MISA YVÁN
“Siervo bueno y fiel; en lo poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor”.
(Mt 25,23)

Hace diez años que Yván regresó a Francia después de 30 años de servicio en México. Con ocasión de su despedida, el entonces Arzobispo de Tlalnepantla, Carlos Aguiar Retes, le solicitó a Yván que hiciera una narrativa de su experiencia en México que Yván presentó al presbiterio con ocasión de jueves santo del 2012.
La última revista del Prado Mexicano publicada en mayo de 2012, la número 7, “Participa en este hermoso Comabate”, páginas 125 a 153 publica íntegro el testimonio de Yván, presentado en forma de entrevista.
Transcribimos aquí algunos párrafos referentes a la palabra de Yván respecto del Prado.
¿Yván, cuándo te incorporaste al Prado?
“Yo comencé a tener contacto con el Prado en Colombia, y aunque no tuve una pertenencia formal en ese tiempo lo fui descubriendo, de modo que cuando llegué a México consideré que era para mi un camino de fortaleza interior y de acompañamiento.
Tuve encuentros con sacerdotes del norte: Juan Olloqui de Chihuahua, Benjamín Cadena, Héctor Villa, Francisco Galo y Manolo Medina de Juárez. Participe en algunas reuniones y retiros aunque en esa época no había un camino de Primera Formación propiamente.
Entre 1986 y 1987 hice el año de formación del Prado en Ciudad Juárez y de ahí en adelante seguí participando en reuniones sobre las Constituciones, las Cartas de Antonio Chevrier, el Carisma del Prado, etc. con Antonio Bravo.
También hice trabajo de animación del Prado en Tlalnepantla, Ciudad Netzahualcóyotl y Ciudad de México”.
¿Qué papel ha tenido el Prado en tu ministerio?
“Para mí, en estos treinta años, ha sido vital pertenecer a la Asociación de Sacerdotes del Prado, fraternidad de sacerdotes diocesanos; aún si en mi Arquidiócesis no se ha visualizado como algo importante, sino más bien marginal. Ahora, en estos días, estoy contento y doy gracias a Dios, porque dos sacerdotes jóvenes de la diócesis han pedido su primera formación y han sido aceptados.
Debo hacer memoria de los retiros y encuentros del Prado. Antonio Bravo, responsable general, vino muchas veces a darnos retiros muy hondos y evangélicos que me ayudaron a fortalecer mi sacerdocio en medio de muchas dificultades personales y pastorales a lo largo de todos estos años.
Continuamente en equipo nos hemos ayudado a regresar al Evangelio para contemplar a la persona de Jesús, a la vez discípulo y enviado del Padre, lleno del Espíritu para ser Buen Pastor y Buena Noticia para su pueblo abandonado; al mismo tiempo, señal de contradicción y formador de una comunidad de seguidores y colaboradores después de su Resurrección.
El Prado me invitó continuamente a no desesperar, ni de mí mismo, ni de la Iglesia. Hay en mi vida una nube de testigos entregados a Cristo y a su Pueblo que me invitaron a seguir en medio de dificultades; aquí, de México, pienso en particular en Don Bartolomé Carrasco, arzobispo de Oaxaca, su experiencia de lucha y fidelidad en medio del dolor, verdadera señal de contradicción; leer su testimonio en su libro: “Amo a la Iglesia” me fortalece; también, el mismo testimonio de Don Samuel Ruiz. Son profetas que amaron a la Iglesia abriendo caminos en fidelidad a Cristo pobre y a los pobres, crucificado y entregado como buen pan para su Pueblo”.
¿Qué papel ha tenido el Prado en tu ministerio?
“El Prado es una “gracia”, es una verdadera cantera de vida sacerdotal. Hemos de ser más fieles a ese don. Hemos de radicalizar hoy sus intuiciones clave: Jesucristo, el Evangelio, los pobres, la misión…
Creo que nos falta mayor sentido de pertenencia, de compromiso con la misma familia espiritual para aportarle tiempo, talento, energía y entrega. También sentido de corresponsabilidad en su sostenimiento.
A todos los llevo en la oración, en el afecto fraternal”.