4to DOMINGO DE PASCUA
“ Sólo en referencia al pastoreo de Jesucristo se puede tener la sabiduría y la fortaleza para rechazar las oportunidades envenenadas de sacar provecho personal”.
HOMILÍA DE MONS. LUIS MARTÍN BARRAZA
Domingo 25 de abril 2021
Cuarto domingo de Pascua, llamado del buen Pastor, porque el evangelio, este día, siempre nos habla del pastoreo de Jesús. “Yo soy el buen pastor”, dice Jesús. Por eso también, está dedicado especialmente a orar por las vocaciones en la Iglesia. El Papa Francisco, en su mensaje por la 58 Jornada de oración por las vocaciones, pone a san José como modelo de vocación: “Dios ve el corazón y en san José reconoció un corazón de padre, capaz de dar y generar vida en lo cotidiano. La vocaciones tienden a esto: a generar y regenerar la vida cada día. El Señor quiere forjar corazones de padres, corazones de madres, corazones abiertos, capaces de grandes impulsos, generosos enla entrega, compasivos en la angustia y firmes en el fortalecimiento de la esperanza. Esto es lo que el sacerdocio y la vida consagrada necesitan, especialmente hoy, en tiempos marcados por la pandemia, que ha suscitado incertidumbre y miedo sobre el futuro y el mismo sentido de la vida”. Todos estamos invitados a cuidar y pastorear la esperanza de los que nos rodean, a ser motivo de unidad, de confianza y rumbo en medio de las tempestades de la vida, como lo fue san José con su servicio fiel para la familia de Nazaret.
La imagen del Jesús buen Pastor nos invita a suscitar en nuestro corazón los sentimientos del salmista: “El Señor es mi pastor, nada me falta. En verdes praderas me hace reposar y hacia fuentes tranquilas me conduce, para reparar mis fuerzas, me guía por sendas de vida y de paz… su vara y su cayado me dan seguridad” (Sal 23, 1-3). El pastoreo de Jesús nos anuncia el amor de Dios: “Miren cuánto amor nos ha tenido el Padre, pues no sólo nos llamamos hijos de Dios, sino que lo somos” (1 Jn 3, 1). Esto a condición de que las ovejas sepan reconocer la voz de su pastor de entre mucha otras voces engañosas que nos prometen paraísos terrenales, que en muchas ocasiones resultan “lobos con piel de oveja”. La defensa de las ovejas, frente a los peligros, es la voz del Pastor y la unidad del rebaño.
La expresión “Yo soy el buen Pastor” tuvo que sonar muy fuerte a los oídos de escribas y fariseos, que conocían el significado de la expresión “Yo soy”. Fue el nombre con el que se reveló Dios Yahvé a Moisés: “Yo soy el que soy. Explícaselo así a los israelitas: ‘Yo soy’ me envía a ustedes” (Ex 3, 14). No será la única vez que lo pronuncia Jesús en el evangelio de san Juan. Antepondrá esta expresión a las imágenes del pan, la vid, la luz, la puerta, el camino, la verdad y la vida, con las que se compara. ¡Se está presentando como Dios! Además, la expresión “el buen pastor” lleva denuncia, como la de “verdadera vid”. Se dice que la expresión literal es “Pastor bello”, es decir, el modelo, el verdadero. Fuera de su pastoreo, que conoce(ama) a sus ovejas y da la vida por ellas, no hay sino asalariados, ladrones. Deja en entredicho a los demás pastores y al pueblo judío, -comparado con la vid-, como lo tenían en ese momento aquellos guías ciegos(Jn 9, 39). Jesús denunciaba con su compasión la falta de un pastoreo verdadero para su rebaño: “sintió compasión por ellos, pues eran como ovejas sin pastor…”(Mc 6, 34). Un verdadero liderazgo debe nacer del saber “ponerse en los zapatos” de los demás, saber padecer con ellos. No bastan las estrategias y métodos.
En Jesucristo Dios cumple su promesa de ser pastor universal: “ Yo mismo seré el pastor, traeré a las extraviadas, vendaré a las que tengan alguna pata rota, ayudaré a las débiles, y cuidaré a las gordas y fuerte. Yo las cuidaré como es debido” (Ez 34, 15-16). En Jesús Dios viene a pedir cuenta de sus ovejas a todos los pastores del mundo, porque él es el único dueño del rebaño. En él resuena el anuncio del verdadero pastoreo y la denuncia de los lobos y ladrones. Jesucristo se ha presentado como el que no ha venido a ser servido sino a servir, y a dar su vida en rescate por una multitud(Mt 20, 28): “yo estoy entre ustedes como el que sirve” (Lc 22, 30).
