EL MINISTERIO PRESBITERAL
CAMINO DE SANTIDAD EN EL EJERCICIO DE LA CARIDAD PASTORAL
Sugerencias del Consejo del Prado Mexicano para el proceso formativo de los equipos; a trabajar todo el segundo semestre de 2022 y de esta manera como una preparación remota a la Sesión sobre Parroquia del 14 de noviembre al 18 de noviembre 2022.
(Los verdaderos discípulos de Jesús) Viven en la carne, pero no según la carne. Viven en la tierra, pero su ciudadanía está en el Cielo. Obedecen las leyes establecidas, y con su modo de vivir superan estas leyes. Aman a todos, y todos los persiguen. Se los condena sin conocerlos. Se les da muerte, y con ello reciben la vida. Son pobres, y enriquecen a muchos; carecen de todo, y abundan en todo. Sufren la deshonra, y ello les sirve de gloria; sufren detrimento en su fama, y ello atestigua su justicia. Son maldecidos, y bendicen; son tratados con ignominia, y ellos, a cambio, devuelven honor. Hacen el bien, y son castigados como malhechores; y, al ser castigados a muerte, se alegran como si se les diera la vida.Los judíos los combaten como a extraños y los gentiles los persiguen, y, sin embargo, los mismos que los aborrecen no saben explicar el motivo de su enemistad (fragmento de la Carta a Diogneto).
A) INTRODUCCIÓN
I. ¡Santidad!
La diferencia cristiana es la participación en la vida del Resucitado.
“Los santos no razonan tanto. ¡Porque hay muchos razonadores, es porque hay tan pocos santos!” (VD 127).
El Consejo General del Prado en la Programación que nos propuso para los años 2020 hasta el 2025, nos dice: «Reavivar el don de Dios que hay en ti», fue el leitmotiv que introdujo la Asamblea General de nuestro Instituto, celebrada en Julio de 2019. La invitación simple y clara viene de la toma de conciencia de que el don que se debilita es semejante a un fuego cuya llama está a punto de extinguirse. Es necesario reavivar este don, dejar pasar a nosotros la llama viva del Espíritu Santo para que nos sumerja en el dinamismo del primer amor. Un soplo vivificante que reavive la gracia del bautismo, la gracia del ministerio y el carisma de la vida consagrada. Un don que se renueve y se fortalezca en la invitación imperativa de Jesús a sus apóstoles: «Ustedes lo han recibido gratuitamente, denlo gratis» (Mt 10,8).
El don del Espíritu es el don de la vida del Resucitado, es el don de una vida diferente, de una vida en la santidad; esa diferencia no significa estar dotados de una naturaleza distinta a la de todas y todos, significa estar y vivir inmersos en las aguas bautismales, significa mirar el corazón traspasado y adentranos en él para ser bañados con agua y con sangre y ser santificados. La santidad de Cristo, nos impulsa desde nuestras debilidades a dar un testimonio sencillo, pero radical, de una manera de ser y de vivir novedosos. La santidad es una mística, una pasión de vivir en Cristo y de alegremente asociarse a su misión. La Carta a Diogneto, joya de la antigüedad cristiana, dice lo que es vivir en santidad, se diría de un nuevo modo de vivir, el vivir de la Pascua y de Pentecostés:
“Los cristianos no se distinguen de los demás hombres, ni por el lugar en que viven, ni por su lenguaje, ni por sus costumbres. Ellos, en efecto, no tienen ciudades propias, ni utilizan un hablar insólito, ni llevan un género de vida distinto. Su sistema doctrinal no ha sido inventado gracias al talento y especulación de hombres estudiosos, ni profesan, como otros, una enseñanza basada en autoridad de hombres.
