TALLER DE ESTUDIO DE EVANGELIO BÁSICO
Propuesta para Sacerdotes
CONFIGURACIÓN CON JESÚS, PASTOR BUENO, COMPASIVO Y MISIONERO
Por el camino del Estudio del Evangelio.
“Para reavivar el don” (2Tim 1,6).
Presentación
“El ministerio de los presbíteros, por estar unido al Orden episcopal, participa de la autoridad con que Cristo mismo forma, santifica y rige su Cuerpo. Por lo cual, el sacerdocio de los presbíteros supone, ciertamente, los sacramentos de la iniciación cristiana, pero se confiere por un sacramento peculiar por el que los presbíteros, por la unción del Espíritu Santo, quedan marcados con un carácter especial que los configura con Cristo Sacerdote, de tal forma, que pueden obrar en nombre de Cristo Cabeza (PO 2).
La formación sacerdotal como camino de configuración con Jesús, Buen pastor, es un camino siempre inacabado cuyo propósito principal es que los presbíteros vayan adquiriendo la “forma” o la “figura” –interior y exterior-, que los asimile a Jesús, el Pastor amable, bueno y entrañable; este proceso configurativo se realiza por la acción del Espíritu.
El Estudio del Evangelio es un dinamismo de escucha y de fidelidad del discípulo en su vida apostólica que está centrado en el conocimiento de Jesucristo; no es un estudio intelectual, sino un conocimiento que brota de la fe y que adhiere en el amor a la persona de Jesús para ser completamente de Él, para reproducir su manera de ser en la propia vida. Es un estudio espiritual, es decir, que se hace en el Espíritu Santo, el formador, el configurador por excelencia.
El EE es la herencia espiritual más significativa del P. Chevrier, un sacerdote pobre, apasionado de Jesucristo, buscador de caminos para “salir” de formas y estructuras caducas e ir al encuentro de la gente, de los que están en la orilla, en la exclusión. Constituye la columna vertebral de los sacerdotes del Prado, aunque como tal, no solo cualquier sacerdote sino cualquier cristiano puede encontrar en su práctica un camino de desarrollo de la vida cristiana.
Este Taller en particular se dirige tanto a sacerdotes ya activos en su participación en el Prado, pero es abierto a todo presbítero que pueda interesarse por lo que los sacerdotes del Prado pueden extender la invitación.
TALLER DE ESTUDIO DE EVANGELIO
Objetivo del Taller:
Vivir, en fraternidad, una experiencia de configuración con el Buen Pastor, a través del camino del Estudio de Evangelio, en la escuela de su iniciador, el P. Chevrier, fundador del Prado.
I. Presentación de Testimonios de lo que ha significado el Estudio de Evangelio en la vida sacerdotal.
La intención de estos testimonios es el de plantear de manera vivencial lo que es y lo que implica el EE en la vida de algunos sacerdotes que lo practican. Se pueden leer de manera grupal y después dejar un tiempo personal para contestarse algunas preguntas cuyas respuestas posteriormente podrán compartirse en grupo.
1er Testimonio: +Luis Martín Barraza, Obispo de Torreón.
Estimados hermanos:
Soy Mons. Luis Martín Barraza Beltrán, obispo de la diócesis de Torreón, desde finales del 2017. Pertenezco formalmente a la Asociación de Sacerdotes del Prado a partir de 1995, cuando hice mi compromiso temporal. Sin embargo, el comienzo del proceso formal de iniciación al Prado viene desde 1990, cuando comencé la primera formación.
Las primeras noticias acerca de la espiritualidad pradosiana las tuve cuando era estudiante de filosofía, allá por el año 1982. Dos de nuestros formadores estaban entrando en esta espiritualidad y promovían el Estudio del Evangelio en el Seminario. Durante la teología frecuentemente invitaban a un padre español, diocesano de Canarias que como fidei donum estaba en México, el P. Manolo Medina, a dar ejercicios espirituales mensuales.
Estas experiencias fueron ayudándome a centrar mi atención en el Evangelio y por lo tanto en Jesucristo, como fuente de la espiritualidad sacerdotal. La Palabra de Dios fue parte de mi formación desde el Seminario menor, pero eso de contemplar más en serio a Jesucristo en el Evangelio y tratar de comenzar siempre desde él, eso fue muy novedoso. Cuando yo caía en la cuenta de ello decía, pero si esto no tiene nada de original, esto de la centralidad de Jesucristo desde el Evangelio se escucha por todos lados. Me sorprendía de descubrir que en algo tan sencillo estuviera la clave para formarme como discípulo de Jesucristo y ser sacerdote.
La propuesta consistía en recordar que Jesucristo es el enviado del Padre y que del conocerle a él depende la salvación. Se le hacían preguntas al Evangelio sobre Jesucristo y sobre la vida. ¿Qué dice Jesús? ¿Qué hace? ¿Cómo se relaciona? ¿Cuáles son sus sentimientos, sus actitudes? ¿Quién es Jesús? ¿Cómo ilumina la vida hoy la persona de Jesús? En cada estudio se planteaban las preguntas según la situación de vida que se quisiera iluminar.
