SUBSIDIO PARA LA HOMILÍA DEL SÉPTIMO DOMINGO DE PASCUA
– Yo también los envío al mundo–
(Jn 17,18)
Domingo 16 de mayo de 2021
Lecturas bíblicas: Hch 1, 15-17.20-26; Salmo 102; 1Jn 4,11-16; Jn 17, 11-19
Evangelio de Jesucristo según san Juan
Capítulo 17 , versículos 11 al 19
“Ya no estoy más en el mundo, pero ellos están en él; y yo vuelvo a ti. Padre santo, cuida en tu Nombre a aquellos que me diste, para que sean uno, como nosotros. Mientras estaba con ellos, cuidaba en tu Nombre a los que me diste; yo los protegía y no se perdió ninguno de ellos, excepto el que debía perderse, para que se cumpliera la Escritura. Pero ahora voy a ti, y digo esto estando en el mundo, para que mi gozo sea el de ellos y su gozo sea perfecto. Yo les comuniqué tu palabra, y el mundo los odió porque ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del Maligno. Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Conságralos en la verdad: tu palabra es verdad. Así como tú me enviaste al mundo, yo también los envío al mundo. Por ellos me consagro, para que también ellos sean consagrados en la verdad”.
• Unidad
Al confiarnos a su Padre, Jesús formula una oración sencilla: que estemos “unidos”, con una unidad semejante a la que ya lo ata a él mismo con su Padre. Deseo misterioso, que se separa un poco de las oraciones comunes que hacemos por la paz, la salud, los dirigentes, etc. Sin embargo, a la sombra de la pandemia, la unidad de los pueblos y de las sociedades se ha puesto fuertemente a prueba, algunas incluso diseminando información errónea con miras a sembrar problemas, confusión y división. ¿Cómo resuena en mí este deseo de unidad? ¿Dónde me gustaría ver que se realice? ¿A escala de mi familia, de mi empresa, de mi movimiento de Iglesia, de la Iglesia?
• Velador atento
Jesús es nuestro maestro, él “vela” por nosotros. Quizá me presentaron a Dios en alguna ocasión como un ser distante. A través de su Hijo, se me revela como ese pastor que cuida a sus ovejas, como el sanador que alivia a los enfermos, el amigo que no cae en las trampas de los sabios… y aquel que no quiere usar su autoridad para obligar a Judas cuando se confunde ante la ilusión de ganancias. El velador, como el profeta, es a la inversa de aquel que sigue el movimiento. Se queda despierto cuando los demás duermen, apacigua cuando reina la angustia… ¿Quién vela por mí? ¿Por quién se me llama a velar?
• Atravesar la prueba
Jesús no dejó de prevenirnos sobre el hecho de que caminar siguiendo sus pasos estaría plagado de dificultades. Aquí, Jesús no pide al Padre que seamos extraídos de un mundo que le es hostil, sino que podamos “vivir” el conflicto sin morir por ello. Toda prueba tiene un fin. No provoquemos dificultades por masoquismo, sino recibámoslas con valor, resistencia y fe en la vida del Señor que fluye en nosotros y nos ayudará a atravesarlas.
• Dejar el lugar
El día de hoy, encontramos la Ascensión en el final del evangelio de Marcos. “El Señor Jesús fue llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios”. Jesús se retira de nuestra mirada para dejarnos el campo libre. Los apóstoles son enviados en misión… y nosotros con ellos. No hay riesgo de una visión que satura la vista, de fascinación. El barquero sabe retirarse a tiempo para desplegar su arte en cada persona, y entonces, en mí. Le doy gracias por ello.
• Multitud de “Matías”
Para ser “enviados al mundo”, podríamos pensar que es necesaria una gran preparación. Sin embargo, los apóstoles son gente como todo el mundo: recolectores de impuestos, pescadores… No necesariamente certificados o calificados. Y qué decir de Matías, designado por el azar a unirse al grupo en el libro de los Hechos. Su existencia cambió de trayectoria a partir de una acción insignificante, según lo que nos cuenta los Hechos de los Apóstoles. El día de hoy se le festeja en la Iglesia. A través de Matías, celebro a los anónimos llamados a una vida nueva, a merced de un elemento poco llamativo. Y yo, ¿ya consentí, como Matías, reorientar el curso de mi vida?
• Una sola verdad
La verdad es una noción amplia, en todo caso lo suficiente como para recibirme y dejarme “santificar”. Volverse santo no es escaparse a un mundo de puros, sino por el contrario, asumir este mundo, dejarse formar por la verdad, incluyendo lo complejo que contiene. En estos tiempos inciertos, esta verdad parece relativa, fraccionada, parcelaria, plural, porque es reivindicada por clanes. Señor, hazme declinar la verdad en singular, hazme amarla y enlazarla a esta unidad, por la cual he orado al inicio de esta semana.
• Amor siempre
“Nadie ha visto nunca a Dios” pero “Él nos ha comunicado su espíritu”, dice san Juan en la Segunda lectura. Una doble certeza que debe sacarnos del estupor. En el amor que tenemos unos por los otros es donde atestiguamos la presencia del Señor. Tanto se ha dicho sobre el amor que es necesario que salgamos de esta impresión machacada para admitir, tranquilamente, que nuestras comunidades no lo viven todavía por completo. Porque siempre queda un substrato en nosotros que se resiste a creer en la posibilidad de un amor gratuito, despojado de cualquier expectativa de reciprocidad. He aquí por qué san Juan insiste. En esta fe – que no es ingenuidad- , en la bondad que hay en amar, es donde nosotros los cristianos nos convertimos en luz para el mundo.
Orar al centro del mundo con el Papa Francisco
Para que los responsables financieros trabajen con los gobiernos para regular el ámbito de las finanzas y proteger a los ciudadanos contra sus peligros
Este pasaje de evangelio nos introduce en el contenido de la oración de Jesús. Él “eleva los ojos al cielo” y se dirige con confianza a su Padre. ¿Ora para atravesar la Pasión que pronto va a comenzar? Para nada. Ora por sus discípulos de entonces como por nosotros hoy en día, que tratamos de continuar su misión. Es un momento grave y solemne en el que todas las palabras cuentan, todas las palabras “pesan”.
Todo el misterio de la vida de Jesús está presente en esta oración: Padre, amor, unidad, verdad, palabra, santificar, enviar, mundo, Maligno… Y su súplica es de gran realismo pues no se trata de ser retirados del mundo. Se trata de ser enviados sin ser “contaminados” por el espíritu del mundo. Este combate pasa por la tormentosa búsqueda de la unidad. Dejémonos unir/unificar por Cristo.