MI RELACIÓN CON EL PADRE BENJAMÍN CADENA DE SANTIAGO
Con ocasión del estado de salud muy delicado del P. Benjamín, leamos orando por él, este testimonio del p. Francisco Galo Sánchez Ochoa
Con ocasión del estado de salud muy delicado del P. Benjamín, leamos orando por él este testimonio del p. Francisco Galo Sánchez Ochoa
Al “buen Benj´as” (así le decía Ivan Perraud con ese acento afrancesado que nunca lo dejó) lo conocí en 1978; ya había mostrado cierto interés por querer entrar al Seminario, habíamos coincidido en algunas reuniones vocacionales, pero no lo expresaba con suficiente claridad.
En ese año, mi grupo (tercero de filosofía del Seminario Regional del Norte), teníamos como encomienda atender pastoralmente la capilla del Buen Pastor, dentro de un plan pastoral diseñado para toda la institución, por parte del padre Vicente Gallo Torres y el equipo formador de ese tiempo.
Me pidieron que organizara unos Ejercicios Espirituales para jóvenes en el templo y cuando los convoqué, acudieron 8 el primer día lunes, para el martes asistieron 6, el miércoles sólo 4, y entonces como el jueves eran nada más 2, pues decidimos ahí darlo por terminado y el viernes ya no juntarnos. Para que sepan que también he tenido fallas.
El único que perseveró en toda esa semana fue precisamente el “buen Benjas”; platicamos y yo lo encaucé con el responsable de la pastoral vocacional en ese tiempo. Me hizo caso y se entrevistó.
Afortunadamente, la orientación fue buena, pues pronto me dio gusto verlo ingresar a Filosofía, como integrante del grupo de Juárez y participante de la formación filosófica.
Su grupo era muy “especial”; con una experiencia humana desconcertante tal vez, con actitudes que bien podían parecer no muy propias de un seminarista, sin embargo, el “buen Benjas” supo muy bien sortear y salir adelante. Estoy seguro que siempre con las dudas, miedos, inseguridades que todos tuvimos, pero además, porque eran tiempos nada propicios para una mayor atención al Evangelio o bien a otras cuestiones y así se mantuvo.
Posteriormente cuando pasó a Teología, debido a que sólo estaba él y organizar un año para una persona no era tan adecuado, se decidió enviarlo a Jalapa, Veracruz, para que ahí lo cursara y luego integrarse de nuevo al Regional, y así continuara con la formación. Desde luego, no por eso dejamos de vernos y seguir platicando las pocas veces en que podíamos Coincidir.
Fueron tiempos de mucha inquietud por la formación en el Seminario Regional del Norte y desde luego no pudo pasar desapercibido en su vida. Afortunadamente, don Manuel le dio permiso para que se fuera a vivir a una parroquia el último año de Teología y así hiciera equipo con los padres Héctor Villa, Efrén Hernández y René Blanco, en la Prroquia de Santo Toribio, pues integraban un equipo pastoral muy interesante y el Obispo aceptó que formara parte de él.
Ahí tuve la oportunidad de continuar acompañándolo en algunas materias y a la vez en reuniones del Prado en donde coincidimos y así creció nuestra amistad y sobre todo nos conocimos mejor.
En la carta de petición para recibir el Orden Sacerdotal, me la compartió y tuve la dicha de leerla con detenimiento. Un documento muy especial, que a mí me gustó mucho y que en ocasiones solía recordárselo, pues hablaba de que se vivían tiempos “Anti-Magníficat” y se requería mucha audacia para la respuesta.
De hecho en la homilía de su ordenación sacerdotal, don Manuel la hizo leyendo y retomando algunas de las frases escritas. Tal vez por eso me impactó y lo recuerdo con mucho gusto y esperanza. Desgraciadamente no la conservé pero espero que la pueda Recuperar.
Los siguientes momentos fueron mucho más fecundos y a la vez firmes; me tocó dejarle la Vicaría de San Vicente (pues se pensaba eregirla Parroquia, pero debido a mi cambio se pospuso y se nombró al “buen Benjas” ser el primer párroco).
Recién ordenado lo enviaron ahí para que se hiciera cargo y preparara la erección, así como el de enfrentar los problemas que le heredé y las dificultades pastorales que siempre las hay, pero también sabiendo y conociendo la gran persona que es y su respuesta siempre sencilla y de mucho respeto.
Estando precisamente como párroco, se permitió tener un año de formación para algunos sacerdotes que se encontraban en condiciones de hacerlo; ahí participaron: Pancho Herrera (R.I.P.) y Toño González, junto con Pepe Ríos; así como otros Sacerdotes que fueron liberados en sus Diócesis para tener esta experiencia. Todavía Froylán es recordado, suele reír y darle mucho gusto al mencionarle este tiempo vivido, pues los marcó muy Profundamente.
Lo mandaron a estudiar teología moral a Roma y luego lo integraron en el Seminario como formador al lado de Héctor. Ahí duró un buen tiempo y desempeñó diferentes cargos, pero siempre en referencia y presencia con el equipo del Prado de Juárez.
Por eso para muchos fue una referencia de los primeros Pradosianos en México, pues su presencia y participación siempre fue constatable, tanto en sesiones de formación como en Ejercicios Espirituales.
Le encomendaron la Parroquia de San Pedro y San Pablo (de nuevo me tocó a mí entregársela, pues estaba supliendo al Párroco debido a problemas canónicos). La gente pedía que le mandaran un sacerdote bueno y santo, por lo vivido y sufrido. Cuando supe que se trataba del “buen Benjas”, pues no dudé de la presencia y envío por parte del Espíritu Santo.
Desgraciadamente ahí se enfermó y tuvo problemas muy serios en su corazón, que le impidieron tener una vida mucho más libre, plena y audaz; estaba controlado por su hermano que es cardiólogo, quien ha estado desde entonces pendiente de él y de darle las atenciones que requiere.
A pesar de todas las limitantes, “el buen Benjas” no claudicó, siguió firme, con esa sonrisa que lo caracteriza y esa sencillez que transmite en su rostro y del cual pues es motivo de ejemplo y como no, también de fortaleza y ánimo.
Ahora requiere de nuestro apoyo y oración. Se encuentra muy delicado, inconsciente, recluido en el Paso Texas, por decisión de su hermano. El Señor Obispo don José Torres Campos y el Presbiterio han estado pendientes por su salud, y es así como estamos Informados.
Me consta que muchos fieles han estado pidiendo por él. Conozco una persona que lo conoce bien, no es muy cercana a la Iglesia y tal vez con dificultades muy serias para creer, sin embargo, platicando con ella, me dice,: “padre, no me lo va a creer, estoy rezando por el padre Benjamín, lo estimo mucho también a él, ¡cuídese por favor!”
Estos comentarios le permiten a uno alegrarse y ver cómo el Espíritu de Jesús está presente y a la vez, sin que nos fijemos, se hace actuante siempre.
Estoy confiado en que el beato Antonio Chevrier es un buen intercesor, no sólo para que se alivie, sino para permitirnos entender mejor la voluntad del Señor. Con esa misma convicción sigamos pidiendo por su pronta recuperación.
P. Francisco Galo Sánchez Ochoa