“SHALOM”, En la búsqueda de plenitud
P. Héctor Xavier Villa,
Ciudad Juárez.
15 enero 2023
Inauguramos una nueva sección:
– PRESBÍTEROS-
Un servicio fraternal del Prado Mexicano a todos los presbiteros…
Todavía en el inicio del año 2023, Héctor Villa responsable de formación del presbiterio de Ciudad Juárez, nos comparte este saludo y reflexión:
En el primer día del año la liturgia nos ofrece una bella bendición que Dios sugiere para su pueblo: “El Señor te bendiga y te proteja, haga resplandecer tu rostro sobre 9 y te conceda su favor. Que el Señor te mire con benevolencia y te conceda la paz” (Num. 6).
Como sabemos el término “paz” en hebreo es “shalom”. Pero “paz” en el senBdo bíblico es más que la ausencia de guerra o de conflicto, es un concepto muy rico en significados. Shalom puede sugerir: ser completo, íntegro, cabal, pleno, sano, terminado, acabado, estar colmado. Puede significar incluso, la unidad de vida tan deseada. Podemos decir también, que este término expresa la salud integral de una persona. Sin embargo, esto no significa que las enfermedades, necesidades, tristezas, vacíos y conflictos estén ausentes del sujeto que vive o aspira a vivir con armonía e integridad.
Una pregunta decisiva: ¿podemos aspirar a la plenitud en nuestras personas?, ¿podremos realmente alcanzar la unidad de vida y el “ser acabados” sabiendo de nuestras fragilidades y contradicciones, de nuestras heridas y vacíos?.
El misterio de la Navidad-Encarnación que recién hemos celebrado nos puede ayudar a meditar el camino que Dios ha querido recorrer para permiBrnos vivir en plenitud.
Celebrando el misterio de la Encarnación hemos orado con toda la iglesia: “Dios nuestro que de modo admirable creaste al hombre a tu imagen y semejanza, y de modo más admirable lo elevaste con el nacimiento de tu Hijo, concédenos par9cipar de la vida divina de aquél que ha querido par9cipar de nuestra humanidad” (oración colecta de navidad). Los textos patrísBcos en los días de navidad nos recuerdan esta profunda verdad que se puede sinteBzar en lo que afirma San Atanasio: “Pues de la unión ín9ma y estrecha del Verbo con el cuerpo humano se siguió un inmenso bien para el cuerpo de los hombres, porque de mortal que era llegó a ser inmortal, de animal se convir9ó en espiritual y, a pesar de que había sido plasmado de 9erra, llegó a traspasar las puertas del cielo” (año nuevo). En pocas palabras se puede afirmar que “Dios se ha humanado para que el hombre sea divinizado”.
La afirmación bíblica mas contundente en este tema la encontramos en 2Pe 1,4: “Por la gloria y virtud de Cristo, nos han sido concedidas las preciosas y sublimes promesas, para que por ellas os hiciérais parOcipes de la naturaleza divina, huyendo de la corrupción que hay en el mundo por la concupiscencia”. Según la Biblia de Jerusalen, aquí esta uno de los apoyos de la doctrina de la “deificación” entre los Padres griegos.
Como podemos ver la gran tarea es llegar a la plena madurez de Cristo. Alcanzar la estatura de Cristo (Ef. 4,13). En realidad esto es un don divino aunque supone también “trabajar con sumo cuidado de nuestra parte” (cf. Fil. 2,12)
Todo crisBano esta llamado a parBcipar del ser divino del Hijo. La literatura patrísBca no se cansa de repeBr “el Hijo se ha humanado para que el hombre fuera divinizado”.
Nos preguntamos todavía, ¿cuál es el camino que Jesús ha recorrido para conducirnos a la plenitud y hacernos par_cipes de su divinidad? Seguramente lo hemos meditado: Jesús se ha puesto en movimiento saliendo de sí mismo. Estando en comunión con el Padre no se ha aferrado ni codició el ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo, ha venido a nuestro encuentro y ha puesto su morada entre nosotros asumiendo nuestra condición humana. Su vida pública ha sido un permanente salir al encuentro de los hombres anunciando el evangelio del Reino, especialmente a los más pobres y necesitados. San Pedro resume el ministerio de Jesús como quien “pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo porque Dios estaba con él” (Jn. 1,14; Hech. 10,38; Fil. 2,6s).
Nuestros obispos anotan que toda la vida de Jesús es un referente para nuestra existencia, toda su vida es redentora: desde el pesebre, su familia, Nazareth, sus pasiones y acciones en favor de construir la humanidad nueva, el Reino de Dios hasta su pasión, muerte y resurrección (PGP 112-129). Por esto hemos de estar contemplando, aprendiendo a vivir nuestro ministerio, cada día desde Jesús y en él.
