RECORDAR LAS ORIENTACIONES DE LA ASAMBLEA 2019
LA ADHESIÓN A JESUCRISTO: EL ES “EL CENTRO HACIA EL CUAL TODO DEBE CONVERGER”.
En este año 2022 tendremos que asumir una más de las tres orientaciones faltantes; tendremos en cuenta que en el año 2023 tendremos que preparar la Asamblea del Prado Mexicano. Ha parecido conveniente recordar las orientaciones, para que en lo personal y en equipo podamos discernir el llamado que el Señor nos está haciendo.
I. EL MINISTERIO, DISCÍPULOS Y TESTIGOS DEL DON DE DIOS.
Por un don gratuito de su benevolencia, el Padre y Creador de todos quiere congregar a sus hijos dispersos; nos llama a creer en su Hijo Jesucristo, en su Iglesia, para ser testigos de la Buena Nueva de su amor a todos los hombres.
En este camino de fe en Jesucristo, nosotros acogemos, con un corazón agradecido, la llamada a ser sus testigos y sus apóstoles en el ministerio sacerdotal para la construcción del Reino, engendrando otras personas por la fe en Jesucristo por medio del Evangelio (Cf. 1 Cor 4,15), constituyendo así la Iglesia de Cristo, para que todos los hombres se salven y puedan conocer la verdad (1 Tim 2,4).
Acogemos el don del ministerio presbiteral como nuestro camino de fe para llegar a ser verdaderos discípulos del Señor Jesús. En el ministerio que nos ha sido confiado, somos llamados a vivir el dinamismo de la fe, siguiendo de cerca a Jesucristo, Pastor y Servidor de todos. Recibimos nuestro ministerio del Señor dentro de la comunidad de los discípulos, lo vivimos con ella, para construirla como una comunidad misionera que sale al encuentro y al servicio de todos los hombres.
Necesitamos profundizar sin cesar en la comprensión teológica del ministerio sacerdotal, ante las tentaciones de funcionario, de clericalismo y «otras tentaciones, en cuanto agentes de la pastoral» (EG 76-109) para discernir nuestro camino de conversión en el ministerio presbiteral
1.Cultivando una relación cercana y profunda con Jesucristo, en la oración y el estudio de Evangelio, buscaremos continuamente crecer en nuestra actitud de discípulos, llamados a vivir este ministerio en acción de gracias y con alegría, como colaboradores del Espíritu Santo para la evangelización de los pobres, siendo del todo conscientes de que llevamos un tesoro en vasijas de barro (2 Co 4,7). Con plena conciencia de nuestra pequeñez, en el camino la llamada a la santidad, a configurarnos con Cristo, a través del Pesebre, la Cruz y el Tabernáculo, como lo propone el Padre Chevrier (Cuadro de Saint-Fons). Cultivar nuestra vida de oración, crecer en la fidelidad al Estudio de Evangelio y retomar las enseñanzas del VD («Sígueme en mis combates») son decisiones que necesitamos tomar sin cesar en nuestra vida pradosiana.
2.Con todos los sacerdotes, participamos en el único ministerio de Jesucristo, el Buen Pastor. Así trataremos de vivir con alegría y coraje la comunión dentro de nuestros presbiterios diocesanos y con nuestros Obispos. Buscaremos crecer en la fraternidad y la corresponsabilidad en la misión (Cf. Const. 68). El Padre Chevrier quiso formar apóstoles pobres para la evangelización de los pobres. Es una tarea que también nosotros somos llamados a vivir en la fraternidad dentro de nuestros presbiterios.
3.El Enviado del Padre entró en el mundo por el camino de la pobreza hasta darse totalmente en la cruz. Por este mismo camino de pobreza y de entrega, nosotros somos llamados a seguirle más de cerca, en un ministerio de vida pobre, en una Iglesia pobre, al servicio de la evangelización de los pobres de este mundo… «lo mismo que Cristo realizó en la pobreza y en la persecución la redención, así la Iglesia está también llamada a entrar en este mismo camino para comunicar a los hombres los frutos de la salvación» (LG 8).