No sé por qué hasta entonces no había puesto tanta atención en Jesús y su Evangelio, si la fe siempre me ha enseñado que él es el Maestro, el Señor, el Centro de todo. Después me parecía muy obvio que el sacerdote se hace en el diálogo con Jesucristo, pero antes no lo percibía así. Tal vez me tocó en la formación la mentalidad de que acercarse a la Sagrada Escritura directamente podría ser peligroso, que lo mejor era recibirla ya interpretada por la Iglesia. Es clarísimo que debemos leer la Biblia con la Iglesia, pero también desde la propia fe podemos descubrir mucha riqueza.
Debo decir que este descubrimiento tan obvio no fue algo tan simple. Como sabemos en los procesos de conversión siempre se atraviesan las resistencias humanas. Dios se topó con la vanidad intelectual, no porque fuera yo muy inteligente, sino porque es un mal espíritu que ronda en los estudiantes, también del Seminario. La búsqueda de ideas y palabras nuevas, de experiencias diferentes, tal vez para hacerse notar, o porque la vida académica es admirada o promovida, es parte de los procesos Formativos.
Como experiencia diferente, también, hubo el riesgo de usar aquella “novedad” que estaba surgiendo por ahí para encauzar protagonismos, rebeldías o desajustes personales. Qué mejor bandera para encauzar todas mis inconformidades con la institución y la autoridad, que la radicalidad de esta Espiritualidad.
Hubo también algunos “ataques de misticismo”. Estoy exagerando un poco, para decir que también tuve la tentación de quedarme en la emotividad. Como el Estudio del Evangelio es echar una mirada estudiosa-amorosa sobre el Evangelio, priorizar la experiencia contemplativa emotiva sin dejarme confrontar por Jesucristo, también fue un riesgo. Sin embargo, esta parte afectiva, en su mayor parte fue alentadora. Hubo un crecimiento al transitar de un estudio más intelectual a un acercamiento más contemplativo del Evangelio. Esto fue suscitando un gusto y una atracción por la Palabra de Dios y por centrar la atención en Jesucristo.
Si se me pregunta sobre mi experiencia específica de Estudio de Evangelio ahora, puedo decir que es un consuelo poder ir al encuentro de Jesús en el Evangelio siempre y a sus sentimientos y pensamientos fundantes del camino sacerdotal y de la Iglesia. Poder ir a las raíces de la fe y de las actitudes fundamentales que promueve, mantienen siempre la esperanza frente a una cultura contraria a los valores cristianos, y que ha permeado las estructuras de la Iglesia. Es un oasis, el Evangelio, en medio de un mundo que se deshumaniza, para no desfallecer en el anuncio del reino de Dios.
El EE me ha permitido darle una orientación más evangelizadora a mi ministerio, tratar de poner a las personas en lo esencial de la fe, que es el encuentro con Jesús para experimentar el amor de Dios Padre. A la fe que vivimos, en general, le faltan raíces evangélicas, para que nos despierte, cada vez más, a la vida de hijos de Dios y a una convivencia más justa. La Iglesia en salida que pide el Papa Francisco, la conversión pastoral, el ajuste de las estructuras eclesiales a la misión, reclaman beber el Espíritu de Jesucristo en el Evangelio.
Al Estudiar el Evangelio no se puede evitar caer en la cuenta que Jesús vivió su misión desde los más desamparados, desde las periferias geográficas y existenciales. Me parece que esta es una clave de lectura que nos conduce a lo más profundo del Evangelio. Jesucristo puso su misión en clave de evangelización de los pobres. En esto está la originalidad del amor de Cristo, se orienta hacia quien no tiene con qué pagarle; ama a sus enemigos y busca a la oveja perdida.
Me despido de ustedes felicitándolos por darse la oportunidad de renovar la alegría de su llamado, estrechando lazos fraternos estudiando juntos el Evangelio.
Les ofrezco mi oración y bendición.
+Luis Martín Barraza, Obispo de Torreón.
2º Testimonio: P. Francisco Galo Sánchez, Diócesis de Ciudad Juárez
a.- Inicios:
Conocí al Prado desde el inicio de mi Ordenación Sacerdotal, aunque no fui de los primeros, sin embargo, desde el principio estuve en contacto con él y hasta la fecha lo sigo haciendo.
Reconozco que fue un tanto cuanto novedoso como me llegó la información, pues desde la formación teológica, veía como necesidad un contacto más cercano con la Palabra de Dios, pero no veía cómo ponerlo en práctica.
Fue con el padre Manuel Medina, quien nos fue enseñando y haciendo los primeros “pininos” en esto; lo mismo al tener Ejercicios Espirituales como en las reuniones que se tenían con él.
No fue algo habitual ni trascendente, ciertamente muy tendiente a dejarme influir por lo que “otros” decían (sobre todo aquellos autores de fama o que le hacían a uno pensar con sus comentarios), sin embargo, así lo seguí haciendo por un buen tiempo.
En 1988 las cosas cambiaron en el Prado y a partir de entonces, se requería la Primera Formación para entrar, como yo no había tenido compromiso, pues tuve que hacer la petición y entrar en esto, aunque todavía no existían los recursos actuales.
