LA CARTA DE NAVIDAD 2021
Del Responsable General y del equipo internacional del PRADO
En estos días, cercana ya la Navidad de 2021, queremos visitaros a través de esta carta para compartir la alegría sencilla e irreprimible que nace de la fe en el Hijo de Dios que se ha hecho carne.
“Todo comienza en el pesebre”
La contemplación del pesebre, que siempre será un “misterioso” origen de la obra del Prado, ¡es fuente de fe! Una fe que da cuerpo a un impulso de vida.
Contemplando al niño Jesús acostado en un pesebre, el Padre Chevrier se ve vinculado a todas las personas que viven a su alrededor. Pobres, ignorantes, pecadores… Con el corazón transido del dolor de todas estas vidas que le rodean. dirige su mirada al niño acostado en el pesebre. El pesebre, simplicísimo, signo de la pobreza que el Señor eligió para ser acogido por los sencillos y los corazones puros. “Has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños”. Para nacer Jesús no tuvo miedo de la paja del pesebre. En él hace “su morada”. Y Antonio Chevrier exclama: “Oh Jesús, que has llevado el amor a la pobreza hasta querer nacer en un establo, sin otra cuna que un miserable pesebre y un poco de paja como colchón”.
La paja y la cruz
La paja, ¡qué signo de despojamiento! Es lo que queda cuando después de haber recogido el grano… La paja simboliza la fragilidad pues se la lleva el viento, ¡y una brizna de paja no tiene ningún valor! Pronto hará dos años que la epidemia dejó al descubierto nuestras fragilidades, nuestra pobreza; aceleró lo que ya veníamos sintiendo en nuestras sociedades; la profunda desigualdad, la terrible indiferencia ante el sufrimiento de los más pobres. Y ahí, en unos pocos meses, todo lo que estaba oculto se manifestó en toda su crudeza. Si nuestra humanidad queda dividida, roída por la indiferencia, ¿quién podrá sálvala?
También la Iglesia queda al descubierto. La crisis sanitaria ha dejado ver la fragilidad de las comunidades congregadas. Ha afectado también a nuestra vida pradosiana, ha amenazado la dinámica de la vida de los equipos, ha aislado a los más mayores de entre nosotros. Esta crisis se ha agudizado en la Iglesia con una crisis más profunda y antigua: en algunos países, entre ellos Francia, la Iglesia ha recibido una luz hiriente que ha dejado violentamente al descubierto su parte de sombra.
Cuando la Iglesia deja que el mal pervierta la confianza, la relación pastoral frenada por un terrible silencio ante los crímenes, cuando no escucha el grito de los pequeños, de las víctimas, la Iglesia abandona a su Señor igual que en Getsemaní. Lo que se ha perdido es el tesoro del Señor, sus hermanos más pequeños. ¿Dónde está el Salvador? El niño Jesús está ahí, recostado sobre la paja del pesebre, sobre la debilidad de su Iglesia y el pecado de sus miembros. La paja del pesebre anuncia la cruz que salva.
La paja, signo de pobreza, evoca una protección cálida. Un hermano franciscano nos propone: “El color dorado de la paja brilla en nuestros belenes, acariciada por la cálida luz de lámparas y velas. Este color recuerda la luz: la luz del sol del verano que ha hecho amarillear el trigo en los campos”1. En esta situación de pandemia mundial, muchos hermanos nuestros pradosianos han comprendido, con otros muchos que se decidieron a actuar, que la fraternidad era el único camino para luchar contra la muerte,
la tristeza, la división. La experiencia del Padre Chevrier durante las inundaciones de 1856 y ante tantas otras situaciones inhumanas, nos indica un camino: la contemplación del recién nacido en el pesebre exige sostener a todos los que sufren y estar al lado de todos los que luchan por la dignidad. Dignidad de los que sufren en su carne, dignidad de los que sufren injusticias, los que no sirven para nada, los inútiles, los descartados que no cuentan en la sociedad. La luz cálida de la paja en el pesebre prefigura la Salvación que el Recién Nacido trae a nuestra humanidad.
La paja y la eucaristía
“La paja del pesebre evoca la Eucaristía; es un elemento del trigo de cuyo grano molido se hace el pan de la ofrenda. El pesebre lleno de paja recibe el verdadero pan, Cristo. San Francisco de Asís no se engañaba cuando inventó el belén en 1223; hace celebrar la misa sobre el pesebre mismo lleno de paja, y aún añade la crónica que llevó a las casas la paja de este pesebre”, prosigue el Hermano Bernard.
En el corazón de nuestra humanidad dividida entre grupos, entre naciones, por las ideologías y los miedos, el Recién-Nacido es llamado “Príncipe de la paz”. Ante la dificultad del presente, algunos contemporáneos nuestros desean vivamente volver a ser “como antes” y corren el peligro de convertirse en prisioneros de la nostalgia. Otros imaginan que algunas organizaciones manipularían a la gente a gran escala. Finalmente, más bien corremos el riesgo de que el miedo gobierne nuestras vidas: el miedo a lo que viene.
Entonces la venida de Dios en medio de los hombres es el antídoto contra el miedo a lo que viene. En su venida en nuestra condición humana, el Hijo de Dios manifiesta su confianza en nuestra Humanidad. Nacido de la Virgen María, invita a la confianza en los pequeños y sencillos. Transforma a los pastores en mensajeros de la Buena Noticia: “Os ha nacido un Salvador”.
Los discípulos del Príncipe de la paz que somos nosotros, se convierten en misioneros de la Buena Noticia. Cuando acogemos el don del Espíritu como lo hizo la Virgen María, el futuro se hace posible y nosotros podemos hacernos servidores de la esperanza de tantos jóvenes necesitados de que llegue un mundo nuevo. Cuando Cristo permanece como centro de nuestras vidas, de nuestra fe, de nuestra oración, de nuestra acción, nos libera para hacernos capaces de amar a todos los que nos son confiados, o a los que encontramos por casualidad en el camino.
Cuando celebramos la eucaristía, que es el don de la vida misma de Dios, se hace alimento para la humanidad que tiene hambre de una palabra de Verdad, de un signo de unidad, pues manifiesta y realiza la Alianza que Dios ha establecido con toda la humanidad. Nos urge a retomar el camino, puesto que “el hombre es el camino de la Iglesia”.
“…Este hombre es el primer camino que la Iglesia debe recorrer en el cumplimiento de su misión, él es el camino primero y fundamental de la Iglesia, camino trazado por Cristo mismo, vía que inmutablemente conduce a través del misterio de la Encarnación y de la Redención”2.
Ante el pesebre, no dudemos en repetir esta oración de Antonio Chevrier:
“Oh María… permitidme arrodillarme al pie del pesebre para adorar al Niño Jesús. Dejadme contemplar a este Niño pequeño, este Jesús de los niños y los pobres, este Tesoro de los que no tienen nada, este Pan delicioso de los miserables que sienten su indigencia, este Pastor de las ovejas que viene a abrirles el redil de su misericordia…”
Feliz fiesta de la fundación del Prado, el 10 de diciembre.
Feliz fiesta de Navidad a vosotros, a vuestras comunidades y a los que os son cercanos.
Armando PASQUALOTTO, Responsable General
Luc LALIRE y Sergio BRAGA, Asistentes
2 San Juan Pablo II, Redemptor hominis, 14.