Las situaciones no pertinentes de la Iglesia en algunos lugares y su descrédito en otros, nos animan a renovar la llamada a vivir gratuitamente el ministerio, en la proximidad a los pobres, en la pobreza y la simplicidad, que son las fuentes de credibilidad para nuestro ministerio, como lo señala el Padre Chevrier: «En la pobreza, el sacerdote encuentra su fuerza, su poder y su libertad» (Cf. VD p. 519).
4.El ministerio presbiteral es un ministerio profético (Cf. 1 Tim 4,14), «un ministerio espiritual», decía el Padre Chevrier. Anunciando a Jesucristo a los pobres, manifiesta el amor del Padre que sale al encuentro de sus hijos, dispuesto a darlo todo, sin esperar otra cosa que no sea reconocer, recrear y amar en cada persona la imagen del Hijo. Necesitamos profundizar en el sentido y la manera de vivir como una profecía la vida sacerdotal, en un «ministerio espiritual».
II. EL CARISMA DEL PRADO
El Carisma del Prado: Acoger, cultivar y comunicar el don de Dios transmitido a la Iglesia por el Padre Chevrier para la Evangelización de los pobres. “La Asociación de Sacerdotes del Prado es fruto de una gracia concedida por el Espíritu Santo a la Iglesia en la persona de Antoine Chevrier, sacerdote de la diócesis de Lyon, para la evangelización de los pobres” (Const. 1).
1. El carisma del Prado se inscribe en el dinamismo de la gracia de Dios, trata de construir la Iglesia en su misterio de comunión y misión, a imagen de la comunión trinitaria. Un carisma es la manifestación del Espíritu Santo, a través de sus testigos, para la construcción de toda la Iglesia en su misión de sacramento universal de salvación.
2. Nosotros acogemos el carisma del Prado a la luz de la experiencia espiritual de A. Chevrier en la noche de Navidad de 1856: contemplando la pobreza del Enviado del Padre que viene a buscar a los hombres, él se decide a conocer, amar y seguir a Jesucristo para trabajar más eficazmente para la salvación de las almas.
Necesitamos crecer en la comprensión del Prado como un carisma ofrecido a toda la Iglesia a través de aquellos que han sido llamados a acogerlo, a vivirlo y a ser testigos por medio de las diferentes expresiones de la familia del Prado.
3. Los carismas pertenecen a la Iglesia. Ella es quien los reconoce como un don para todos y los confía a los que se sienten llamados por Dios a ser los testigos de este don. Por eso, este don es presentado de la manera establecida de modo que permita vivirlo y ofrecerlo a todos. Así es como el carisma del Prado ha tomado forma de Instituto Secular, constituido por sacerdotes diocesanos y laicos consagrados. De ahí que tengamos necesidad de profundizar sin cesar en el carisma del Prado, ya que «somos llamados a conformarnos a Cristo en su caridad. Este amor nos impulsa a comprometernos en el camino que él mismo ha tomado» (Const.47)
4. Acogemos este carisma como un don que orienta en nosotros la gracia del Bautismo y el don de la vocación sacerdotal; de tal suerte que somos llamados a acoger, cultivar y representar – para el bien de toda la Iglesia- el dinamismo que anima la misión de Jesucristo, anunciar la Buena Noticia a los pobres. Nosotros debemos reproducir, en el exterior y en el interior, las virtudes de Jesucristo, su pobreza, sus sufrimientos, su oración, su caridad. La configuración con Cristo por la práctica de los consejos evangélicos, nos llama a representar a Jesucristo pobre en su pesebre, a Jesucristo sufriendo en su Pasión, a Jesucristo dejándose comer en la Santa Eucaristía (Ms X 642) (Cf. VD p.101), para que los pobres sean evangelizados. Profundizar en las fuentes del carisma es una tarea indispensable para una actualización fiel del carisma en nuestra vida y para nuestro Tiempo.