A Monseñor René Blanco se le encargó el acompañarme y el primer trabajo que realicé fue el de leer a Jesucristo como el enviado del Padre en el Evangelio de Juan. Este Estudio me despertó muchas inquietudes y me abrió muchas puertas, pues fue cuando descubrí la importancia de hacerlo.
b.- Descubrimiento de su necesidad
Debido a la responsabilidad que se me encomendó (de 1988 a 1992), una de las prácticas habituales fue el hacer el EE junto con los seminaristas y a la vez, vernos hacerlo. Esto fue determinante, pues en las circunstancias en las que atravesaba fue en donde descubrí el valor y relación como formador.
Entonces se me abrió el panorama; ¡descubrí la necesidad de hacerlo! Yo estoy seguro que esas veces en que lo practicamos, tanto en el equipo formador como con los seminaristas, comprendí que era una necesidad el hacerlo.
Los Ejercicios Espirituales que se tenían (sobre todo con el padre Antonio Bravo), fueron momentos y espacios en donde uno podía dedicarse más detenidamente y recibir la alegría de contemplar a Jesucristo y dejarse uno formar por lo que iba encontrando.
c.-Práctica Pastoral
Fue por recomendación del padre Efrén Hernández, que me aconsejó hiciera un Estudio de Evangelio sobre la disponibilidad y humildad en el Evangelio de Mateo; este trabajo fue a raíz de encontrar luz acerca del por qué yo no era tomado en cuenta para ir a estudiar al extranjero.
También uno que me marcó muchísimo fue: ¿Cómo se ofreció Jesucristo por el sufrimiento? en la Carta a los Hebreos; lo hice porque me costaba mucho trabajo aceptar las recomendaciones y llamadas de atención en donde uno con mucha facilidad se justifica.
Otro que también me ayudó mucho fue mirar la esperanza por recibir a Jesucristo en Isaías; fue cuando me encontraba en una situación de mucha crisis por la obediencia eclesial y necesitaba esta virtud para reanimarme.
A partir de entonces, he procurado siempre darme tiempo, en ocasiones he hecho el ejercicio por largo tiempo (duré más de 6 años viendo cómo se relacionaba Jesucristo con los pecadores en el Evangelio de San Lucas); este estudio lo hice porque me costaba mucho sentarme a confesar y me desesperaba escuchar a las personas divagar y no ir directamente.
Lo hago a partir de las dificultades que voy encontrando en el ejercicio ministerial; por ejemplo, cuando me enviaron para atender el Año Pastoral, realicé uno acerca de cómo formaba Jesucristo a sus discípulos en el Evangelio de Marcos.
Sin embargo, lo realizo también cuando se nos piden aportaciones para Asambleas, así como preparar las homilias, retiros y hasta las mismas reuniones pastorales que tenemos con el Presbiterio.
Gracias a este trabajo no he cometido más errores ni dejado de ilusionarme por querer ser sacerdote. No me entiendo sin el EE y cuando lo hago, es cuando mejor me ubico y entiendo por qué me llamó a ser su sacerdote.
P. Galo
3er. Testimonio: P. Juan Olloqui, de la Arquidiócesis de Chihuahua
Cada vez que abro las Escrituras para detenerme en ella, Dios me va concediendo que mi corazón se vea y se descubra en profundidad: desde la fe.
Del ‘saber’ algo acerca de la Escritura, al dejarme hacer por ella.
En un primer momento sentí el atractivo por la Palabra escrita en la Biblia, y me metía al estudio de Evangelio. Pero poco a poco fue el Espíritu el que me fue llevando a lo más radical: obedecer a esta Palabra. Al principio era yo quien conducía las cosas al estar ante la Escritura, deleitándome en el mero ‘saber’; ahora en mi vida percibo un llamado muy fuerte a dejar que el Espíritu santo tome la iniciativa y me descubra que la Palabra es para vivirla, permitiendo que con ella mi vida se oriente en decisiones prácticas: valentía en hablar de Jesucristo en la homilía y en la plática ordinaria con las personas; en renuncias a determinados apegos egoístas; en el compartir con gente pobre lo poquito de dinero que llego en ocasiones a tener; determinación en proponer a laicos la lectio divina y en estar con ellos cada semana (un día con cada grupo); trato más y más abierto y respetuoso con las personas, sea quien sea, y a aceptarlas como ellas son. Con todo, el asunto se iba quedando en el campo de lo moral: pórtate bien, no des mal ejemplo, cumple tus obligaciones…
Hoy constato que no me llena tanto el leer un texto de la Biblia, sino detenerme en él sin afán de poseerlo; más bien me contento con escuchar, dejar que Dios hable a través de su Palabra y me enseñe a amarlo a él mismo desde la Escritura. Reconozco que esta manera de ir reaccionando es trabajo del Espíritu. El texto me grita para que no me haga tonto, y me dice que lo decisivo está en acoger en mi vida ordinaria la Palabra (no el texto, sino al que se me muestra en él). Paso tiempos largos, un día y otro día en el mismo texto, porque así es como Dios me descubre algo de su misterio para que yo lo deje entrar en lo que soy. Me detengo ahí, sin prisas, y esto ha sido determinante para que Dios pueda hablarme. Y en ello experimento ganas de huir, porque también siento que toparme con Dios me hará pobre en verdad; sin embargo, voy constatando que es así como puedo servir a muchos hermanos. Y además voy entendiendo mejor que es por ahí por donde la fe me descubre su verdadero rostro: en la comunión con Jesucristo.