Viven en ciudades griegas y bárbaras, según les cupo en suerte, siguen las costumbres de los habitantes del país, tanto en el vestir como en todo su estilo de vida y, sin embargo, dan muestras de un tenor de vida admirable y, a juicio de todos, increíble. Habitan en su propia patria, pero como forasteros; toman parte en todo como ciudadanos, pero lo soportan todo como extranjeros; toda tierra extraña es patria para ellos, pero están en toda patria como en tierra extraña. Igual que todos, se casan y engendran hijos, pero no se deshacen de los hijos que conciben. Tienen la mesa en común, pero no el lecho. Viven en la carne, pero no según la carne. Viven en la tierra, pero su ciudadanía está en el Cielo. Obedecen las leyes establecidas, y con su modo de vivir superan estas leyes. Aman a todos, y todos los persiguen. Se los condena sin conocerlos. Se les da muerte, y con ello reciben la vida. Son pobres, y enriquecen a muchos; carecen de todo, y abundan en todo. Sufren la deshonra, y ello les sirve de gloria; sufren detrimento en su fama, y ello atestigua su justicia. Son maldecidos, y bendicen; son tratados con ignominia, y ellos, a cambio, devuelven honor. Hacen el bien, y son castigados como malhechores; y, al ser castigados a muerte, se alegran como si se les diera la vida.Los judíos los combaten como a extraños y los gentiles los persiguen, y, sin embargo, los mismos que los aborrecen no saben explicar el motivo de su enemistad.
Para decirlo en pocas palabras: los cristianos son en el mundo lo que el alma es en el cuerpo. El alma, en efecto, se halla esparcida por todos los miembros del cuerpo; así también los cristianos se encuentran dispersos por todas las ciudades del mundo. El alma habita en el cuerpo, pero no procede del cuerpo; los cristianos viven en el mundo, pero no son del mundo. El alma invisible está encerrada en la cárcel del cuerpo visible; los cristianos viven visiblemente en el mundo, pero su religión es invisible. La carne aborrece y combate al alma, sin haber recibido de ella agravio alguno, sólo porque le impide disfrutar de los placeres; también el mundo aborrece a los cristianos, sin haber recibido agravio de ellos, porque se oponen a sus placeres.
El alma ama al cuerpo y a sus miembros, a pesar de que éste la aborrece; también los cristianos aman a los que los odian. El alma está encerrada en el cuerpo, pero es ella la que mantiene unido el cuerpo; también los cristianos se hallan retenidos en el mundo como en una cárcel, pero ellos son los que mantienen la trabazón del mundo. El alma inmortal habita en una tienda mortal; también los cristianos viven como peregrinos en moradas corruptibles, mientras esperan la incorrupción celestial. El alma se perfecciona con la mortificación en el comer y beber; también los cristianos, constantemente mortificados, se multiplican más y más. Tan importante es el puesto que Dios les ha asignado, del que no les es lícito Desertar”.
II. Santidad Apostólica
“Pongan un sacerdote santo en una iglesia de madera, abierta a los cuatro vientos. Atraerá y convertirá a más gente en su iglesia de madera que otro sacerdote en una iglesia de oro” (VD 297).
La santidad es una nota inherente al ministerio del presbítero. Así lo entiende el magisterio más reciente de la Iglesia: “Por tanto, puesto que todo sacerdote personifica de modo específico al mismo Cristo, es también enriquecido de gracia particular para que pueda alcanzar mejor, por el servicio de los fieles que se le han confiado y de todo el Pueblo de Dios, la perfección de Aquel a quien representa, y cure la flaqueza humana de la carne la santidad de Aquel que fue hecho para nosotros pontífice “santo, inocente, incontaminado, apartado de los pecadores” (He 7,26)» (PDV 20).
También Antonio Chevrier entiende que el sacerdote ha de ser santo. En primer lugar, porque ha de representar a Jesucristo y éste es santo (Cfr. VD 95). Y, en segundo lugar, porque de la santidad del presbítero depende la fecundidad del apostolado.
La santidad en nuestro ministerio es, de este modo, la consecuencia de la gracia que ha tenido el Señor con nosotros al llamarnos para vivir con él y ser sus amigos, al hacernos colaboradores suyos en la misión y al configurarnos con él, al transformarnos en sacramento de su presencia en el mundo.
Podría casi decirse que la santidad personal, considerada en sí misma, como un bien propio del individuo, no es del interés de Antonio Chevrier. Él habla de la santidad para y a través del ejercicio del ministerio como hoy nos lo dice el magisterio eclesial.
A modo de ejemplificación citamos aquí algunos textos:
El Concilio Vaticano II
“Los presbíteros conseguirán propiamente la santidad ejerciendo sincera e infatigablemente en el Espíritu de Cristo su triple función”
(PO 13).