5. Vivir y renovar el carisma supone volver siempre a su raíz en la comunión trinitaria y acogerlo de nuevo cada día como un don y una llamada de Dios. Porque se trata de una vocación que estamos llamados a vivir ante Dios, en medio de los pobres en la comunidad eclesial. El Prado no es, pues, solamente una espiritualidad ni un movimiento, ni tampoco una especie de asociación libre, con un cierto tipo de métodos apostólicos, sino que tiene «una orientación apostólica que debe ser nuestra característica» (Const. 25).
Esta orientación es una respuesta a una vocación que es al mismo tiempo una conversión que cambia nuestra vida, y una llamada de Dios a ser testigos de un don para toda la Iglesia. La acogida de la vocación pradosiana y su discernimiento son una tarea que pide tiempo, que requiere un acompañamiento de cercanía y la oración de todos. Estos elementos aportan la claridad necesaria a la hora de discernir los criterios.
6. Un carisma específico supone una formación específica. Como lo indican las Constituciones ‘el trabajo de formación de las personas ocupa el primer lugar en la Asociación de los Sacerdotes del Prado’ (Const. 76). Necesitamos repensar, mejorar y unificar los procesos de formación, estando particularmente atentos a la calidad de los equipos de base y a la formación de los formadores.
7. El carisma es vivido, actualizado y comunicado a otros siendo testigos de este don. Nuestra vocación, entonces, es vivir como testigos visibles del don que es el Prado para los demás, en nuestro presbiterio, en la vida de nuestra Iglesia local y en medio de los pobres a los que somos Enviados.
Vivir y renovar el carisma supone volver siempre a su raíz en la comunión trinitaria y acogerlo de nuevo cada día como un don y una llamada de Dios. Porque se trata de una vocación que estamos llamados a vivir ante Dios, en medio de los pobres en la comunidad eclesial. El Prado no es, pues, solamente una espiritualidad ni un movimiento, ni tampoco una especie de asociación libre, con un cierto tipo de métodos apostólicos, sino que tiene «una orientación apostólica que debe ser nuestra característica» (Const. 25).
Esta orientación es una respuesta a una vocación que es al mismo tiempo una conversión que cambia nuestra vida, y una llamada de Dios a ser testigos de un don para toda la Iglesia. La acogida de la vocación pradosiana y su discernimiento son una tarea que pide tiempo, que requiere un acompañamiento de cercanía y la oración de todos. Estos elementos aportan la claridad necesaria a la hora de discernir los criterios.
8. Un carisma específico supone una formación específica. Como lo indican las Constituciones ‘el trabajo de formación de las personas ocupa el primer lugar en la Asociación de los Sacerdotes del Prado’ (Const. 76). Necesitamos repensar, mejorar y unificar los procesos de formación, estando particularmente atentos a la calidad de los equipos de base y a la formación de los formadores.
9. El carisma es vivido, actualizado y comunicado a otros siendo testigos de este don. Nuestra vocación, entonces, es vivir como testigos visibles del don que es el Prado para los demás, en nuestro presbiterio, en la vida de nuestra Iglesia local y en medio de los pobres a los que somos Enviados.
III. ANUNCIAR EL EVANGELIO A LOS POBRES.
“Mi deseo, decía el Padre Chevrier, sería preparar buenos catequistas en la Iglesia y formar una asociación de sacerdotes que trabajen con este fin1”.
Los hijos e hijas del Padre Chevrier se reconocen enviados en misión, junto con otros, para que el signo mesiánico del anuncio del Evangelio a los pobres siga siendo siempre ofrecido al mundo (Lc 4,17-21).
1. Para profundizar y actualizar el sentido de esta misión particular, nos parece importante trabajar por encontrar la fuente en los escritos de nuestro Fundador, releer nuestras Constituciones y también los textos del Magisterio, que no cesan de interpelarnos sobre este tema.
2. La expresión « evangelización de los pobres » debe comprenderse en los dos sentidos siguientes : el anuncio de la Buena Nueva de Jesucristo a los pobres1 y el anuncio de la salvación en Jesucristo por los mismos pobres2. En efecto, los pobres tienen el derecho y la necesidad de conocer, de amar y de seguir a Jesús, puesto que ellos son los destinatarios privilegiados de la Buena Noticia. Los pobres que han encontrado a Cristo pueden llegar a ser, a su vez, evangelizadores en el seno de la Iglesia.