Desde el encuentro con la Palabra, la manera de mirar el ministerio ha cambiado: le he encontrado un sentido muy hondo, que me alegra mucho. Y pienso que se debe a que se me ha concedido encontrarme con Jesucristo, el verdadero fundamento del mismo y de la vida de cada cristiano.
Tarde ‘comprendo’ y tarde me doy por vencido.
Durante años viví sabiendo datos acerca de la Escritura, mi cabeza permaneció en la información, y esto nunca me satisfizo plenamente. Estos datos sirven, pero nada valen para un discípulo si éste no se ha dejado tocar el corazón abriéndose de par en par a la Palabra que es Cristo. El solo ‘saber’ no equivale a dejarse hacer o formar. Al Señor le importa un hombre que en humildad pueda gritar: ¡Concédeme no huir de tu Palabra ni esconderme de ella! Y con este grito me refiero a lo que Dios realmente quiere de mí: Que yo haga su voluntad, la que con amor veo todos los días en las Escrituras. Desde el fondo de mi corazón sale una voz: Señor amo tu Palabra, la busco, pero mira qué desconfiado soy, me resisto a acogerla.
Me he parecido al hombre de Mt 7,21: “No todo el que me diga: ¡Señor, Señor!, entrará en el reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre del cielo” (ver también Sant 1,22-25). El Estudio de Evangelio une el conocimiento de Jesucristo y la formación de su discípulo, para que se parezca a su Maestro y Señor. Y he tenido mucho de hombre ‘funcionario’: habla y aconseja de lo que él mismo no es capaz de vivir. Y esto me ha dolido, porque me desvié de lo que me da vida y da vida a otros.
¡Sígueme, haz como yo! Esta voz del Señor oigo que resuena con mayor fuerza cuando voy uniendo, en la práctica, el estudio de la Palabra y oración. Y es por aquí por donde el Señor me va conduciendo hoy por hoy. Y no quiero detenerme por mis errores, mirándolos como un obstáculo que me haga imposible seguir a Jesús. Lo decisivo quiero que sea: “Este es mi Hijo amado, escúchenle” (Mc 9,7).
Una y otra vez de digo al Señor: “Si quieres, puedes sanarme” (Mc 1,40). Y me voy deteniendo en los lugares del Evangelio donde los enfermos y otros muchos necesitados se acercan a Jesús y éste se acerca a ellos. Al Sagrario van a ponerse de rodillas muchas personas, y me uno a ellas, porque en el silencio puedo percibir mejor la voz sobre mí mismo y sobre la vida de gentes que se encomiendan a mi plegaria. Es la oración y la práctica de la Palabra lo que me va ayudando a meterme de manera nueva y más de lleno en las Escritura, haciéndolo con un corazón que desea ser verdadero discípulo, que no pone escudos ante la voz del Señor. Sé que es el Espíritu el que no ha dejado de acompañarme; conmigo él sigue realizando su tarea: enseñarme lo que se refiere a Jesucristo y su misión.
P. Juan Olloqui
4º Testimonio: P. Benjamín Cadena, Diócesis de Ciudad Juárez.
Agradezco la invitación a compartir este breve testimonio sobre el EE como camino de configuración con Jesucristo.
Mi nombre es Benjamin Cadena. Gracias a Dios estoy por cumplir 33 años en el ministerio sacerdotal. Las etapas de mi vida sacerdotal, las he vivido acompañado por Jesús con claves valiosas que me da el EE. Puedo hablar de cinco de ellas.
a. Un sacerdote según el Evangelio.
Antes de la Ordenación sacerdotal (1986), estando estudiando la teología (paradójicamente) yo viví una crisis vocacional. No veía claro un perfil sacerdotal para mi vida. Era una época de cambio posconciliar y la figura del sacerdote no la percibía con claridad, sin desvalorar el esfuerzo y testimonio de mis formadores que nos exhortaban a buscar un nuevo tipo de Pastor. Estaba por dejar el Seminario cuando conocí el Prado, y con él el Estudio de Evangelio. Me emocionó la figura sacerdotal (hasta la fecha del P. A. Chevrier), y con él su experiencia de EE que lo llevó a trabajar la Gracia de la conversión para ser otro Jesucristo pobre y al servicio de la evangelización de los pobres. Esto me dió mucha luz. El cuarto año de teología, con permiso de mi Obispo, lo alargué a dos, para ir a una parroquia pobre y desde ahí hacer EE. !Fué una Gracia enorme! Cuando me acerqué a la Ordenación, llevaba el corazón enamorado del Jesucristo de los Evangelios.
b. La misión de Jesús: La evangelización de los pobres (1986-1993).