Paulo VI, en Medellín
“Permitan que condensemos brevemente en algunos párrafos lo mucho que tenemos en el corazón, para su momento presente y para su próximo futuro… Una orientación espiritual, en primer lugar. Ninguno ciertamente querrá impugnar que nosotros, Obispos llamados al ejercicio de la perfección y a la santificación de los demás, tengamos un deber inmanente y permanente de buscar para nosotros mismos la perfección y la santificación… No podemos eximirnos de la práctica de una intensa vida interior. No podemos anunciar la palabra de Dios sin haberla meditado en el silencio del alma. No podemos ser fieles dispensadores de los misterios divinos sin habernos asegurado antes a nosotros mismos sus riquezas. No debemos dedicarnos al apostolado, si no sabemos corroborarlo con el ejemplo de las virtudes cristianas y sacerdotales.
Dichoso nuestro tiempo atormentado y paradójico, que casi nos obliga a la santidad que corresponde a nuestro oficio tan representativo y tan responsable, y que nos obliga a recuperar en la contemplación y en la ascética de los ministros del Espíritu Santo aquel íntimo tesoro de personalidad del cual casi nos proyecta fuera la entrega a nuestro oficio extremamente acuciante”.
Paulo VI, Homilía inaugural
Juan Pablo II al inicio del nuevo milenio
“En primer lugar, no dudo en decir que la perspectiva en la que debe situarse el camino pastoral es el de la santidad… el don se plasma a su vez en un compromiso que ha de dirigir toda la vida cristiana: « Ésta es la voluntad de Dios: su santificación » (1 Ts 4,3).
Es un compromiso que no afecta sólo a algunos cristianos: « Todos los cristianos, de cualquier clase o condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección del amor »
Recordar esta verdad elemental, poniéndola como fundamento de la programación pastoral que nos atañe al inicio del nuevo milenio, podría parecer, en un primer momento, algo poco práctico. ¿Acaso se puede « programar » la santidad? ¿Qué puede significar esta palabra en la lógica de un plan pastoral?
En realidad, poner la programación pastoral bajo el signo de la santidad es una opción llena de consecuencias. Significa expresar la convicción de que, si el Bautismo es una verdadera entrada en la santidad de Dios por medio de la inserción en Cristo y la inhabitación de su Espíritu, sería un contrasentido contentarse con una vida mediocre, vivida según una ética minimalista y una religiosidad superficial. Preguntar a un catecúmeno, « ¿quieres recibir el Bautismo? », significa al mismo tiempo preguntarle, « ¿quieres ser santo? » Significa ponerle en el camino del Sermón de la Montaña: « Sean perfectos como es perfecto su Padre celestial »
(Mt 5,48)”.
Juan Pablo II Novo Millenio Ineunte no. 30
Papa Francisco Evangelii Gaudium
“Evangelizadores con espíritu quiere decir evangelizadores que se abren sin temor a la acción del Espíritu Santo”. (259)
1. ¿Qué es un evangelizador con Espíritu?
Son evangelizadores que se abren sin temor a la acción del Espíritu Santo,son esos que ya no cuentan con sus propios planificaciones, métodos y recursos, sino que comprenden que esto va más allá de ellos mismos. Un Evangelizador con Espíritu no es simplemente un funcionario voluntario de la Iglesia que cumple las tareas que le son asignadas como una carga o una responsabilidad. Más bien, arde en su corazón el fuego del Espíritu y no puede contener su fuerza, que lo mueve a comunicar la buena noticia.«En Pentecostés, el Espíritu Santo hace salir de sí mismos a los apóstoles y los transforma en anunciadores de las grandezas de Dios que cada uno comienza a entender en su propia lengua… Les infunde la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia, en voz alta y en todo tiempo y lugar incluso a contracorriente» (EG 259).
2. ¿Qué hace un evangelizador con Espíritu?
Ora y trabaja. Se dedica a lo pastoral y a lo espiritual reconociendo que ninguna de las dos cosas es más importante que la otra: que las propuestas místicas sin un fuerte arraigo espiritual se quedan en lo teórico y que los discursos y prácticas misioneras sin una fuerte vida de oración y espiritualidad se quedan vacías y se disuelven en mero voluntarismo.«Estas propuestas parciales y desintegradoras solo llegan a grupos reducidos y no tienen fuerza de amplia penetración, porque mutilan el Evangelio» (EG 262).
3. ¿Qué motiva a un evangelizador con Espíritu?