Después de liderazgos políticos y religiosos que habían desprestigiado esta misión tan importante para el caminar del pueblo, se presenta Jesús revelando el verdadero rostro del servicio de autoridad: debe ser un alivio antes que una carga para la comunidad: “imponen cargas pesadas e insoportables” (Jn 23, 4). Estamos hablando de paternidad, protección, guía, seguridad, animación, testimonio, una realidad santa. Por eso, la política que tiene que ver con la búsqueda del bien común, es una actividad sagrada, es un apostolado; “una de las formas más preciosas de la caridad, porque un individuo puede ayudar a una persona necesitada, pero cuando se une a otros para generar procesos sociales de fraternidad y de justicia para todos, entra en el campo de la más amplia caridad, la caridad política”(FT, 180). Quienes la utilizan para sus intereses personales casi cometen un sacrilegio. Medrar con la dignidad, la salud, la integridad, el desarrollo, la vida de las personas es un crimen.
El pueblo de Israel guardaba grata memoria de grandes pastoreos a lo largo de su historia: Abraham Moisés, David, los jueces y algunos profetas. Pero también tiene recuerdo de pésimos pastores, que se portaron como mercenarios con el pueblo, como la mayoría de los reyes, algunos sacerdotes y profetas. En los tiempos de Jesús el ministerio pastoral estaba convertido en un “mercado”(Jn 2, 16): “se beben la leche, se hacen vestidos con la lana y matan las ovejas más gordas, pero no cuidan el rebaño…”(Ez 34, 2-3). Había un rey caprichoso, un gobernador romano violento y cobarde, un sumo sacerdote, fariseos, saduceos todos ellos ambiciosos, que tenían al pueblo ciego, paralítico y muerto. Ni el pastoreo religioso, del que se espera la conducción en el amor, se escapaba de la corrupción del poder. En nuestro tiempo se habla de abusos de poder, físicos y de conciencia.
La primera y quizás más importante cualidad que debe tener quien pastorea la vida de otros es la de saber respetar lo que no le pertenece, y esto no sólo vale para las cosas y el dinero, sino, también, para los valores, patrimonios culturales y espirituales que no le pertenecen. San Pablo nos enseña que lo que se espera de un administrador es que sea fiel(1 Co 4, 2). Se tiene que saber respetar la voluntad del dueño: “Mientras estaba con ellos en el mundo, he cuidado en tu nombre a los que me diste. Eran tuyos tú me los diste” (Jn 17, 6.12). Hemos ido perdiendo conciencia del Pastor Supremo y el mundo se ha ido llenando de “liderazgos mercenarios”, que matan, roban y destruyen, desde todos los ámbitos.
Seguramente esto está en la causa del descrédito y rechazo del servicio de autoridad que se vive. ¿Acaso no hay crisis de autoridad? La autoridad de cualquier dirigente le debe venir, primeramente, de saber someterse él mismo a la autoridad, principalmente de Dios. Después deberá saber respetar lo que no le pertenece. No le pertenecen las personas, ni los proyectos, ni los recursos económicos. De lo que más tenemos noticia es del desvío de fondos públicos, de enriquecimientos ilícitos, la aceptación de sobornos, de nepotismos, pero muy importante también es el desfalco en la administración de valores humanos y cristianos, el atropello a la ley natural, en la que se puede leer la voluntad del dueño de todo este orden de cosas, la falta de respeto a las más sanas tradiciones de la convivencia social, a la vida, a la familia y a los más pobres. No se puede jugar con toda esta riqueza y malbaratarla en aras de los propios intereses. Frecuentemente tenemos noticias de que el capital moral, espiritual y cultural, es despilfarrado por asalariados y hasta salteadores que se la dan de pastores y que más bien hacen de su puesto un botín.
Para ser respetuoso de lo ajeno es necesario algo más que un simple adiestramiento técnico o conocimiento práctico, se necesita una mística de servicio, que viene de saberse invitado por Alguien a trabajar en su mies. Es muy peligroso que alguien se la crea que ocupa un lugar, frente a sus hermanos, por méritos propios, aunque seguramente los tiene. Se debe tener vocación de servicio, y esto tiene que ver con que otro me ha dado la oportunidad de ser lo que soy: “Por la gracia de Dios soy lo que soy…”(1Cor 15, 10). Independientemente de si se es religioso o no, un enfoque vocacional o espiritual debe tener toda opción fundamental, bajo riesgo de que se convierta en despotismo.
Sólo en referencia al pastoreo de Jesucristo se puede tener la sabiduría y la fortaleza para rechazar las oportunidades envenenadas de sacar provecho personal, si esto significa traicionar el rebaño. El servicio y el respeto de Jesús por el rebaño es posible por la relación con su Padre: “lo mismo que el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre” (Jn 10, 15). Andábamos como ovejas descarriadas, pero hemos sido sanados a costa de las herida de Jesús buen Pastor(1 Pe 2, 24-25): “…no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos” (Hech. 4, 12).