SUBSIDIO DE PREPARACIÓN A LA HOMILÍA DEL 2do DOMINGO DE PASCUA
Domingo de la Misericordia
– Sopló sobre ellos –
( Juan 20, 22 )
Domingo 11 de abril de 2021
Lecturas bíblicas: Hech 4, 32-35; Salmo 117; 1Jn 5, 1-6; Jn 20, 19-31
Evangelio de Jesucristo según san Juan
Capítulo 20, versículos 19 al 31
“Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La paz esté con ustedes!». Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes» Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió «Reciban al Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan». Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: «¡Hemos visto al Señor!». Él les respondió: «Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré». Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: «¡La paz esté con ustedes!». Luego dijo a Tomás: «Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe». Tomas respondió: «¡Señor mío y Dios mío! Jesús le dijo: «Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!». Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro. Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre”.
Puntos a considerar como más significativos.
• De un domingo al otro
Jesús no es un cometa que pasa a una hora fija, pero el evangelista es preciso: las dos “escenas” de este texto suceden un domingo. Mientras que el pueblo de Israel tenía tanta reverencia al sábado, los cristianos se reúnen en domingo, un día nuevo para una vida nueva. ¿Qué lugar doy al Señor en el ritmo de mi semana? ¿Cómo celebro el “día de la resurrección”? Señor, tú que das su peso a los días, a las semanas, acompáñame, semana tras semana.
• La Paz esté con ustedes…
¿Qué paz viene a ofrecer Jesús a los discípulos encerrados por el miedo? ¿La paz con sus adversarios, los mismos que crucificaron a Jesús? ¿La paz entre ellos mismos, al momento en que traiciones, negaciones y abandonos desfiguraron al grupo de los Doce durante la Pasión? ¿La paz de su corazón mientras que han perdido a su maestro? Todavía se requerirá tiempo para que la paz se despliegue en todas sus dimensiones… Señor, ayúdame a comenzar a vivir tu paz por todas partes ahí donde es posible…
• Yo los envío
Los discípulos todavía no han comprendido nada; Tomás todavía no ha tenido tiempo para ser incrédulo y sin embargo Jesús ya pone su confianza en ellos: “Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes”. No saldremos de nuestras dudas o de nuestras dificultades solamente resolviéndolas, sino aceptando la misión del Señor, descentrándonos de nosotros mismos. Señor, concédenos la fuerza de esta descentralización y sostén a aquellos a quienes esto parece imposible.
• Soplo…
Jesús sopla, sopla sobre sus discípulos como el creador sopla sobre Adán para darle la vida (Gn 2, 7), sopla como el liberador sopló sobre el mar para dividirlo en dos y abrir un pasaje para los Hebreos (Ex 15, 8), sopla como Tobías el sanador sopla sobre los ojos de los enfermos (Tb 6, 9)… Señor, a mí que con frecuencia me falta el soplo, concédeme tu energía, envía a tu espíritu creador, liberador y sanador.
• El perdón de los pecados
Dios puede perdonar los pecados sin la ayuda de los discípulos… entonces, ¿por qué les confía esta tarea? Cuando recibimos el perdón de parte de la Iglesia, escuchamos una palabra, salimos de la incertidumbre, podemos decir al pasado: “Dios me ha perdonado”, para vivir el futuro… esta es la fuerza del perdón recibido. Y como Iglesia, esta responsabilidad nos obliga a escuchar, a poner atención a todos… es la fuerza del perdón concedido. Señor, concédeme recibir esta misión, aceptando y proponiendo el perdón de Dios.
• ¿Yo creo?
En la Iglesia, proclamamos con alegría la resurrección de Cristo, nos refugiamos en ella cuando todo se derrumba o cuando se acerca la muerte… pero esto sigue siendo difícil de creer, ¿acaso no hay un “Tomás” en mí? Entonces, ¿tendré la fuerza para actuar como Tomás: expresar mi duda a los demás, confiarla al Señor para que él pueda responderme, para un día poder decir con Tomás: “Señor mío y Dios mío”?
• Tener vida en su nombre
“Para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre”. Esta primera conclusión del evangelio de Juan (enseguida completada por el encuentro en las orillas del lago) repite el reto del evangelio: anclarnos en la fe. Pero esta fe no es algo fijo o adquirido de una vez por todas. La fe debe permitirnos “tener vida en su nombre”, es decir, vivir a fondo, plenamente y con él, en función de él. En estos días de Resurrección, reencontremos esta fuerza viva, deshagámonos de aquello que con frecuencia se implanta en la fe y nos impide vivirla: pretensiones, rigideces, distancias… Sí, Señor, ven a despertar, a llenar de vida, a resucitar nuestras comunidades y nuestros corazones.
Orar al centro del mundo con el Papa Francisco
Por aquellos que, arriesgando su vida, luchan por los derechos fundamentales bajo las dictaduras, los regímenes autoritarios, pero también en las democracias en crisis.
La primera reacción de Tomás está llena de buen juicio. Su honestidad intelectual y su libertad de palabra en un grupo todavía bajo shock son, de hecho, un aliento a atrevernos a decir libremente cuando nos parece difícil creer. Pues no es tan fácil creer.
Surgen bastantes preguntas al respecto: ¿dónde estaba Tomás la noche de la Resurrección? ¿Por qué no estaba con los demás? ¿Recibió también al Espíritu Santo? ¿Qué sucedió en el grupo en su ausencia y cuando él tomó la palabra? Retengamos en todo caso la fuerza del lazo que existe entre él y su maestro. Claramente el soplo del Espíritu lo llevó a una fe todavía más amorosa.
Alegrémonos de no creerlo todo de la misma manera. Y seamos atentos a los “Tomás” de hoy en día que nos ayudan a creer con más profundidad y menos ingenuidad.