Es movido por el encuentro personal con Jesús. No hay ideologías, catequesis, mensajes motivadores, cartas papales ni retiros espirituales que lo hagan a uno un evangelizador con Espíritu. Siempre es una experiencia personal de encuentro con el Resucitado. «La primera motivación para evangelizar es el amor de Jesús que hemos recibido» (EG 264). Esa experiencia es la que busca salir de nosotros y quiere ser compartida con otros siente un deseo de ser comunicada y mueve nuestros “quereres y voluntades” para convertirnos en agentes evangelizadores. Por eso es necesario clamar a diario para que Jesús siempre nos mantenga enamorados, que vuelva a encantarnos y cautivarnos, y al mismo tiempo, nosotros disponer nuestro corazón para dejarnos enamorar y conquistar por el Amor de los amores, ese que pide ser compartido con Otros.
4. El evangelizador con Espíritu tiene esperanzas en que su misión es relevante para los demás
«El misionero está convencido de que existe ya en las personas y en los pueblos, por la acción del Espíritu, una espera, aunque sea inconsciente, por conocer la verdad sobre Dios, sobre el hombre… El entusiasmo por anunciar a Cristo deriva de la convicción de responder a esa esperanza» (EG 265). Aunque a veces perdamos el entusiasmo por sentir que somos sembradores que tiran la semilla entre piedras, espinos o se las comen los pájaros a la orilla del camino, guardamos en nuestro corazón la esperanza de que aquello que es nuestro tesoro es también valioso para los demás, incluso aunque no lo sepan. Es importante mantener esta esperanza, creer que aquello que cambió nuestra propia vida cambiará también la de todo el mundo. «Una persona que no está convencida, entusiasmada, segura, no convence a nadie» (EG 266).
5. Un evangelizador con Espíritu tiene gusto espiritual de estar cerca de la gente
No se entiende un evangelizador en una oficina, metido en papeles y trámites, que se sienta incómodo con la gente, con la calle, con el ruido. .. veo como jóvenes no encuentran espacios de desarrollo más allá que el voluntariado, mover bancas, disfrazarse de algo para el Vía Crucis o el Pesebre y ser útiles, mas no valiosos; cómo adultos de edad media no encuentran espacios acorde a sus necesidades y desafíos, sino que solo hay espacio para servir, no para ser oveja; y cómo los pobres y sencillos son solo objeto de caridad, pero pocas veces de vida espiritual y mucho menos se les abre la puerta para servir y ofrecer sus dones. «Para ser evangelizadores de alma también hace falta desarrollar el gusto espiritual de estar cerca de la vida de la gente, hasta el punto de descubrir que eso es fuente de un gozo superior. La misión es una pasión por Jesús, pero, al mismo tiempo una pasión por su pueblo» (EG 268).
6. Un evangelizador con Espíritu es un buen comunicador
No se trata de técnicas ni estrategias comunicativas planificadas y preparadas de antemano, se trata de una actitud, de una forma de acercarse a los demás, esa forma que vive la Iglesia primitiva. Solo puede ser misionero alguien que se sienta bien buscando el bien de los demás, deseando la felicidad de los otros.
«Se nos invita a dar razón de nuestra esperanza, pero no como enemigos que señalan y condenan. Se nos advierte muy claramente “Hacedlo con dulzura y respeto” (1 Pe 3, 16), y “en lo posible y en cuanto a vosotros dependa, en paz con todos los hombres” (Rm 12, 18)… Sin pretender aparecer como superiores, sino «considerando a los demás como superiores a uno mismo» (Flp 2, 3). De hecho, los Apóstoles del Señor gozaban de “la simpatía de todo el pueblo” (Hch 2,47; 4, 21.33)» (EG 271).
8. Un evangelizador con Espíritu confía en la acción del Espíritu Santo
Un evangelizador así reconoce que depende de la acción del Espíritu en su tarea misionera y tiene una decidida y voluntaria confianza en Él, porque «Él viene en ayuda de nuestra debilidad» (Rm 8, 26) cuando la tarea se pone cuesta arriba. Cuando se confía en la acción del Espíritu Santo «no hay mayor libertad que la de dejarse llevar por el Espíritu, renunciar a calcularlo y controlarlo todo, y permitir que Él nos ilumine, nos guíe, nos oriente y nos impulse hacia donde Él quiera. Él sabe bien qué hace falta en cada época y en cada momento. ¡Esto se llama ser misteriosamente fecundos!» (EG 280).
