EL MODELO PASTORAL DEL PRADO
“El Prado nació en San Andrés. Meditando la noche de Navidad sobre la pobreza de Nuestro Señor y su abajamiento en medio de los hombres, tomé la resolución de dejarlo todo y vivir lo más pobremente posible”
(Escritos Espirituales p. 12).
ACTUALIDAD DEL CARISMA DEL PRADO
El Prado es un carisma del sacerdote diocesano. Quizás se pueda pensar que basta ser sacerdote –a secas- y que todo lo demás puede resultar como sobrepuesto. Este es quizás un punto muy importante a aclarar, para comprender al Prado.
Para los sacerdotes del Prado –como para todo sacerdote- lo esencial es el ministerio; ser pradosiano es un adjetivo. No es el Prado quien nos sitúa primordialmente en la Iglesia y en el mundo, sino nuestra condición sacerdotal. El Prado viene a desarrollar algunos matices que ya están incluidos en el ministerio.
El Prado nace de una búsqueda misionera creativa. Es el don concedido al beato Antonio Chevrier para fecundar más a las Iglesias particulares en la misionariedad y en
1. LA CONVERSIÓN PASTORAL, PUNTO DE PARTIDA
Sin duda podemos decir que el Papa Francisco es un hombre “carismático” que ha puesto al servicio de la Iglesia –casi esmpujándola- su intuición espiritual y apostólica misionera que quiere trasformarlo todo: “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación” (EG 27).
Para Francisco, no se trata de la misión en un sentido muy amplio, como mero sinónimo de la evangelización. Su intuición misionera tiene un sentido más preciso y desafiante: se trata de una decidida salida hacia los que están abandonados y alejados, los que no están, los que no forman parte de nuestras comunidades. El ministerio no es quedarse a esperar que vengan, sino “primerear”, tomar la iniciativa de salir a la búsqueda (EG 24). Si no se entiende eso, Evangelii Gaudium queda vaciada de toda fuerza interpeladora. Las expresiones utilizadas muestran que este cambio exige radicalidad y una firme decisión de parte nuestra: habla de “sentido programático y consecuencias importantes”, nos pide que pongamos “todos los medios necesarios para avanzar” en este camino, dice que no podemos dejar las cosas como están, que ya no sirve la “simple administración”, pide que nos constituyamos en un “estado permanente de misión” (EG 25), nos invita “a ser audaces y creativos” y a “aplicar con generosidad y valentía las orientaciones de este documento, sin prohibiciones ni miedos” (EG 33). ¿De qué otra manera lo tiene que pedir? Juan Pablo II afirmó que todas las estructuras deben ser siempre revisadas en su modo de funcionar, aun el ministerio petrino y la colegialidad episcopal, las cuales “necesitan de una continua verificación que asegure su inspiración evangélica” (NMI 44). El Papa Francisco lo ha retomado con fuerza en Evangelii Gaudium. Esto vale para todas las demás estructuras pastorales.
La intución y el don espiritual de Francisco, supone también una actitud de libertad de los evangelizadores misioneros, ¿para qué?
*para dar lugar a nuevas formas de evangelizar, *para promover agentes pastorales de estilos insólitos,
*para aceptar carismas molestos que permiten llegar a donde no estamos llegando,
*para alentar las formas populares de evangelización y la pastoral popular,
*para dejar de querer controlar todo lo que hace el Espíritu por todas partes.
Dice Evangelii Gaudium que “la Iglesia debe aceptar esa libertad inaferrable de la Palabra, que es eficaz a su manera, y de formas muy diversas que suelen superar nuestras previsiones y romper nuestros esquemas (EG 22).
2. UN POCO DE HISTORIA: LA CONVERSIÓN DE NAVIDAD DE 1856 DE ANTONIO CHEVRIER Y EL NACIMIENTO DEL PRADO.
“Fue en San Andrés1 que nació el Prado. Al meditar en la noche de Navidad sobre la pobreza de Nuestro Señor y su abajamiento entre los hombres resolví abandonarlo todo y vivir lo más pobremente posible” (Propósito narrado durante el Proceso de canonización de 1897).
1 Parroquia de un suburbio lionés llamado la Guillotière en (Lyon, Francia) en las orillas de la ciudad, cerca del río Ródano en el s. XIX
La gracia de la Navidad de 1856 cfr. Escritos Espirituales 3-9
Antonio Chevrier vive la “angustia” de un pastor que ha conocido la miseria y la ignorancia religiosa de su pueblo. Este pueblo, que crece a las puertas de la ciudad, tampoco atraviesa el umbral de la Iglesia. Como ovejas sin pastor, es víctima de las corrientes burguesas y revolucionarias. El desarraigo del éxodo rural, las confrontaciones ideológicas y la insensibilidad eclesial, hacían que ese pueblo, naturalmente bueno y religioso, caminase desconcertado. La ignorancia le lleva a la pérdida de la fe y a la pérdida del sentido moral. La miseria le induce a actitudes de violencia, agresividad y anticlericalismo ante una clerecía burguesa.