Fuí enviado como párroco a una comunidad de gente muy pobre (San Vicente de Paul); de esos barrios olvidados del progreso social. Mi Obispo se sintió contento de que yo quisiera ir ahí, porque decía: “ésta es de las parroquias que los padres no quieren…” yo viví muy feliz. Aprendí mucho de la gente y de Jesús a través de ellos y con ellos. Cada día me animaba mucho acercarme a los textos del Evangelio, tanto de lo que mis hermanos del Prado me compartian, como lo que yo elaboraba. En esos siete años me marcaron especialmente dos EE: El primero sobre “Jesús, el enviado del padre” y el segundo, “Jesús conducido por el Espíritu”. Esto me ayudo a vivir el Ministerio, con todas las dificultades, retos y esperanzas de una comunidad, en una perspectiva de identificación con Jesucristo.
c. El Evangelio, identidad del Sacerdote (1993-1995).
En 1993 fuí enviado a la Ciudad de Roma para hacer estudios de teología moral, y luego dedicarme a la enseñanza y formación en el Seminario. Me costó la obediencia. Pero doy gracias a Dios por esta experiencia. En Roma se da una confluencia de muchas propuestas de figuras sacerdotales, lo cual da cuenta de la riqueza de la expresión del sacerdocio católico, así como también se percibe mucho de su miseria en cuanto fallos humanos de todo tipo. Me ayudó mucho el compartir el EE con un hermano sacerdote, el P. Hector Villa con quién compartí dos años de estancia allá y descubrí lo esencial que es el EE para el sacerdote, sea pradosiano o no. Percibí como cuando nos alejamos del Evangelio, pervertimos el sacerdocio, y de pronto el Ministerio se convierte solo en un ‘modus vivendi’, sin ilusión, sin pasión evangelizadora y usufructuándolo meramente… El EE compartido con otros pradosianos, permitió que mi estancia en Roma ‘tuviera espíritu discipular’ y no se convirtiera solo en trabajo académico, el cual también agradezco a Dios.
d. Formar apósotoles pobres para la evangelización de los pobres (1995-2016).
Durante 21 años estuve trabajando en la formación sacerdotal en el Seminario. En este período fue mucha la ayuda de los pradosianos de la Diócesis para compartir el Evangelio y recibir discernimiento para colaborar en la formación sacerdotal. Me encontré con el fenómeno de cambio de generaciones juveniles, con otros intereses, inquietudes y búsqueda de estilos muy diferente a lo que yo viví. Fue como un baño de agua fría. Con la ayuda de Dios y del equipo formador nos avocamos a la tarea de ofrecer proyectos de vida sacerdotal, creíbles y posibles… De nueva cuenta aparece el EE como trabajo imprescindible del sacerdote, y del sacerdote formador. ‘Jesus formador de discípulos’; Jesús el Buen Pastor’; Jesús Evangelizador’; ‘La Caridad pastoral de Jesus’; ‘Jesus formador de Comunidad’, entre otros… Y cada charla, cada tema o Retiro buscaba hacerlo y proponerlo en clave de EE….
e. Iglesia en misión; Iglesia de los pobres (2016-).
Actualmente estoy trabajando este proyecto en la comunidad de la cual soy párroco, desde hace cerca de tres años. Y de nueva cuenta, buceando en el Estudio de Evangelio juntamente con laicos que van captando la riqueza profunda de la Palabra de Dios. Y a ello hemos unido una actitud y oración contemplativa: con textos bíblicos, oraciones y expresiónes de la piedad popular oramos ante Jesus Eucaristía. Esto ha sido una muy valiosa experiencia para fortalecer el espíritu misionero. En lo personal el EE me ha dado mucho para la vida ministerial. Mi identidad se sigue ahondando y fortaleciendo con Jesús: Enviado por el Padre para llevar la buena nueva a los pobres…
En este camino de configuración desde el EE he tenido fallas, inconstancias, retrocesos. Pero ante mis propias inconsistencias, más aparece la Gracia que Dios nos ofrece en lo que el P. Chevrier mencionaba: ‘El EE es el trabajo principal del sacerdote’.
!Muchas bendiciones!
P. Benjamín Cadena
Cuestiones para reflexionar sobre los Testimonios
1. ¿Qué te llama más la atención de estos testimonios?
2. ¿Qué puntos coincidentes identificas en los testimonios?
3. ¿Cuáles matices entre unos y otros?
4. ¿Puedes identificar un objetivo del Estudio de Evangelio?
5. ¿Puedes identificar un método?
II. Explicación más amplia sobre el Estudio de Evangelio
Se sugiere hacer una lectura grupal y comentada de este texto, con preguntas, interrogantes, aclaraciones y vivencias.
EL ESTUDIO DEL EVANGELIO / METODO
Nuestra reflexión y nuestra profundización se han centrado, por una parte, en reconocer la importancia y la centralidad de la Palabra de Dios en la vida de la comunidad eclesial y en la necesidad de leer y estudiar el Evangelio guiados por el Espíritu Santo buscando conocer la persona de Jesucristo, por otra. La práctica del Estudio del Evangelio forma parte de la rica tradición de la Iglesia que se ha dado distintos medios y formas de acercamiento a la lectura y meditación de la Palabra de Dios en la fe.
Es necesario recordar y tener muy presente que para nosotros la Biblia, más que un libro o un texto escrito, es la persona de Jesucristo, el Verbo, la Palabra de Dios por excelencia. El Estudio del Evangelio busca ante todo un encuentro y una relación personal. Nace de la fe que confiesa que Jesucristo es una persona viva, es nuestro contemporáneo que viene a nuestro encuentro, que nos llama y nos hace propuestas para encaminar y construir nuestra vida al servicio del Reino de Dios.