9. Un evangelizador con Espíritu va de la mano de María
«Con el Espíritu Santo, en medio del pueblo siempre está María. Ella reunía a los discípulos para invocarlo (Hch 1,14), y así hizo posible la explosión misionera que se produjo en Pentecostés. Ella es Madre de la Iglesia evangelizadora y sin ella no terminamos de comprender el espíritu de la nueva evangelización» (EG 284). No se trata solo de llevar el rosario en la mano y recitar un par de “Avemarías” antes de salir a tocar puertas, sino que se trata de estar con ella, recibirla como Madre y que en nuestro camino personal y comunitario, su compañía nos vaya educando para relacionarnos con el Espíritu Santocomo ella lo hacía a ser portadores de La Buena Noticia de Jesús, tal como lo hizo ella.
III. En el corazón de la santidad apostólica está el don y carisma de la caridad pastoral1, que se derrama como río de agua viva en los prebíteros desde su ordenación, y que se dinamiza por el ejercicio del ministerio.
“Yo le pido a Dios almas abnegadas, almas generosas, piedras vivas, santos. Sean queridos amigos esas piedras, esos santos, esas almas generosas, que deben trabajar para Jesucristo, con Jesucristo, para continuar en la tierra su vida de sacrificio, de abnegación y de caridad” (Carta del P. Chevrier a los seminaristas 89)
El término “caridad pastoral” es relativamente reciente, pero su contenido está fundamentado en la revelación, tanto del Antiguo Testamento, como sobre todo, del Nuevo Testamento. No aparece en el Magisterio anterior al Vaticano II.
En la Constitución Lumen Gentium en el número 41 el cargo episcopal es definido como “pastoralis caritatis munus”; también aparece en Presbyterorum Ordinis número 14 como principio unificador de la vida del sacerdote. Pero será en la exhortación apostólica Pastores Davo Vobis en donde se profundiza el sentido y contenido de la caridad Pastoral2
1 El resumen aquí presentado sobre la caridad pastoral, está basado en una conferencia sobre la Caridad Pastoral y los Consejos Evangélicos, del P. Rodolfo Reza en Limonest en el año 2010, en una sesión de formación: “Colaboradores del Espíritu en las tareas de la formación del Prado”. Textos en diferentes idiomas, p. 227-233. Así mismo en el capítulo II del libro Ministerio Presbiteral y Espiritualidad de Mons. Juan María Uriarte, San Sebastián, 2003, p. 55-77.
2 PDV 23, 65, 70, 71,72
Ya adentrándonos a esta considerción más honda, conviene decir como lo afirma la exhortación PDV, que la caridad pastoral es más que una dedicación al ministerio; es un participción de la misma caridad pastoral de Jesucristo: don gratuito del Espíritu Santo y, al mismo tiempo deber y llamada libre y responsable del presbítero. Es una vida en santidad de pastor.
Rasgos de la caridad pastoral
- Amor-agape primario y principal. Es decir no está ese amor subordinado a ningún otro amor; no está sometido a un proyecto propio. Todos los intereses y valores en la vida del presbítero quedan subordinados a este amor. Por tanto es un amor que unifica la vida.
- Destinatarios. De manera inmediata es la comunidad eclesial encomendada por el obispo, de manera ordinaria la parroquia. Sin embargo, ese amor-agape no se encierra en un grupo que hasido encomendado, se abre a la Iglesia local y a la Iglesia universal.
- Amor a la comunidad y a Cristo Pastor. Recordemos: “Pedro, ¿me amas? Sí Señor.. apacienta mis corderos” Se trata de un amor de identificación con Cristo, es decir, el presbítero va avanzando en su vida en una configuración, en una formación (tener la forma) de Cristo buen pastor, su sensibilidad, su estilo, su forma de ver y de juzgar, que le hace vivir una adhesión del corazón. Su adhesión a Cristo es adhesión a la gente.
- Todas las virtudes están modificadas por la caridad pastoral. Por ejemplo, la oración del presbítero no es la de un monje o la de un laico bien formado, ni la de un líder social cristiano, tiene una fisonomía propia recibida de la caridad pastoral: estar, escuchar y hablar con Dios para poder hablar de Dios a los demás; escuchar y estar con las mujeres y los hombres para poder hablar de ellos con Dios. El porqué y el cómo de la oración rstarán inspirados en la caridad pastoral.
¿De dónde fluye la caridad pastoral?