3. ¿Quiénes son los pobres? Necesitamos actualizar nuestra mirada sobre los pobres y sobre las nuevas pobrezas en nuestras sociedades. Las pobrezas materiales que maltratan a la humanidad: migraciones, maltrato, aislamiento o vejez, esclavitudes modernas; las pobrezas espirituales, entra las cuales el desconocimiento de Jesucristo es la primera de todas, y las pobrezas que se derivan de las heridas infringidas a nuestra casa común, como nos dice el Papa Francisco en Laudato sí. Y sabemos lo entrelazado que va todo hoy.
1 Cartas n° 143
2 Ver en nuestras Constituciones los N° 21, 44, et 45; ver también Evangelii Gaudium (200)
3 VD218 y EG98
4. Debemos comprometernos en la búsqueda de una nueva manera de vivir, de un estilo de vida que nos hará más aptos para anunciar el Evangelio a los pobres hoy. Dicho de otra manera, se trata de retomar a nuestra cuenta el camino de Antonio Chevrier, que había comprendido que Cristo se hizo pobre para congregar a «los pobres, los pecadores y los ignorantes» y para salvar a todos los hombres, él «se decidió a seguir» el mismo camino de pobreza de Jesús».
5. Nuestro proceso debe llevarnos a buscar cómo asumir nuestra propia pobreza de hombres, y las pobrezas de nuestra Iglesia; cómo actualizar y poner en práctica lo que Antonio Chevrier llama «la regla de lo necesario».
6. Queda una urgencia: formar discípulos -misioneros, catequistas pobres para los pobres. Es lo que nos recuerdan nuestras Constituciones en el N° 46: Con el conjunto del pueblo de Dios todos debemos sentirnos responsables de suscitar vocaciones de sacerdotes y de otros apóstoles consagrados a la evangelización de los pobres, en particular entre los pobres».
7. El camino del Cuadro de Saint-Fons no es un camino reservado a algunos privilegiados o a una élite. Este camino de santidad es un camino de discípulo propuesto a todos. Se trata de encontrar cómo proponer de nuevo este camino a todos, cómo caminar con todos, en particular con los pobres. Buscaremos, así, como nos invitan las Constituciones en el N9 44, vivir «la solidaridad con los pobres», «compartir sus aspiraciones, sus iniciativas para sobrevivir y sus luchas por la justicia». En el fondo, de lo que se trata es de compartir el Evangelio con ellos.
8. Pensamos que la familia pradosiana es una oportunidad de consagración secular para el crecimiento de sus miembros y la formación de otros apóstoles pobres para evangelizar a los pobres. Para vivir en comunión en la misma misión de la Evangelización de los pobres, nos hará falta trabajar por discernir lo que el Espíritu hace en nosotros y en otros para llegar a ser cada vez más colaboradores del Espíritu.
Consejo General
Vivir y renovar el carisma supone volver siempre a su raíz en la comunión trinitaria y acogerlo de nuevo cada día como un don y una llamada de Dios. Porque se trata de una vocación que estamos llamados a vivir ante Dios, en medio de los pobres en la comunidad eclesial. El Prado no es, pues, solamente una espiritualidad ni un movimiento, ni tampoco una especie de asociación libre, con un cierto tipo de métodos apostólicos, sino que tiene «una orientación apostólica que debe ser nuestra característica» (Const. 25).
Esta orientación es una respuesta a una vocación que es al mismo tiempo una conversión que cambia nuestra vida, y una llamada de Dios a ser testigos de un don para toda la Iglesia. La acogida de la vocación pradosiana y su discernimiento son una tarea que pide tiempo, que requiere un acompañamiento de cercanía y la oración de todos. Estos elementos aportan la claridad necesaria a la hora de discernir los criterios.