1. El Estudio del Evangelio en el Prado
En la reflexión anterior hemos insistido en gran aporte que hace el P. Chevrier a la vida de la Iglesia con el Estudio del Evangelio que busca sobre todo el conocimiento de Nuestro Señor Jesucristo con la luz y la guía del Espíritu Santo.
La riqueza de la herencia del P. Chevrier constituye el gran patrimonio del Prado. El Estudio del Evangelio configura y da identidad a quienes han respondido a la llamada de seguir más de cerca a Jesucristo para vivir el ministerio al servicio de la evangelización de los pobres. Esto es lo que se refleja en las constituciones: “Para progresar en el conocimiento de Jesucristo nos comprometemos a estudiar habitualmente el Evangelio y a encarnarlo en nuestras vidas” (Cons 37).
La búsqueda del conocimiento de Jesucristo nos permite descubrir la inmensa riqueza de las Escrituras, bajo la luz del Espíritu Santo. Este ejercicio y esta experiencia requieren una dedicación y un tiempo considerables a hacer este estudio y en estrecha relación con la oración y la vida de la gente, especialmente la contemplación de la vida de los pobres: “Sea personalmente o en común, dedicaremos un tiempo considerable a este estudio espiritual…” (Cons 37)
El conocimiento de Jesucristo es la especialidad que da la identidad a los pradosianos. Esta se adquiere en la universidad del estudio de las Escrituras, del Estudio del Evangelio: “Haremos de este estudio un verdadero trabajo que tenga en cuenta la totalidad de la Escritura. Lo haremos en la simplicidad de la fe, según la tradición de la Iglesia, sintiéndonos unidos a los pobres cuya vida compartimos” (Cons 37).
El Estudio del Evangelio nos es una devoción piadosa que nos aparte de la urgencia de la misión y de vivir el compromiso como laicas en medio de las realidades del mundo. Es la primera acción de apostolado a realizar, pues el conocimiento de Jesucristo no nos separa del mundo, sino que nos envía a él: “Para hacer la catequesis siendo fieles a la Palabra de Dios y a la enseñanzas de la Iglesia, nuestro corazón y nuestra plegaria tiene que ser como un crisol en el que se encuentren y se iluminen mutuamente en meditación reposada, el Evangelio y la vida de los hombres. No es el libro quien instruye, sino el sacerdote (Cons 45).
2. ¿A qué llamamos Estudio del Evangelio?
En el Prado hablamos con mucho entusiasmo y muchísima frecuencia del Estudio del Evangelio. Es sin duda alguna el tesoro más precioso que se nos ha regalado y que nosotros podemos ofrecer a la Iglesia. Sin embargo, la fidelidad a este don recibido nos exige conocer y entrar en el espíritu y en la originalidad del Estudio del Evangelio, para no llamar Estudio del Evangelio simplemente a cualquier manera de leer o de meditar la palabra de Dios, sea personalmente o en grupo.
Ya hemos indicado que en la historia y en la tradición de la Iglesia existe una variada oferta de métodos y de modos de acercamiento a la lectura de la Biblia, algunos de ellos ya muy antiguos y otros mucho más recientes.
La práctica de la Lectio Divina es muy antigua, como todos sabemos, y en estos últimos tiempos ha sido muy difundida y recomendada por la Iglesia. En torno a ella hay muchas ofertas y publicaciones disponibles. Las comunidades de base, especialmente en América Latina, han hecho que la Palabra de Dios sea el fundamento y la fuente de vida de dichas comunidades. Han logrado familiarizar a los laicos con la lectura de la Biblia. Ellos encuentran en esta lectura la luz y la referencia fundamental para leer y comprender la realidad social, personal y eclesial que está marcando sus vidas y el caminar de sus Pueblos.
Hay muchos grupos que se reúnen en torno a la Biblia: se lee un pasaje de la Escritura, se da un tiempo de meditación y de silencio con unas indicaciones, finalmente hay un tiempo para compartir todos lo que se ha pensado o meditado.
¿Podemos llamar a esta práctica Estudio del Evangelio? A simple vista se aproxima o se asemeja un poco a nuestro Estudio del Evangelio en grupo, pero ¿podemos decir que es realmente Estudio del Evangelio?
La Lectio Divina es una forma de lectura, de acercamiento y de meditación de la Biblia en la fe a partir de un texto concreto, siguiendo estos cuatro pasos:
1. Lectura: leer el texto hasta entenderlo.
2. Meditación: asimilar lo que dice el texto y confrontarlo con la vida personal y la del grupo.
3. Oración: Lo que Dios me dice a partir del texto y lo que yo le digo a Dios.
4. Contemplación: Se trata de saborear y apreciar lo que Dios nos ha comunicado y la vida misma.
Otros métodos y acercamientos se inspiran grandemente en la Lectio Divina, introduciendo pequeñas variantes. El Estudio del Evangelio tiene algunos puntos de aproximación y de coincidencia con la Lectio Divina, pero las diferencias son también notables, como iremos viendo.
