
Un Pensamiento al Día
Antonio Chevrier nació en la ciudad de Lyon en 1826, en una sociedad en plena mutación. La expansión industrial se extendía al este de la ciudad sobre la rivera izquierda del río Ródano. Luego de su ordenación sacerdotal en 1850, Antonio Chevrier fue enviado por su obispo a la parroquia de San Andrés de la Guillotière. Era entonces un barrio miserable donde se acumulaba una nueva población proveniente de los campos en busca de trabajo. En mayo de 1856, inundaciones catastróficas marcaron al joven vicario, que comprendió la envergadura de la angustia de la gente participando activamente en los rescates.
En la noche de Navidad de 1856, la meditación ante el pesebre transformó a Antonio Chevrier: ¿de qué manera Dios viene a salvar a la gente que continúa alejándose? En la pobreza y la humildad del niño Jesús enviado por el Padre a través de este “hermoso misterio de la Encarnación”. El Padre Chevrier se decidió entonces a estudiar asiduamente el Evangelio y a seguir a Jesucristo más de cerca para permanecer al lado de los pobres. Su ministerio tomaría entonces una orientación muy determinada, para servir la obra de Dios.
En 1860, el Padre Chevrier compró un salón de baile: el Prado, en el corazón del barrio de la Guillotière. En este lugar, instaló al centro el lugar para Dios: la capilla. En el resto del edificio, recibía regularmente durante periodos de seis meses a niños y jóvenes entre los más desprovistos. Su meta era hacer que conocieran y amaran a Jesucristo. Tomando así conciencia de su dignidad, estos niños recibían las bases de una formación humana y podían retomar de esta manera su lugar en la sociedad.
En 1866, el Padre Chevrier abrió una “escuela clerical” en el Prado, para permitir la formación de seminaristas que pudieran convertirse en sacerdotes según el Evangelio para la evangelización de los pobres. Para ello, escribiría el libro El verdadero discípulo de Jesucristo. Estos fueron los primeros pasos de lo que se convertiría en la Asociación de los Sacerdotes del Prado.
Desde el principio de esta obra, se vieron asociadas jóvenes obreras y empleadas domésticas. El Padre Chevrier les propondría una vida consagrada a Cristo y a los pobres. El 2 de octubre de 1879, murió a la edad de 53 años. Cuando su cuerpo pasaba hacia la sepultura, “toda la Guillotière estaba ahí, sobre todo los pobres y los obreros. Era el amigo del pueblo pobre”.
El Padre Chevrier, sacerdote diocesano de Lyon, tuvo como único objetivo conocer, amar y seguir a Jesucristo más de cerca. Dejándose guiar y transformar por el Espíritu Santo, se sintió llamado a seguir al Enviado del Padre meditando sin cesar las acciones del Salvador en el pesebre, la cruz y el tabernáculo. Este camino es el que se nos sigue proponiendo hoy.
Robert Daviaud
Responsable General del Prado
Pensamiento día a día
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