EL PADRE “BENJAS”
Crónica y testimonio de Héctor Villa
En estos días que acompañamos en la oración y el afecto al P. Benjamín Cadena ha sido inevitable el recordar el camino recorrido con él desde los días de formación en el Seminario.
Aunque somos de la misma edad (ambos de 1957) yo iba un año por delante en los estudios. En 1977, Yo regresaba de una experiencia fuera del Seminario (yo había ingresado desde el seminario menor) y él apenas comenzaba su recorrido en la formación.
Ese tiempo, finales de los 70’s y los 80’s nos tocó vivirlo juntos, tiempo de búsqueda intensa en nuestra iglesia (nacional y latinoamericana), tiempo de reflexión y discernimiento en nuestro seminario buscando un ministerio en sintonía con el evangelio, más cercano a la gente y atento a la realidad. Un ministerio que se caracterizara por atender los “signos de los tiempos”, una vida sencilla y pobre, pero ante todo, aunque no nos era muy claro, en realidad buscábamos conocer a Jesús, entrar en su evangelio, descubrir “donde vivía”, como aquellos discípulos que le preguntaron, “¿maestro dónde vives?” (Jn. 1,38). Fue un tiempo de gracia, porque no era una búsqueda personal o de algunos. En realidad era una búsqueda del equipo formador, de seminaristas, de nuestros mismos obispos que en aquel tiempo incluso nos convocaban anualmente para reflexionar juntos en torno a la formación y sus implicaciones.
Seguramente todo esto hizo que Benjas tocara puertas y buscara también en otras experiencias vocacionales como los Hijos de Dios Caridad, la fraternidad de los hermanitos de Jesús y en la familia de los sacerdotes del Prado donde finalmente descubrió su lugar, un llamado particular y específico para darle más forma a su respuesta vocacional y asumir un estilo más personal para vivir su ministerio.
Con Benjamin me tocó no solamente compartir años de formación en el seminario, sino también tuvimos la gracia de vivir juntos una experiencia de inserción pastoral. Yo había sido ordenado en diciembre de 1984, al final de una experiencia de formación en equipo vivida intensamente, en el carisma del Prado. Una experiencia inolvidable vivida con René Blanco, Efrén Hernández, Rafael García (Colombia) y yo, acompañados por un hermano entrañable como es el P. Manolo Medina. Vivía entonces en la comunidad de Santo Toribio de Mogrovejo. Aquella etapa la recuerdo con agradecimiento y como una bendición. Benjamin llegó cuando él estaba al final de la etapa de teología (1985). Nos acompañamos durante casi dos años que compartimos amplio y profundo entre nosotros y en el servicio a la comunidad de Santo Toribio. Ya entonces coincidimos en la búsqueda del carisma del P. Antonio Chevrier con la familia del Prado. Alli animo a la comunidad donde dejó huella en amistad, ante todo con la formación y acompañamiento de un grupo de JOC.
Al final de aquella etapa pidió al Sr. Obispo Don Manuel Talamás Camandari ser aceptado como candidato a las órdenes sagradas. Conservo su carta de petición para ser ordenado sacerdote, fechada el 4 de agosto 1986, que revela mucho de su personalidad, su amor a Jesucristo, su deseo de servir al pueblo de Dios.
Anoto aquí algunos párrafos de aquella carta:
“Estimado Padre y Pastor: por medio de la presente le hago a usted la petición explícita y formal de ser admitido en el orden de los presbíteros para el servicio del pueblo de Dios en Ciudad Juárez.
De mi parte quiero decirle que ésta es una decisión libre y consciente, motivada sobre todo por el deseo de seguir a Jesucristo más de cerca y tenerlo en mi vida como mi único maestro. Para mí él es la “perla preciosa” (Mt. 13,45) que quiero “comprar” y para la cual necesito “venderlo todo”.
Y como el evangelio nos dice que para ser su discípulo se necesita cargar día a día con su cruz y renunciar a todos nuestros bienes (Lc. 14,33),
• Quiero renunciar a la seguridad que da la riqueza para ser pobre como él;
• Quiero renunciar a la vida matrimonial con una mujer para ser su signo, con mi vida célibe, del amor “matrimonial” de Dios con su pueblo pobre;
• Quiero vivir en obediencia a la voluntad del Padre y en comunión con usted y con su presbiterio.
Don Manuel, cuando hago esta petición creo estar consciente de los tiempos que vivimos. Descubro que son tiempos de “contramagnificat” y de “antireino”, donde los ricos se llevan todo dejando a los pobres sin nada (Puebla 30).