6. Un carisma específico supone una formación específica. Como lo indican las Constituciones ‘el trabajo de formación de las personas ocupa el primer lugar en la Asociación de los Sacerdotes del Prado’ (Const. 76). Necesitamos repensar, mejorar y unificar los procesos de formación, estando particularmente atentos a la calidad de los equipos de base y a la formación de los formadores.
7. El carisma es vivido, actualizado y comunicado a otros siendo testigos de este don. Nuestra vocación, entonces, es vivir como testigos visibles del don que es el Prado para los demás, en nuestro presbiterio, en la vida de nuestra Iglesia local y en medio de los pobres a los que somos enviados.
IV. LA ADHESIÓN A JESUCRISTO:
EL ES “EL CENTRO HACIA EL CUAL TODO DEBE CONVERGER”
«Conocer a Jesucristo lo es todo. Todo se encierra en el conocimiento de Dios y de Nuestro Señor Jesucristo» (Cf. VD p.113). Compartiendo esta convicción del Padre Chevrier, queremos poner a Jesucristo en el centro de nuestra vida de discípulo y apóstol: «Él es el centro hacia al cual todo debe converger» (Cf. VD p.104). Cuando tratamos de buscar cómo conocer, amar y seguir mejor a Jesucristo y anunciarlo mejor a los pobres, estamos en el centro de nuestra identidad pradosiana.
1. El conocimiento de Jesucristo es un don de Dios. Es ese «atractivo interior que nos impulsa hacia Jesucristo», «un sentimiento interior lleno de admiración por Jesucristo» (Cf. VD p. 119). Este don de Dios hay que cultivarlo, cuidarlo, reavivarlo con los medios de la oración y de los sacramentos. Para acogerlo mejor siempre, buscamos darle todos los días el lugar primero en nuestra vida.
Estamos llamados a redescubrir la acción del Espíritu Santo en la vida del Padre Chevrier y en la nuestra: es él quien nos hace conocer a Jesucristo.
2. «Para crecer en el conocimiento de Jesucristo, nos comprometemos a estudiar, de manera habitual, el Evangelio y a hacer que pase a nuestras vidas» (Const. 37). En nuestra experiencia pradosiana, el conocimiento de Jesucristo es el fruto del estudio de Nuestro Señor Jesucristo.
3. Antoine Chevrier expresa la centralidad de Jesucristo en su vida en estos términos: «Estudiar a Jesucristo en su vida mortal, en su vida eucarística, será todo mi estudio». Queremos volver a encontrar el sentido profundo de este Estudio de Jesucristo en el Estudio del Evangelio (vida mortal) y en la Eucaristía, sin olvidar que los pobres nos muestran el rostro de Jesucristo. En este Estudio, podemos acoger su Espíritu que nos envía a la misión.
4. Es por esto por lo que nosotros somos llamados no solamente a renovar nuestra decisión de comprometernos en este estudio de Jesucristo, sino también a encontrar caminos de perseverancia en este trabajo apostólico que sabemos que es vital. Necesitamos tomar conciencia de que el Estudio de Evangelio a la manera del Padre Chevrier nos hace conocer, amar y seguir a Jesucristo más de cerca.
5. El Estudio del Evangelio es un don, un tesoro para el discípulo y el apóstol. Esto nos obliga a elegir, a la hora de asegurar este estudio, que queremos que sea «habitual». Para ello debemos contar con nuestros equipos de base como los lugares donde se nos interpela y donde damos cuenta de nuestros estudios, con el fin de hacer crecer en nosotros el «atractivo interior que nos impulsa hacia Jesucristo». Así podremos consentir dejarnos poseer por Jesucristo en este trabajo. Obra de su Espíritu.
6. El Estudio de Nuestro Señor Jesucristo en su vida mortal y en su vida eucarística no puede quedarse en devoción personal. Nos orienta hacia la misión. Por eso somos llamados a trabajar para profundizar en la dimensión apostólica del Estudio del Evangelio: hacer la experiencia de que este estudio nos configura a Cristo, capacitándonos del todo para ser sus testigos.