Fuente permanente
- La caridad pastoral es el carisma recibido en el sacramento, su fuente es la ordenación, por lo que el texto de Timoteo es muy expresivo: “te recuerdo que avives el fuego del don de Dios que hay en ti por la imposición de mis manos” 2Tim 1,6.
Fuente próxima
- Cuando el presbítero celebra la misa representa sacramentalmente a Cristo en esa Eucaristía.
Fuente inmediata
- Es el ejercicio mismo, cotidiano del ministerio sacerdotal en todas y en cada una de sus facetas.
Dimensiones de la caridad pastoral
Familiaridad
- El amor pastoral del presbítero ha de estar ungido de este carácter afectivo, familiar, se podría decir de acuerdo a la expresión tan repetida por el Papa Francisco, se trata de ternura, de cercanía, de compasión. “Un cura es un hombre que ha puesto su corazón allí donde está su obra”.
Fidelidad
- Es un amor que nos vincula a la comunidad y despierta un fuete sentido de pertenencia. No puede ser un amor sometido a vaivenes de afecto. La ternura es valiosa, pero la fidelidad le da estabilidad; la fidelidad sola puede volverse frialdad, la ternura le da calor. Se trata de un afecto equilibrado, discreto.
Actitudes derivadas de la caridad pastoral
La abnegación
- Soporta la dificultad, el sacrificio, las asperezas. No se genera la armagura, la abnegación permite que los vendavales no solo no apaguen el fuego y la pasión de la evangelización y del cuidado de la gente, sino que se acrecienten… Rigiendo y apacentando el Pueblo de Dios, se ven impulsados por la caridad del Buen Pastor a entregar su vida por sus ovejas preparados también para el sacrificio supremo, siguiendo el ejemplo de los sacerdote que incluso en nuestros días no han rehusado entregar su vida; (PO 13).
Actitud esperanzadora
- Los diagnósticos sombríos y negativos que se emiten con frecuencia son un termómetro de un deficit de caridad pastoral. El Concilio dice: “siendo educadores en la fe, y teniendo ellos mismos “firme esperanza de entrar en el santuario en virtud de la sangre de Cristo” (Hb., 10, 19), se acercan a Dios “con sincero corazón en la plenitud de la fe” (Hb., 10, 22); y robustecen la esperanza firme respecto de sus fieles para poder consolar a los que se hallan atribulados, con el mismo consuelo con que Dios los consuela a ellos mismos como rectores de la comunidad, cultivan la ascesis propia del pastor de las almas, dando de mano a las ventajas propias, no buscando sus conveniencias, sino la de muchos, para que se salven… (PO 13).
Actitud de crecimiento pastoral
- “Progresando siempre hacia el cumplimiento más perfecto del deber pastoral, y cuando es necesario, están dispuestos a emprender nuevos caminos pastorales, guiados por el Espíritu del amor, que sopla donde quiere” (PO 13). Este texto nos hace ver que la búsqueda, la creatividad, la superación de inmovilismos en la pastoral proviene de la caridad pastoral y son indicadores de la santidad Apostólica.
B) SUGERENCIAS PARA EL PROCESO FORMATIVO DEL PRADO MEXICANO
Segundo Semestre de 2022 y preparación remota a la Sesión de Formación
Etapa a trabajar en este segundo semestre de 2022
“Jesucristo, el Santo de Dios3, nos asocia a él y a su misión de santificación4 ejerciendo un oficio ministerial5 de compasión6 y de amor7 ”.
Jesús nos eligió para vivir con él y para enviarnos (Cfr. Mt 10,5). Quiere que seamos santos como lo es Dios: “Así como aquel que los llamó es santo, también ustedes sean santos en toda su conducta,de acuerdo con lo que está escrito: Sean santos, porque yo soy santo” (1Pe 1,15-16).
Como sacerdotes de la Nueva Alianza, la del Espíritu, estamos llamados a ser uno con Cristo en la misión ya que “El nos ha capacitado para que seamos los ministros de una Nueva Alianza, que no reside en la letra, sino en el Espíritu; porque la letra mata, pero el Espíritu da vida” (2Co 3,6).
Nuestra referencia permanente ha de ser Cristo ya que él se identifica con aquel a quien envía: En verdad, en verdad les digo, el que recibe al que yo envíe me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me ha enviado (Jn 13,20. Cfr. Mt 10,40). La misión presbiteral es santa, porque es la la misma de Jesucristo y nosotros solo somos ayudantes, colaboradores: “Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes» Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió «Reciban al Espíritu Santo” (Jn 20, 20-21).