Cuando se habla de la práctica habitual del Estudio del Evangelio en el Prado, con frecuencia la forma de hacer este estudio está muy ligada a los textos de la liturgia del domingo o al evangelio del día. Esta manera de hacer, si no se centra bien en lo peculiar del Estudio del Evangelio, puede parecerse más a la Lectio Divina que al Estudio del Evangelio propiamente tal. Algo semejante puede decirse de lo que llamamos en el Prado Estudio del Evangelio comunitario, sobre todo, si se trata de estudiar algún texto que se ha escogido espontáneamente y que no forma parte de un proyecto más amplio que busca conocer ciertos rasgos o actitudes de la persona de Jesucristo.
Hay dos rasgos que definen la especificidad del Estudio del Evangelio: El centro del Estudio del Evangelio es el conocimiento de Jesucristo. Esto es lo que se busca, ante todo, el encuentro con la persona de Jesús. El segundo rasgo es que el Estudio del Evangelio parte de una pregunta que hacemos al Evangelio, encaminada a conocer más profundamente a Jesucristo. La lectura y el estudio que se haga se realizará buscando el esclarecimiento y la respuesta a dicha pregunta.
Estos dos elementos hemos de tenerlos muy en cuenta desde el comienzo para entrar en la pedagogía y sobre todo en el espíritu del Estudio del Evangelio. Mi insistencia en este aspecto puede parecer excesiva, pero es importante ser claros e incluso exigentes dentro de una cierta flexibilidad cuando se inicia la formación para llegar a comprender la especificidad del
Estudio del Evangelio y llevarlo a la práctica en el estudio de Nuestro Señor Jesucristo. Es importante tener en cuenta estos dos elementos que no se encuentran en otros modelos de lectura creyente de la Biblia. La Lectio Divina aplica al texto de cada día los cuatro tiempos. Es una lectura muy espontánea. La cohesión o la unidad temática en el estudio no puede darse, porque el texto litúrgico puede ser muy diferente de un día a otro. En cambio, en el Estudio del Evangelio la pregunta da unidad día tras días al estudio que se ha programado.
Cada día buscamos aquellos rasgos, gestos o actitudes de Jesús que queremos descubrir a partir de la pregunta que hemos formulado.
Esto último que acabamos de describir y exponer nos acerca y nos introduce en la originalidad del Estudio del Evangelio que unifica nuestra vida en torno a la persona de Jesucristo y es el corazón y el patrimonio del carisma del Prado.
3 El método del Estudio del Evangelio
¿Cómo llevar a la práctica el Estudio del Evangelio, el estudio de nuestro Señor Jesucristo en la Palabra de Dios? No olvidemos que su finalidad última es el conocimiento de Jesucristo, la comunión con sus padecimientos para participar así del poder de su resurrección (Flp 3,10-11). Por ello es mucho más un espíritu que un método. La búsqueda o la indagación se centran en la persona del Verbo que se revela en las palabras y gestos que relata la Escritura.
Como personas limitadas necesitamos de una cierta pedagogía para cultivar el don supremo del conocimiento de Jesucristo. Puesto que la metodología ha de permitir entrar en la experiencia espiritual de un tal don, ella no puede ser única ni uniforme. Inspirándose en la manera cómo el P. Chevrier estudiaba el Evangelio, cada uno debe encontrar el propio camino, pero sin perder nunca de vista la meta a la que juntos nos encaminamos. Por ello es útil fijar unos jalones para avanzar con creatividad en la misma dirección.
El Estudio del Evangelio se realiza en el Prado de manera personal y en equipo o grupo.
La finalidad en ambos casos es la misma, pero la metodología es un poco diferente.
a) Estudio personal del Evangelio
Preguntar al Evangelio
El estudio personal parte generalmente de una pregunta, de una cuestión vital de nuestro ser y de nuestra condición de servidores del Evangelio entre los pobres. Dichas preguntas surgen del deseo de conocer más profundamente a Jesucristo y de darlo a conocer a los pobres. Nuestras constituciones nos dan algunas indicaciones: plantearemos al Evangelio nuestros interrogantes más vitales, así como los de nuestros ambientes, buscando para nosotros mismos y para los demás, la luz de Dios que conduce la historia respondiendo a nuestras expectativas y cuestionándolas al mismo tiempo.
El verdadero discípulo que quiere adentrase en la práctica del Estudio del Evangelio ha de aprender el arte de hacer las preguntas, de presentar cuestiones al Evangelio para poder comprender el sentido profundo y la mística del Estudio del Evangelio. Un planteamiento superficial y poco profundo puede llevarnos a un Estudio del Evangelio descafeinado o alejado de su objetivo fundamental que es el conocimiento de Jesucristo. Podemos revisar ahora y tomar conciencia de cómo preparamos nuestros estudios del evangelio y cuál es el tipo de preguntas que hacemos al Evangelio.
