– Meditación –
MEDITACIÓN DEL DOMINGO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD
Mons. Luis Martín Barraza
Torreón
4 de junio de 2023
Dios se ha ido revelando poco a poco. San Pablo nos dice que “desde la creación del mundo y mediante las cosas creadas, se pueden percibir las cualidades invisibles de Dios, su poder infinito y su divinidad”(Rom 1, 20). Desde esta convicción va a reprochar, siguiendo al autor del libro de la Sabiduría(Sab 13, 1-5), a quienes habiendo conocido a Dios en la naturaleza, adoraron antes a la creatura que a Dios, “cambiando la gloria del Dios inmortal por imágenes de un hombre mortal, de aves, cuadrúpedos y reptiles”(Rom 1, 23). Hablado de la revelación “oficial”, la carta a los hebreos nos dice que “muchas veces y de muchas maneras Dios habló en la antigüedad a nuestros padres por medio de los profetas, y ahora, en este tiempo final, nos habló por su Hijo…”(Heb 1, 1-2). Dicha manifestación de Dios ha dependido mucho de la experiencia que los hombre tuvieron de la creación y de los acontecimientos históricos. Idea más explícita de la Santísima Trinidad la tendremos hasta Jesucristo, pero, a partir de él nos daremos cuenta de ciertas insinuaciones que se encuentran en el Antiguo Testamento: “A Dios nadie lo ha visto jamás; el Hijo único que es Dios y que está en el seno del Padre, nos lo ha dado a conocer”(Jn 1, 18). En el Primer Testamento se puede apreciar la preocupación de inculcar la fe en el único Dios verdadero: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor…”(Dt 6, 4). Esta “inocencia” de la fe del pueblo de Israel que veladamente habla del Espíritu y del Hijo a partir de lo que vive, nos puede ayudar a comprender que el Dios Trino no es una mera idea, sino que es una experiencia Vital.
En la primera lectura, del libro del éxodo, al volver Moisés a la cima del monte Sinaí, Dios se le manifiesta como el Señor Dios, compasivo y clemente, paciente, misericordioso y fiel, Estas palabras insinúan ya al Dios Amor y, por lo tanto, Trinidad porque el amor sólo existe entre personas, el amor no puede existir en solitario; el amor que podemos tener a nosotros mismos nos es regalado por la mirada y el cariño de los demás. Sin los cuidados del tú no hay un yo. Cada uno somos un yo obsequiado por otros. En este sentido todos somos unos indigentes, que vivimos de la caridad del prójimo. Cuando ignoramos esto el yo que permanece aislado y pretende amarse desde sí mismo, está enfermo, tarde que temprano tendrá que salir al encuentro del otro para su salud. Desde Jesucristo podemos ver que la misericordia en Dios es un sustantivo, no es mera actividad: “Sean misericordiosos como su Padre es misericordioso”(Lc 6, 36). Considerando que Dios es perfecto(Mt 5, 48), todos sus atributos deberá remitirse a una sustantividad o de creador y custodio de la creación(Padre), de revelador del misterio de Dios y salvador(Hijo), o de santificador que continua la presencia de la obra de la redención(Espíritu Santo), pero a la vez a su unidad indivisible. En su esencia, de donde brota el nombre de Dios, es misericordia. Sin darse cuenta Moisés fue testigo de la Santísima Trinidad.
Fue un acontecimiento histórico el que causó toda esta automanifestación de Dios. El pueblo había convencido a Aarón para que le construyera un becerro de oro. Israel comete así uno de los pecados más abominables de su historia, poner su confianza en un ídolo antes que en Yahvé que lo había sacado de la esclavitud de Egipto. Esto despertó tanto la cólera de Moisés que destruyó las primeras tablas de la ley que Dios le había dado. Ahora está nuevamente frente a Yahvé en el Sinaí intercediendo por su pueblo. A este punto podemos decir con san Pablo: “…cuanto más se multiplicó el pecado, más abundó la gracia”(Rom 5, 20). Aquel pecado horrendo de idolatría nos acarreó un acercamiento de la infinita bondad de Dios. Tal vez esto ayudó para que Moisés fundara un pueblo no en una legislación fría y acusadora, sino en el Dios clemente y compasivo, que es el Espíritu de la Ley. Es cierto que con el tiempo fue prevaleciendo su lectura legalista y superficial. La respuesta de Moisés es la que corresponde al misterio trinitario de Dios, la adoración. Querer entender a Dios es faltarle al respeto, porque de Dios es más lo que desconocemos que lo que podemos conocer. Sin embargo, Jesucristo nos ha enseñado que la salvación pasa por el conocimiento: “La vida eterna consiste en que te conozcan a ti único Dios verdadero, y a Jesucristo tu enviado”(Jn 17, 3). Pero no tenemos capacidad de comprender toda la profundidad de su misterio de amor. Adorar es lo justo para dirigirnos al Dios que es inmensamente rico en bondad y misericordia, al único Dios y Señor “no en la singularidad de una sola persona, sino en la trinidad de una sola sustancia”. Es como si dijera, no en la unidad del yo, sino en la comunión del nosotros. Se trata de una unidad en comunicación, en diálogo, para ser un solo Dios verdadero.. Parece más débil esta unidad en relación con la autoconciencia del yo individual, pero es la más fuerte por ser el resultado no de los límites y carencias como las comunidades humanas, que se unen para remediar sus necesidades, sino de dos plenitudes(Padre e Hijo) que inspiran otra plenitud(Espíritu Santo). Un sólo Dios verdadero en tres personas distintas sólo se le puede honrar justamente en la adoración. Moisés adora a Yahvé invitándolo a hacerse pueblo, a perdonar sus pecados y a tomar posesión de ellos(Ex 34, 9).
