– Presbíteros–
POR UNA SANTIDAD MISIONERA
Tras las huellas de Antonio Chevrier
Jorge Mario Bergoglio
Roma, 27 de marzo de 2013.- Es una opinión difundida, avalada por numerosos testimonios, que la intención de elegir papa a Jorge Mario Bergoglio creció sensiblemente entre los cardenales la mañana del sábado 9 de marzo, cuando el entonces arzobispo de Buenos Aires intervino en la última de las Congregaciones celebradas -cubiertas por el secreto- que precedieron el cónclave.
Sus palabras golpearon en muchos. Bergoglio habló improvisado. Pero ahora tenemos sus palabras en el apunte escrito a mano por el mismo autor.
Quien hizo pública la intervención de Bergoglio en el pre-cónclave, ha sido el cardenal de la Habana, Jaime Lucas Ortega y Alamino, en la homilía de la Misa Crismal celebrada el sábado 23 de marzo en la catedral de la capital de Cuba, en presencia del nuncio apostólico, el arzobispo Bruno Musaró, los obispos auxiliares Alfredo Petit y Juan de Dios Hernández, y por el clero de la Diócesis.
La nota de Bergoglio está reproducida íntegramente más abajo. En ella algunos reconocen rasgos recurrentes en su predicación inicial como Papa. “La mundanidad espiritual” como “el peor mal de la Iglesia”. El deber de la Iglesia de salir de sí misma para evangelizar “las periferias no solo geográficas sino existenciales”.
Al igual que en otras ocasiones anteriores, también aquí Bergoglio retoma la expresión “mundanidad espiritual” del jesuita Henri De Lubac, uno de los más grandes teólogos del s.XX, creado cardenal por Juan Pablo II a edad tardía.
En su libro “Meditaciones sobre la Iglesia”, De Lubac define la mundanidad espiritual como “el mayor peligro, la tentación más pérfida, la que siempre renace insidiosamente cuando todas las otras han sido vencidas, alimentada inclusive por esta misma victoria.
Y prosigue diciendo:
“Si esta mundanidad espiritual invadiera la Iglesia y actuara para corromperla, atacándola en su mismo origen, sería infinitamente más desastrosa que cualquier otra mundanidad simplemente moral. Peor todavía que la lepra infame que en ciertos momentos de la historia desfiguró cruelmente a la Esposa amada, cuando el cobro de los impuestos parecía colocar el escándalo en su mismo santuario, y representado por una Papa libertino, ocultaba el rostro de Cristo bajo piedras preciosas y coloreadas. Un humanismo sutil, enemigo del Dios viviente, -y, en secreto, no menos enemigo del hombre puede establecerse en nosotros a través de miles de subtergugios”.
Esta cita de De Lubac está la vista en un artículo que el entonces simple jesuita Bergoglio escribió en 1991, volvió a publicar en el año 2005 a los fieles y ciudadanos de Buenos Aires, de la que se había convertido en arzobispo, y ahora reaparece en los libros editados en Italia con los textos del nuevo Papa anteriores a su elección, con el título “Cuidarse de la Corrupción”. Otra cita significativa de la nota de Bergoglio es allí donde señala los peligros de la Iglesia cuando deja de ser “misterio de la luna”.
El ”misterio de la luna” es una f´rmula a la que los Padres de la Iglesia recurrieron desde finales del siglo II para sugerir cuál es la verdadera naturaleza de la Iglesia y el obrar que le corresponde: Como la luna, la Iglesia brilla no con luz propia, sino con la de Cristo (fulget ecclesia non suo sed Christi lumine), dice San Ambrosio. Mientras que para Cirilo de Alejandría la Iglesia está bañada por la luz de Cristo, que es la única luz en el reino de las almas. Hay entonces una sola luz: en esta única luz brilla sin embargo también la Iglesia, pero que no es Cristo mismo.
Se hizo referencia a la evangelización. Es la razón de ser de la Iglesia. “La dulce y confortadora alegría de evangelizar (Paulo VI). Es el mismo Jesucristo quien, desde dentro, nos impulsa.
1. Evangelizar supone celo apostólico. Evangelizar supone en la Iglesia “parresia” de salir de sí misma. La Iglesia está llamada a salir de sí misma e ir hacia las periferias, no solo las geográficas, sino también las periferias existenciales: las del misterio del pecado, las del dolor, las de la injusticia, las de la ignorancia y prescindencia religiosa, las del pensamiento, las de toda miseria.
2. Cuando la Iglesia no sale de sí misma para evangelizar deviene autorreferencial y entonces se enferma (cf. La mujer encorvada en el Evangelio, Lc 13, 11-13) Los males que, a lo largo del tiempo, se dan en las instituciones eclesiales tienen raíz de auto referencialidad, una suerte de narcisismo teológico. En el Apocalipsis Jesús dice que está a la puerta y llama (Ap 3,20). Evidentemente el texto se refiere a que golpea desde fuera para entrar… Pero pienso en las veces que Jesús golpea desde dentro para lo dejemos salir. La Iglesia auto referencial pretende a Jesucristo dentro de sí y no lo deja salir.
3. La Iglesia cuando es auto referencial, sin darse cuenta, cree que tiene luz propia; deja de ser el “mysterium lunae” y da lugar a ese mal tan grave de la mundanidad espiritual. (Según De Lubac, el peor mal que puede sobrevenir a la Iglesia). Ese vivir para darse gloria los unos a los otrtos. Simplificando; hay dos imágenes de Iglesia: la Iglesia evangelizadora que sale de sí; “la Dei Verbum religiose audiens et fidenter proclamans” , o la Iglesia mundana que vive en sí y para sí. Esto debe dar luz a los posibles cambios y reformas que haya que hacer para la salvación de las almas.
4. Pensando en el próximo Papa: un hombre que, desde la contemplación de Jesucristo ayude a la Iglesia a salir de sí hacia las periferias existenciales, que la ayude a ser la madre fecunda que vive de “la dulce y confortadora alegría de evangelizar”.
Roma, 9 de marzo de 2013.