
ANUNCIAR EL EVANGELIO «TODOS LOS DÍAS» Y «POR TODAS PARTES»
(Tomado del Artículo del P. Yves Musset: El Padre Chevrier Catequista de los Pobres)
«Nuestra obra, agregaba el P. Chevrier, es como los misioneros que parten lejos para instruir y salvar almas»1. Estudiando la vida de Nuestro Señor Jesucristo, comprueba que la evangelización de los pobres fue «su gran misión» y que él anunciaba el Evangelio «todos los días» y «por todas partes»2. La obra de la Primera Comunión es para él sólo una primera etapa que atrae muchas otras. «Cuando se nos permita, escribe, iremos a las colonias, las aldeas, los pueblos, las parroquias, reuniremos a los habitantes y daremos pequeñas conferencias al pueblo del lugar: obra de pequeñas misiones, pequeños misioneros… »3. «Desearíamos, añade, que se nos permitiera ir a enseñar el catecismo a los talleres, las fábricas, los pueblos, e incluso a las casas, para ir a buscar tantas almas que se alejan de Dios»4. En todos sus reglamentos escritos para los Sacerdotes del Prado, se menciona esta perspectiva de manera muy explícita, incluyendo el texto que presentó a aprobación del Cardenal Caverot, Arzobispo de Lyon5 en 1878.
¡Ah! Catequizar a los hombres, decía, es la gran misión del sacerdote hoy en día… Actualmente, sería necesario que fuéramos a catequizar por todas partes, a hablar sencillamente y decir a los hombres que hay un Dios, pues hay que regresar a las primeras instrucciones, decir a los hombres que hay un Dios y enseñarles a amarlo y a servirlo»6. Él habría deseado «establecer catecismos en todos los lugares en que fuera posible: debido a que la gente ya no viene a la iglesia, debemos alcanzarlos por todos los medios posibles»…7.
«¿Quién impediría dividir una parroquia en varias zonas? Ubicar en un lugar conveniente un cobertizo, una sala, una casa, e instruir al mundo cada tarde… ¡cómo cumpliríamos con nuestra tarea de predicación!»8. La Hermana Marie dice en el mismo sentido en lo que se refiere a las hermanas: «Con frecuencia oí expresar al P. Chevrier el deseo de fundar hermanas catequistas por toda la ciudad. Habría querido que tuviéramos en cada barrio un local para reunir a los niños y catequizarlos. «Las almas no vienen a nosotros, decía, es necesario que vayamos a buscarlas»9.
De la misma manera, con respecto a las Hermanas, escribió un día esta reflexión vigorosa que se encontró en sus notas personales después de su muerte: «Hoy en día, no se trata solamente de acuartelarse en una casa y ocuparse en nimiedades, en «trapos»10, en tonterías o chismes. Actualmente se necesitan hombres y cristianos de acción que instruyan al pueblo y practiquen la caridad en el mundo»11.
Del Mensaje Final de los Obispos en la Asamblea del Episcopado Latinoamericano en Aparecida
En fidelidad al mandato misionero
Jesús invita a todos a participar de su misión. ¡Que nadie se quede de brazos cruzados! Ser misionero es ser anunciador de Jesucristo con creatividad y audacia en todos los lugares donde el Evangelio no ha sido suficientemente anunciado o acogido, en especial, en los ambientes difíciles y olvidados y más allá de nuestras fronteras.
Como fermento en la masa
Seamos misioneros del Evangelio no sólo con la palabra sino sobre todo con nuestra propia vida, entregándola en el servicio, inclusive hasta el martirio.
Jesús comenzó su misión formando una comunidad de discípulos misioneros, la Iglesia, que es el inicio del Reino. Su comunidad también fue parte de su anuncio. Insertos en la sociedad, hagamos visible nuestro amor y solidaridad fraterna (Cf. Jn 13,35) y promovamos el diálogo con los diferentes actores sociales y religiosos. En una sociedad cada vez más plural, seamos integradores de fuerzas en la construcción de un mundo más justo, reconciliado y solidario.
Servidores de la mesa compartida
Las agudas diferencias entre ricos y pobres nos invitan a trabajar con mayor empeño en ser discípulos que saben compartir la mesa de la vida, mesa de todos los hijos e hijas del Padre, mesa abierta, incluyente, en la que no falte nadie. Por eso reafirmamos nuestra opción preferencial y evangélica por los pobres.
Nos comprometemos a defender a los más débiles, especialmente a los niños, enfermos, discapacitados, jóvenes en situaciones de riesgo, ancianos, presos, migrantes. Velamos por el respeto al derecho que tienen los pueblos de defender y promover “los valores subyacentes en todos los estratos sociales, especialmente en los pueblos indígenas” (Benedicto XVI, Discurso Guarulhos No.4). Queremos contribuir para garantizar condiciones de vida digna: salud, alimentación, educación, vivienda y trabajo para todos.
La fidelidad a Jesús nos exige combatir los males que dañan o destruyen la vida, como el aborto, las guerras, el secuestro, la violencia armada, el terrorismo, la explotación sexual y el narcotráfico.
Invitamos a todos los dirigentes de nuestras naciones a defender la verdad y a velar por el inviolable y sagrado derecho a la vida y la dignidad de la persona humana, desde su concepción hasta su muerte natural.
Ponemos a disposición de nuestros países los esfuerzos pastorales de la Iglesia para aportar en la promoción de una cultura de la honestidad que subsane la raíz de las diversas formas de violencia, enriquecimiento ilícito y corrupción.
En coherencia con el proyecto del Padre creador, convocamos a todas las fuerzas vivas de la sociedad para cuidar nuestra casa común, la tierra, amenazada de destrucción. Queremos favorecer un desarrollo humano y sostenible basado en la justa distribución de las riquezas y la comunión de los bienes entre todos los pueblos.
5Cf. Reglamentos, P. 107, 125, 159, 166 y 191. En el reglamento aprobado por el Cardenal Caverot, está escrito. “Nosotros desearíamos que se nos permitiera ir a enseñar el catecismo a los talleres, a los pueblos, a las casas, para ir a buscar a tantas almas que se alejan hoy de Dios y de la Iglesia. Sometemos este deseo a Su Eminencia” (Reglamentos, p. 185). Este mismo deseo se expresa de nuevo en la Súplica que el P. Chevrier hace llegar al Papa Pío IX por medio del Arzobispo de Lyon en 1877, pero en la versión final del texto eliminó las palabras “fábricas” y “talleres” que, sin duda, no habrían sido aprobadas. (Cf. J.-F. Six, p. 344; Reglamentos, p. 129 sv.).
9 Proceso de Beatificación, 1, p. 157. – “Las personas no vienen, hay que salir a buscarlas” (V.D. p. 450).