Visto desde la historia de salvación, la trinidad es la santidad de Dios en favor del hombre. Lo podemos seguir constatando en otros texto más explícitos del Antiguo Testamento. Por san Juan sabemos que la palabra con que Dios creo en el principio es el Verbo que se ha encarnado. El decir de Dios, al crear, no es un mero hacer, sino el ejercicio de su ser que se comunica con una perfección que no oculta nada. Dios se revela con el lenguaje de la creación con el corazón en la mano, es decir no se oculta. Nosotros permanecemos oscuros detrás de nuestra comunicación. San Juan nos dirá sobre el comunicar de Dios que “en el principio ya existía la Palabra. La Palabra estaba junto a Dios…Todo fue hecho por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto llegó a existir”(Jn 1, 1-2). Es Juan el que nos descubre la personalidad de la Palabra como un Otro frente a Dios. Esta comprensión sólo es posible por la experiencia de la Palabra hecha carne(Jn 1, 14). El Espíritu aparece, tal vez, de una forma más velada, también, desde el principio: “…mientras el espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas”(Gen 1, 2). Es desconcertante, para aquellos tiempos, una expresión encaminada a crear al que será el señor de la creación, un acto creador fundamental: “Hagamos a los seres humanos a nuestra imagen, según nuestra semejanza…”(Gen 1, 26). ¿Qué significa este plural? En otro momento muy importante de la revelación a Abraham, nada menos que cuando Dios le anuncia el nacimiento de Isaac, lo hace por medio de la presencia de tres personajes, a los que Abraham trata como “mi Señor”(Gen 18, 1-15).
En algunos libros sapienciales, al hablar de la sabiduría hacen pensar en el Hijo y en el Espíritu Santo. Por ejemplo el elogio que la sabiduría hace de sí misma como “salida de la boca del Altísimo, y que es como una vid de verdes ramas y de flores hermosa y abundantes”(Eclo 24, 1. 17). Estas palabras, expresadas en imagen femenina y ayudados por la ubicación que hace la liturgia de ellas en la fiesta de Nuestra Señor de Guadalupe, nos hace pensar en el Espíritu Santo, que se ha dicho representa el instinto materno de Dios. Es cierto que más adelante se dirá abiertamente que se habla de la Ley, que nos hace pensar más en la Palabra hecha carne(Eclo 24, 23). Como una “esposa perfecta” nos es presentada la sabiduría por el libro de la Sabiduría: “Su intimidad con Dios realza su noble origen, porque el Señor de todas las cosas la ama. Está iniciada en la ciencia divina…”(Sab 8, 3-4). ¿Será el Espíritu Santo? Más clara la alusión a la Palabra creadora es la que hace el libro de los Proverbios: “Cuando consolidaba los cielos, allí estaba yo, cuando trazaba la bóveda sobre la superficie del océano, cuando condensaba las nubes en lo alto, cuando fijaba las fuentes del océano…cuando establecía los cimientos de la tierra, a su lado estaba yo, como su confidente, día tras día lo alegraba y jugaba sin cesar en su presencia…”(Prov 8, 27-30).
El misterio de la Trinidad es el misterio del Amor que se vive en comunidad. Celebramos la vocación de toda la creación y especialmente de los seres humanos a la comunión. Todos los demás seres están conectados por leyes externas, mecánicas y de sobrevivencia, el ser humano es esencialmente comunitario, de la gestión que haga de su imagen y semejanza de la familia trinitaria depende su felicidad. El proyecto de fraternidad lo ha trazado Jesucristo y lo continua el Espíritu Santo.