma en su carta al presidente de la CEM, Don Rogelio Cabrera, nos ofrece una valiosa clave para nuestro ministerio en este momento: “Ahora que estamos en cuarentena, con todos nuestros planes por tierra, y sin poder “hacer nada”es cuando en la oración podemos entrar más en contacto con lo que realmente somos. Pues nuestro valor no reside en lo que hacemos, sino en la ofrenda que somos. Nuestro sacerdocio, adquiere profundidad, precisamente cuando ya no podemos “hacer nada”, porque tenemos las manos y los pies clavados, y en medio de un aparente fracaso, somos las personas que continúan elevando con el sacrificio de su vida la oración más perfecta a Dios para abrir las arcas de la misericordia divina sobre nuestro amado pueblo. Estaremos en adoración el tiempo que dure nuestro aislamiento, reconociendo y ofreciendo lo que somos”. (20 marzo, 2020).
Ahora que vivimos con esta sensación de “no poder hacer nada”, es providencial porque se nos recuerda que el “poder hacer algo” no viene de nosotros sino que nos viene de Otro, pertenecemos a otro, “portamos este tesoro en recipientes de barro para que aparezca que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no de nosotros”, llamados siempre a ser transparencia de Jesucristo buen pastor en medio de su rebaño y a seguir trabajando en nosotros para hacer de nuestra existencia signo del misterio pascual de Cristo, para que “mientras en nosotros actúa la muerte, la vida del Señor se manifieste en nuestras comunidades” (2Cor. 4,7-12; PDV 15). Pidamos al Señor nos conceda la gracia de comprender más el misterio de su cruz, “estar clavados y crucificados con Él”, para desde allí colaborar en su designio de salvación y comunicar la vida que viene de Él.
Alimentando nuestro “ser” con el sentido sacramental de nuestro sacerdocio que no esta necesariamente en hacer muchas cosas, sino en ser “representación sacramental de Jesucristo cabeza y pastor”, hasta el don total de nuestras vidas con iniciativas y formas nuevas, en el cuidado amoroso del rebaño que el Señor nos ha encomendado (cf. PDV 15). Profundizando nuestro ser de hermanos, educadores en la fe, llamados a la santidad “para ser aptos instrumentos al servicio de todo el Pueblo de Dios” (PO 3; 6; 9; 12).
Nuestro ministerio está totalmente al servicio de la Iglesia; está para la promoción del ejercicio del sacerdocio común de todo el Pueblo de Dios (PDV 16). ¿Cómo colaborar y favorecer a nuestras comunidades, a nuestros hermanos para que vivan su vocación a la santidad en este tiempo particular, en esta situación de emergencia? En adoración permanente y pidiendo al Señor nos ayude a promover la conciencia de la dignidad de los creyentes como templo de su Espíritu, familia doméstica, sacerdocio común por el cuál pueden hacer de su vida y circunstancias actuales ofenda agradable a Dios Padre.
Un abrazo,
Héctor Villa, Ciudad Juárez.
GUÍA DE TRABAJO
EL SACERDOTE INTERCESOR DE SUS HERMANOS
I. Para reflexionar personalmente y compartir con los hermanos de equipo sea por WhatsApp sea por una llamada tipo videoconferencia (hay diferentes plataformas zoom, por ejemplo). También claro etá, lo puedes compartir en tu comunidad o con los hermanos del presbiterio.
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- ¿Qué retienes para ti importante de este texto?
- ¿Qué cita de la Sagrada Escritura quisieras retomar pausadamente para orarla o meditarla?
- ¿Por quiénes quisieras elevar a Dios una plegaria de intercesión?
- II. Propuesta de Estudio de Evangelio
a) Pablo recordaba a los presbíteros de Éfeso que habían sido «constituidos pastores vigilantes de la Iglesia de Dios.» Pero ¿qué entender por un auténtico ministerio de la vigilancia pastoral? El presbítero ni es un gendarme ni el controlador de la comunidad para someterla a unos planes prefijados por los hombres. El ministerio de la vigilancia es un servicio a la libertad y unidad de la comunidad para que sea signo e instrumento de salvación en el mundo. Para vivir y desarrollar una espiritualidad de la vigilancia es importante recorrer la tradición proveniente de Dios. El salmista afirma: «Tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de Israel… El Señor guarda tus entradas y salidas, ahora y por siempre.» (Sal 120) El ministerio de la vigilancia es comunión con el Dios atento y solicito al caminar de su pueblo hacia la meta de la alianza. Es, pues, un compromiso que lleva a un descentramiento radical de uno mismo.
La pregunta de este Estudio de Evangelio:
¿Cómo estar vigilantes desde Jesús, para interceder por los hermanos?
- b) Textos sugeridos
- Ez 3, 16-17
- Is 52, 7-8
- Jn 10, 11-12
- Hech 20, 28-32
- c) Elaborar síntesis vital. Precisar la gracia del conocimiento de Cristo recibida y cómo esta gracia pasa a la vida concreta.