La fe nos dice que para que la historia de nuestro pueblo adquiera su verdadera cara y encuentre su verdadero sentido, es necesario que sea orientada según el espíritu que Jesucristo quiso darle: el espíritu de las bienaventuranzas, donde los pobres, los que sufren, los que tienen hambre y sed de justicia sean tratados como los hijos predilectos de Dios…
Pido a Dios, por medio de María de Nazaret, me ayude a dejarme guiar por el espíritu de Jesucristo para superar el miedo – por sus inevitables consecuencias- de anunciar a los pobres la Buena Nueva… (Lc.4,18-19).
Confío profundamente en que será esta gracia de Dios la que me ayudará a vivir en continua conversión a Jesucristo, presente en la vida del pueblo y presente en los sacramentos de la Iglesia.
Pongo por testigos de este compromiso a los hermanos de camino del Prado, de la JOC y de Ceb’s.
A la Casa del Padre no pretendo “llegar sólo, ni pronto, sino con todos y a tiempo”…”
Benjamin fue ordenado sacerdote el 13 de septiembre de 1986. El mismo día de su ordenación Don Manuel Talamás anunció que era enviado como responsable de la comunidad parroquial de San Vicente de Paul. Allí realizó su primera etapa como sacerdote. Una experiencia que de alguna manera continuó lo que había vivido en Santo Toribio, comprometido con la comunidad dando un testimonio de servicio y entrega, de cercanía y acompañamiento cercano con la comunidad.
Durante el año de 1987, Benja vivió una experiencia de formación en el carisma del Prado. Fue una experiencia que marcó su ministerio y determinó sus opciones. Dicha experiencia la vivio junto con otros compañeros: Pancho Herrera (R.I.P.) y Toño González, Pepe Ríos; Froylan Gutiérrez, Ives Perraud.
En 1992 yo fui enviado a Roma para realizar estudios en Teología Bíblica. Un año después, llegó allá el P. Benjamín para realizar estudios de Teología Moral. Concluimos juntos los estudios en junio 1995 y en agosto del ese año fuimos enviados al Seminario a colaborar en la formación de los futuros sacerdotes.
El tiempo de formadores fue un tiempo amplio de acompañamiento mutuo, de búsqueda, de aprendizaje en la nueva tarea al servicio de la formación de los jóvenes. En este tiempo pude descubrir y valorar mas la calidad de amistad del P. Benjamín. Esto me permitió percibir aún más su persona: quiero resaltar su capacidad para acompañar muy de cerca a las personas, su capacidad en el discernimiento y en el consejo, su autoridad moral que procede ante todo de su congruencia, su testimonio de amor a Jesucristo y a su evangelio, su fidelidad y responsabilidad al ministerio desde la vida cotidiana, su honestidad y transparencia, su serenidad que a más de uno nos contagia. Pero ante todo su capacidad para ser un hermano de camino.En él, Dios me ha regalado un compañero y hermano siempre cercano y solidario.
Un gesto para mi inolvidable y muy generoso de su parte es que después de 17 años en el servicio de la formación (era el año 2012), ambos buscamos y comentamos la posibilidad de pedir un cambio. Para nosotros era necesaria una experiencia diferente después de esos años en el seminario. Al final de aquel año, vino para mi una propuesta inesperada: colaborar en el equipo directivo del Colegio Mexicano en Roma (2013-17). Le propuse a Benja esperar un poco para ayudar y acompañar al equipo formador. Su autoridad, su testimonio, su experiencia me parecían importantes. El aceptó sin mucha dificultad y continuó sirviendo en el seminario tres años mas hasta 2016, cuando fue enviado a servir en la parroquia de San Pedro y San Pablo en donde sirve actualmente.
En su comunidad parroquial creo que ha hecho mucho bien. Su testimonio y dirección han ayudado mucho para estructurar más esta comunidad y acompañarla en el Espíritu. La gente valora mucho su sencillez, cercanía, pero ante todo la espiritualidad que lo anima y que ha buscado comunicar de diferentes maneras. En el decanato sentimos que su testimonio nos enriquece y complementa.
Al mirar hacia atrás, me doy cuenta de que nuestra vida ha estado muy en comunión y hemos participado juntos hasta de misiones semejantes. Agradezco a Dios que en la amistad-fraternidad que nos ha permitido vivir, nos ayuda así a vivir nuestra vocación y a ser fieles a ella. En verdad el Señor me ha regalado en él un hermano de camino para acompañarnos y ayudarnos mutuamente a vivir nuestra vocación.
Héctor Xavier Villa
Ciudad Juárez