Sabemos que todo esto lo vivió no sin dificultad y resistencias, los evangelios son tesBmonio vivo del camino del Señor: “vino a los suyos, pero los suyos no lo recibieron”. El autor de la carta a los Hebreos plantea de manera original este camino cuando afirma que Jesús, “habiendo ofrecido en los días de su vida mortal ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas al que podía salvarlo de la muerte, fue escuchado por su ac9tud reverente, y aun siendo Hijo, por los padecimientos aprendió la obediencia y llegado a la perfección se convir9ó en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen proclamado por Dios sumo sacerdote a la manera de Melquisedec” (5,7-10). Es muy original la manera como el autor subraya los rasgos de la humanidad de Jesús: su vida mortal, sus ruegos y súplicas, sus gritos y lágrimas, su reverencia ante el Padre. El camino de aprendizaje y obediencia.
En Heb. 2,10 el autor escribe: “Convenía, en verdad, que Aquel por quien es todo y para quien es todo, llevara muchos hijos a la gloria, perfeccionando mediante el sufrimiento al que iba a guiarlos a la salvación”. Notemos que Jesús es “perfeccionado” mediante el sufrimiento. Este es un concepto que el autor repite en la carta en relación a Jesús (cf. 2,10; 5,9; 7,28). El autor urge a sus lectores a la “madurez-perfección” (5,11-6,1) e invita a fijar la mirada en Cristo “perfeccionador” de la fe (12,2).
El término “perfeccionar”, “alcanzar perfección” en griego, es rico en significados: “llegar a, o alcanzar un fin”, “terminar, concluír”. También puede significar el acto de traer algo o alguien a un estado de integridad o perfección, es decir “hacer completo y perfecto” (en pasivo, es decir: “ser completado, perfeccionado”), no Bene nada que ver con un senBdo moral de perfección que es algo que normalmente nos suscita este término.
El autor afirma que Jesús “fue perfeccionado mediante el sufrimiento”, pero ¿puede alguien ser perfeccionado, alcanzar perfección por medio del sufrimiento, del dolor?
El senBdo de este texto habrá que entenderlo desde una “comprensión vocacional”. Jesús ha vivido su vocación y misión “hasta el extremo”, “a fondo”, podemos decir “sin escaBmar nada”. El autor de la carta nos invita a captar el misterio de Jesús en su perspecBva amplia y total: Tiene relación con su ascensión y entronación como el “coronado con gloria y dignidad” desBnado a regir sobre todo en “el mundo por venir” (2,5-9); Ciertamente incluye “el sufrimiento de muerte”, que es el fundamento de su exaltación (2,9), implica también, la totalidad de su experiencia de encarnación, a través de la cual el llegó a ser “un sumo sacerdote fiel y misericordioso” (2,17), en parBcular sus sufrimientos, que lo han “capacitado” para ayudar a los que son “probados” (2,18).
El autor propone que lo central no es subrayar la singularidad de los logros de Cristo. El perfeccionamiento de Cristo “por el sufrimiento” ofrece un modelo para el discipulado crisBano. Ellos en medio de sus dificultades pueden tener la certeza de su victoria, si ellos comparten su fe y manifiestan la misma calidad de perseverancia ante la hosBlidad y el sufrimiento y recorren su mismo camino. (10,19s; 12,1s).
Hemos dicho antes que en Jesucristo “Dios se ha humanado para que el hombre sea divinizado”. Pasada la fiesta de la Epifanía, al celebrar el BauBsmo de Jesús, pensaba en como este camino, Jesús no lo recorre sólo. Es el Padre el que le acompaña, lo bendice, lo hace fuerte y le permite avanzar hasta el final en su misión. Esto no se ha realizado de manera automáBca. Jesús ha recorrido todo un camino y un proceso progresivo desde su pre-existencia, su camino de encarnación y comunión con la humanidad hasta su exaltación. El tuvo que asemejarse en todo a sus hermanos, para ser un sumo sacerdote misericordioso y fiel en lo que toca a Dios, y expiar los pecados del pueblo (Heb. 2,17).
El autor de la carta recomienda: “somos compañeros de Cristo, a condición de que mantengamos firme hasta el fin la posición del comienzo” (3,14). El camino de perfección de Jesús no es otro sino dejarse conducir por el dinamismo de la caridad del Padre, aun cuando implicó aprendizaje, lagrimas, sumisión y obediencia, docilidad y abandono.
Al iniciar este nuevo año 2023, hacemos extensivo el buen deseo y bendición con el que hemos iniciado el primer día (Num. 6). Deseo en verdad que el Señor nos conceda su paz en el senBdo de recibir este don y de buscar y trabajar por ser íntegros, cabales, plenos, sanos, acabados, estar colmados. Hombres no divididos que alcanzan su unidad en Cristo, con un corazón íntegro. Esa plenitud a la que todos aspiramos.
¿Qué nos depara este nuevo año? Dios lo sabe. Nosotros somos invitados a tener como referente a Cristo, a aprender con él a vivir con humildad y sencillez, en fraternidad y comparBr. A ser perseverantes y trabajar de manera incesante y disciplinada en nuestra vocación y salvación como buenos atletas o soldados (Fil. 2,12; 1Cor. 9,24) Abiertos a la gracia para que se nos permita entrar en este camino de configuración con Cristo, de divinización de nuestras vidas, de ser otros Cristo para nuestros hermanos.