V. ANUNCIAR EL EVANGELIO A LOS POBRES.
“Mi deseo, decía el Padre Chevrier, sería preparar buenos catequistas en la Iglesia y formar una asociación de sacerdotes que trabajen con este fin1”.
Los hijos e hijas del Padre Chevrier se reconocen enviados en misión, junto con otros, para que el signo mesiánico del anuncio del Evangelio a los pobres siga siendo siempre ofrecido al mundo (Lc 4,17-21).
9. Para profundizar y actualizar el sentido de esta misión particular, nos parece importante trabajar por encontrar la fuente en los escritos de nuestro Fundador, releer nuestras Constituciones y también los textos del Magisterio, que no cesan de interpelarnos sobre este tema.
10. La expresión « evangelización de los pobres » debe comprenderse en los dos sentidos siguientes : el anuncio de la Buena Nueva de Jesucristo a los pobres3 y el anuncio de la salvación en Jesucristo por los mismos pobres4. En efecto, los pobres tienen el derecho y la necesidad de conocer, de amar y de seguir a Jesús, puesto que ellos son los destinatarios privilegiados de la Buena Noticia. Los pobres que han encontrado a Cristo pueden llegar a ser, a su vez, evangelizadores en el seno de la Iglesia.
11. ¿Quiénes son los pobres? Necesitamos actualizar nuestra mirada sobre los pobres y sobre las nuevas pobrezas en nuestras sociedades. Las pobrezas materiales que maltratan a la humanidad: migraciones, maltrato, aislamiento o vejez, esclavitudes modernas; las pobrezas espirituales, entra las cuales el desconocimiento de Jesucristo es la primera de todas, y las pobrezas que se derivan de las heridas infringidas a nuestra casa común, como nos dice el Papa Francisco en Laudato sí. Y sabemos lo entrelazado que va todo hoy.
1 Cartas n° 143
2 Ver en nuestras Constituciones los N° 21, 44, et 45; ver también
Evangelii Gaudium (200)
3 VD218 y EG98
12. Debemos comprometernos en la búsqueda de una nueva manera de vivir, de un estilo de vida que nos hará más aptos para anunciar el Evangelio a los pobres hoy.
Dicho de otra manera, se trata de retomar a nuestra cuenta el camino de Antonio Chevrier, que había comprendido que Cristo se hizo pobre para congregar a «los pobres, los pecadores y los ignorantes» y para salvar a todos los hombres, él «se decidió a seguir» el mismo camino de pobreza de Jesús».
13. Nuestro proceso debe llevarnos a buscar cómo asumir nuestra propia pobreza de hombres, y las pobrezas de nuestra Iglesia; cómo actualizar y poner en práctica lo que Antonio Chevrier llama «la regla de lo necesario».
14. Queda una urgencia: formar discípulos -misioneros, catequistas pobres para los pobres. Es lo que nos recuerdan nuestras Constituciones en el N° 46: Con el conjunto del pueblo de Dios todos debemos sentirnos responsables de suscitar vocaciones de sacerdotes y de otros apóstoles consagrados a la evangelización de los pobres, en particular entre los Pobres».
15. El camino del Cuadro de Saint-Fons no es un camino reservado a algunos privilegiados o a una élite. Este camino de santidad es un camino de discípulo propuesto a todos. Se trata de encontrar cómo proponer de nuevo este camino a todos, cómo caminar con todos, en particular con los pobres. Buscaremos, así, como nos invitan las Constituciones en el N9 44, vivir «la solidaridad con los pobres», «compartir sus aspiraciones, sus iniciativas para sobrevivir y sus luchas por la justicia». En el fondo, de lo que se trata es de compartir el Evangelio con ellos.
16. Pensamos que la familia pradosiana es una oportunidad de consagración secular para el crecimiento de sus miembros y la formación de otros apóstoles pobres para evangelizar a los pobres. Para vivir en comunión en la misma misión de la Evangelización de los pobres, nos hará falta trabajar por discernir lo que el Espíritu hace en nosotros y en otros para llegar a ser cada vez más colaboradores del Espíritu.
Consejo general