San Juan Pablo II nos ha alertado acerca de este comportamiento improcedente: “El sacerdocio no es algo que podamos realizar según nuestro gusto. No podemos reinventar su significado según nuestros puntos de vista personales. Lo que nos corresponde es ser leales con quien nos ha llamado. El sacerdocio es un don que se nos entrega”.
Vamos a la misión no con nuestra propia fuerza, sino con el poder de Jesucristo. En el primer envío a sus discípulos Jesús les da su propia autoridad para que puedan llevar a cabo la tarea encomendada: Jesús llamó a sus discípulos y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar de toda enfermedad y de toda dolencia (Mt 10,1). Y en el envío definitivo, antes de la Ascensión, les asegura su presencia para siempre (Cfr. Mt 28,19). El servicio de Jesucristo es el servicio del amor, “sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el extremo (Jn 13, 1). El evangelista Juan destaca el amor de Jesús por los suyos: los ha amado hasta el momento supremo de su entrega, y ahora se dispone a “completar” ese amor. Siguiendo la habitual división del cuarto Evangelio en dos partes (dicho resumidamente: “libro de los signos”, capítulos 1-12; y “libro de la gloria”, capítulos 13-21), el verbo “amar”, que aparece pocas veces en la primera parte, es muy abundante en la segunda. Con esta palabra, el evangelista quiere expresar la relación entre el Hijo y el Padre, la del Hijo respecto a sus discípulos y la de los discípulos entre ellos mismos.
Pero el escaso uso de ese verbo en la primera parte queda compensado en este primer versículo, del capítulo 13 pues el participio pasado “habiendo amado”, que resume la manifestación de Jesús al mundo como Mesías por medio de sus signos y palabras (capítulos 1-12). Ese amor va a tener una continuidad en una culminación máxima, pues ahora, “sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre”, Jesús dará la propia vida por los suyos.
El Padre Chevrier comprendió bien que con la fundación del Prado no se le llamaba a trabajar en su propia obra, sino en la obra de Dios. “La primera condición es ser llamado por Dios para trabajar en su obra” (VD 320). Suyo es el protagonismo principal: “En vano intentaremos construir si Dios no está con nosotros, si él no es el arquitecto, si él no dirige los trabajos, da el plano, dirige sus obreros y lo ordena todo él mismo” (VD 103).
I. Sugerencias para el Estudio del Evangelio
1. Lo primero es hacer el EE en la escuela del P. Chevrier.
“¿Qué tenemos que hacer nosotros? Estudiar a nuestro Señor Jesús, escuchar sus palabras, examinar sus acciones a fin de configurarnos con él y llenarnos de su Espíritu Santo” (VD 225).
(Notas del P. Xosé Xulio Rodríguez)
-Queda ya bien reseñado que la pretensión y finalidad del Estudio del Evangelio es el conocimiento de Jesucristo. En el Prado hemos acuñado esta expresión, pero su fundador, no habla de Estudio del Evangelio, sino de Estudio de Nuestro Señor Jesucristo. Es muy importante esta precisión. Yo, en mi itinerario espiritual y apostólico, he intentado también incorporar este matiz que es esencial. El Estudio del Evangelio tiene como objetivo fundamental el conocimiento de Jesucristo.
-Cuando se inicia un Estudio del Evangelio, se plantea la pregunta vital, y es muy importante tener en cuenta y formularla en la dirección que nos permita adentrarnos de una forma más clara y explícita en el conocimiento de Jesucristo, en alimentar y hacer crecer el gran regalo de la fe.
-El conocimiento de Jesucristo es obra del Espíritu Santo en nosotros, por esto mismo el carácter pneumatológico del Estudio del Evangelio es fundamental y siempre lo tenemos muy presente, tal como lo subraya A. Chevrier: “He pedido a nuestro Señor y lo sigo pidiendo todos los días que os llenéis de su espíritu, que el estudio de Jesucristo sea para vosotros un estudio muy querido en vuestros corazones, que todo vuestro deseo sea conformar vuestra vida a la del Maestro” (Carta 80; VD 225). Este estudio animado por el Espíritu, nos modela y nos configura con Cristo y hace al discípulo cada vez más semejante al Maestro.