En la noche de Navidad de 1856, Antonio Chevrier está de rodillas ante el Pesebre, donde contempla el anonadamiento del Verbo de Dios. Una experiencia mística del Misterio de la Encarnación le hace comprender de manera vivencial “la gracia” de Dios, la situación de pecado y el camino de la verdadera eficacia apostólica. La luz intensa del Verbo, viniendo en pobreza y humildad, le hace entrar en la bondad y belleza del Hijo tomando la condición de Siervo. En esa luz experimenta más profundamente la ingratitud y la triste situación del pueblo pecador que se pierde. Así surgen en él las entrañas de misericordia del Padre. Y, al mismo tiempo, esa luz le impulsa a recorrer el camino que el Verbo ha seguido para instruir y salvar a su pueblo. No es una gracia para resolver unos problemas, ni para una liberación meramente temporal, sino para proseguir la misma obra del Verbo en medio del reino de las tinieblas.
La “decisión” está tomada: “seguir más de cerca de Jesús para ser más eficaz en la salvación de los hombres”. Este seguimiento le pide avanzar por el camino de la pobreza y anonadamiento del Verbo. Pero éste no era el camino habitual de los sacerdotes seculares de su tiempo. En la Iglesia este camino no podía realizarse más que en el cuadro de la vida religiosa. Y, sin embargo, él siente que el Señor le pide también permanecer en el ministerio pastoral del sacerdote secular. Es la hora del discernimiento. Visita al Cura de Ars, quien le anima a seguir las luces recibidas como sacerdote secular. A. Chevrier se afirma, pues, en su deseo de seguir más de cerca a Jesucristo, para evangelizar al pueblo que marcha en sombras. Entonces descubre la necesidad de asociarse otros compañeros que marchen en la misma dirección. Las dificultades encontradas en St. André, en la Cité de l’Enfant Jésus, en Moulin á Vent, y en el Prado, le llevarán de manera titubeante a la fundación de la “Asociación de Sacerdotes del Prado”. En este camino, algunos le presionaron para fundar una congregación, pero el Obispado de Lyon intervino para que permaneciera como asociación dentro del clero diocesano. La intervención del Cardenal de Lyon fue providencial, si tenemos en cuenta la proliferación de congregaciones religiosas en Francia y, más concretamente en Lyon, durante el siglo XIX.
El sacerdote según el Evangelio o el Verdadero Discípulo de N. S. Jesucristo
La gracia místico-pastoral de Navidad 1856, Antonio Chevrier no dejará de cultivarla incesantemente en los Evangelios y en las cartas de San Pablo. Para él, el sacerdote según el Evangelio, es aquél que sigue al Verbo en todos los caminos de Enviado del Padre, que viene a instruir y salvar. San Pablo es el modelo de este seguimiento de discípulo y apóstol -embajador- del Enviado.
Su convicción, en la que hace hablar a Jesús, es que hay que marchar por los mismos caminos del Verbo Encarnado para realizar la misma misión. La fuente de su ser y de su quehacer de apóstol está en la contemplación del Enviado en su vida y misión. Como para San Pablo, Cristo ha de vivir en el ministro su vida de Enviado. Así, el sacerdote según el Evangelio es, en última instancia, el verdadero discípulo, es decir, el que marcha siempre detrás de Jesús y el que prolonga su obra bajo la acción del Espíritu Santo.
En la frecuentación, pues, del Evangelio y del Apóstol de las naciones, Antonio Chevrier redescubre el sentido y la dignidad apostólica del sacerdote, frente a la concepción funcional y burguesa del clero de su tiempo. Es la gracia de Navidad, la que le lleva a las raíces de su existencia ministerial. Y todos sus esfuerzos le hacen penetrar en la santidad radical inscrita en el mismo ministerio. El sacerdote no es un funcionario de lo sagrado, sino aquel que está llamado a comunicar la fe a su pueblo, a entregarse a sus ovejas para que caminen hacia su plenitud de hijos de Dios (VD 449; 451). Ya no se trata de cultivar “la devoción” sino de transmitir la fe y conducir a la obediencia de la fe. Esto supone que el ministerio de la Palabra preceda siempre a las funciones sacramentales. No descuida la dimensión Sacramental, pero la prioridad es la del Apóstol que no ha sido enviado a bautizar, cuanto a anunciar el Evangelio que conduce al bautismo. Así se amplía la “vocación ministerial” del coadjutor de St. André que había sido un excelente colaborador de una parroquia sacramental
Este cambio en la comprensión del ministerio, no se produce en A. Chevrier por un estudio intelectual. Ha sido el fruto de una gracia acogida en el silencio de la oración y de la lectura de las Escrituras. Dejó que la gracia le introdujese en la inteligencia de su ministerio apostólico y le hiciese posible desarrollar las exigencias existenciales de santidad que incluye la vocación apostólica. La vocación pradosiana será siempre seguir a Jesús en su misión, tal como lo hicieran los Doce y Pablo. Es una gracia, pues, de unión y conformidad al Apóstol y Sumo Sacerdote de la confesión de nuestra fe (Hb 3,1); 12,2). Es una gracia para iniciar a los otros a la fe y para llevarla a su consumación por la Palabra y el Sacramento.
Para Reflexionar
– ¿Qué semejanzas adviertes en esa situación de la pastoral de Francia en el s.XIX y nuestra propia situación actual?
– ¿Qué determina la conversión pastoral de Antonio Chevrier?
-¿Será vigente este carisma de Antonio Chevrier?
¿Cómo animarlo? ¿Cómo inculturarlo en las diversas situaciones y en medio de la crisis de la pandemia?