-El Estudio del Evangelio está también muy estrechamente ligado a la oración. Los sacerdotes mostramos dificultades y a veces buscamos justificaciones ante el déficit de oración en nuestra vida de cada día. Los pradosianos experimentamos lo mismo no solo respecto a la oración, sino también con relación al Estudio del Evangelio. Fácilmente la falta de tiempo y la acumulación de actividades pastorales corren el riesgo de convertirse en una falsa coartada para justificarnos. Por esto mismo, la práctica del Estudio del Evangelio, como la oración, siempre será un combate.
-La oración y el Estudio del Evangelio reflejan la importancia y el protagonismo que le dejo a Dios en mi vida y en la acción pastoral. Cuando la oración o el Estudio del Evangelio son escasos o muy puntuales, quiere decir que estoy muy centrado en mí mismo, en mis iniciativas en lo que yo soy capaz de hacer. Si la oración es frecuente y habitual y el Estudio del Evangelio es constante, eso quiere decir que le estoy dando protagonismo e iniciativa a la acción de Dios.
-La búsqueda de la eficacia pastoral y apostólica que pretendo obtener tiene su fundamento y su fuente en el conocimiento de Jesucristo, puesto que la acción apostólica, si quiere ser eficaz con la eficacia de Dios, ha de nacer de la escucha, de la oración, del amor, de la conformidad con Jesucristo. Conocer bien a Jesucristo para poder anunciarlo y darlo a conocer, eso es lo único necesario. Esta necesidad es más fuerte y perentoria en estos tiempos que estamos viviendo.
2. Formular la pregunta vital
Dado que el EE es un trabajo personal cada quién podría formular la pregunta. Como un ejemplo, y solo con la intención de facilitar, presentamos aquí algunas posibles formulaciones:
- ¿Quién es Jesús y cómo se me revela en el ejercicio mismo de su misión, en las parábolas de la misericordia en el capítulo 15 de Lucas?
- ¿Qué descubro de la santidad -vivir diferente- de Jesús en el ejercicio de su ministerio vivido en la itinerancia, la compasión y el conflicto, en los tres primeros capítulos del Evangelio de Marcos?
- ¿Cuál es el motor profundo que moviliza toda la vida de Jesús, que determina sus prioridades y que lo unifica en el capítulo 18 de Evangelio de Mateo?
- ¿Cuál es el ministerio apostólico de Pablo contenido en el mensaje del apóstol a los presbíteros de todos los tiempos en los Hechos de los Apóstoles capítulo 20?
- ¿Cuál es el dinamismo interior que se expresa en pasos de la actuación de Jesús, el pastor amable? Se reflejan en los encuentros que tiene con los que sufren en el evangelio de Mateo capítulos 8 y 9.
Recordar el método y apropiarlo según la propia experiencia:
- Se inicia en la oración e invocación al Espíritu Santo.
- La pregunta va guiando la lectura de los textos; es conveniente fijar los textos Transcribiéndolos;
- Se anotan los versículos o las palabras que encierran una luz o respuesta a la Pregunta.
- Posteriormente se van haciendo pequeños comentarios: ¿quién es Jesús? ¿qué se revela de él?
- También posteriormente se van haciendo breves comentarios sobre qué luces se me dan a mi propia vida (evitar moralismos) priorizar llamados, atractivos para avanzar en el conocimiento de Jesucristo.
II. Sugerencias para el Cuaderno de Pastoral y la Revisión de Vida
1. Primero puede ser muy útil repasar, recordar y profundizar en lo que son estos ejercicios de contemplación. En el sitio del verdaderodiscipulo.org.mx hay una pestaña en parte superior que se titula Lectura teologal de la vida y del ministerio, ahí se puede repasar.
2. Hacer práctica personal frecuente del Cuaderno de Vida, varias veces por Semana.
3. De este modo preparar en equipo la sesión de Revisión de Vida.
4. Centrar los hechos que están marcando el ministerio como experiencia de santidad y de santificación, así como de experiencia de la caridad pastoral.
Sugerencias de Reflexión y Estudio
1. Leer Vaticano II, LG .capítulo 5 Vocación universal a la Santidad; capítulo 3 números 28 y 29 / PO en particular 14-16
2. Pastores Dabo Vobis 23, 65, 70, 71,72
Fuentes del Prado
1. Escritos Espirituales capítulo XII llegar a ser santos.