Ciertas preguntas pueden resultar útiles y parecernos muy interesantes y atractivas: ¿Qué debo hacer con los pobres? ¿Qué piensa Jesús de los pobres? ¿Cómo forma Jesús a sus discípulos? ¿Qué debo hacer para tener la vida eterna? Estas preguntas tienen su importancia, pero no van al fondo, al dinamismo más profundo del Estudio de Nuestro Señor Jesucristo en las Escrituras. De una forma sutil pueden desviarnos del verdadero objetivo del Estudio del Evangelio y derivar en la búsqueda de una doctrina, de una ética o de un conjunto de prácticas. La meta del Estudio del Evangelio no es copiar o imitar a alguien del pasado, sino entrar en relación y diálogo con el Resucitado que sigue hablando y actuando hoy. No es lo mismo conocer a Jesús que tener información sobre las actitudes, el comportamiento, la manera de pensar y de actuar de un personaje del pasado.
Nuestra pregunta se dirige a Jesús, a su vida y palabra, para encontrar una luz que nos permita conocerlo mejor y evangelizar mejor a los que Dios nos ha dado en herencia, los pobres. No buscamos una receta ni copiar sin más a Jesús, sino descubrir cómo en la vida y experiencia del Verbo encarnado se ha planteado nuestra cuestión para llevar a cabo la obra de Dios con nuestra historia, nuestra vocación y nuestra propia personalidad.
Las preguntas que hemos señalado sobre los pobres o la formación de los discípulos podrían formularse más correctamente de esta manera: ¿Cómo se me revela Jesús en su trato y en su acción con los pobres? ¿Quién es Jesús para formar de esa manera a sus discípulos?
Esta forma de preguntar o de presentar las cuestiones tiene sus ventajas. El centro de las preguntas es la persona de Jesucristo y no lo que yo debo hacer, ni siquiera en qué me tengo que convertir. Eso vendrá después. El conocimiento de Jesucristo y la luz de la fe es lo que se busca en primer lugar. El centro y el objetivo son el conocimiento de Jesucristo. Esto evita que el Estudio del Evangelio pueda derivar en voluntarismo, moralismo o incluso en fundamentalismo. En este caso el centro de nuestra búsqueda no sería la persona de Jesucristo, sino lo que yo debo hacer, las normas que he de seguir o lo que este o aquel pasaje de la Escritura dicen que hay que hacer. Hemos de estar muy atentos pues existe el riesgo de desviar la perspectiva del estudio del Evangelio. Sutilmente se puede producir un desplazamiento en el objetivo de nuestro estudio: que aparezcan en primer plano lo que nosotros debemos hacer o proponer y que el conocimiento de Jesucristo y su designio de salvación queden en un segundo plano.
Es importante darse un tiempo para formular con sencillez y claridad la pregunta que se quiere hacer a Jesucristo. Es el camino para fijar el tema. Es el momento de renovar la fe, conscientes de que vamos al encuentro de una persona conocida y amada, que interpela, ilumina, propone y cuestiona nuestra existencia de discípulos y apóstoles. Puesto que se trata de conocer mejor a Jesucristo desde una perspectiva concreta, la pregunta ha de centrar siempre la mirada en su persona. Él es la luz que ilumina, el camino que lleva a la libertad y al servicio de los hermanos.
Lectura contemplativa
El P. Chevrier recomendaba a sus seminaristas leer y releer de forma particular los evangelios y las cartas de san Pablo en función del tema elegido. Es importante darse tiempo. También esto forma parte de la gratuidad del Estudio del Evangelio.
El estudio se inicia y desarrolla en un clima de oración, renovando el acto de fe en la presencia de Jesús y en su palabra viva y eficaz. El Espíritu vivifica desde dentro la palabra e ilumina la inteligencia del corazón para que podamos adentrarnos de manera más plena en la verdad que nos libera e ilumina. Se comienza la lectura pausada de la Escritura, parándose y recogiendo aquellos pasajes que están en relación con el tema de estudio, con la pregunta que se ha hecho al Evangelio.
¿Cómo hacer esta recogida? Aquí entra en juego la libertad y creatividad de cada uno, su manera de organizarse en el estudio:
- Se sugiere escribir las citas de los textos que están en relación con el tema. Es importante escribir el texto (también cuando se hace el Estudio del Evangelio en el ordenador) pues es una buena manera de interiorizar y de asimilar la Palabra. En este ejercicio es necesario tener en cuenta la pregunta que le hemos hecho al Evangelio, pues ella marca el tema de nuestro estudio. Si yo quiero descubrir cómo se revela Jesús en la formación de sus discípulos, no voy a escribir un texto que hable de las bienaventuranzas. También se pueden añadir y evocar textos paralelos en otros libros de la Escritura (1ª columna).
- En cada texto recogido se ha de reflejar de forma concisa cómo se revela ahí la persona de Jesús y también cómo reaccionan ante él otras personas, qué es lo que las está moviendo, etc. Evitar hacer grandes comentarios. Se trata de destacar sencillamente aquellos aspectos del misterio de Cristo que mejor iluminan la búsqueda personal y apostólica que se está realizando (2ª columna).
- El camino a recorrer es largo. Conviene pararse en él en ocasiones para ver cómo va emergiendo la figura de Jesús y la luz que vamos encontrando a nuestra pregunta vital en nuestra vida y en el entorno eclesial y social. No se trata de sacar conclusiones o llamadas de cada texto, sino de ir adentrándonos en el misterio del Verbo desde el que podremos dar una respuesta personal y actual a la situación que vivimos (3ª columna).
La síntesis
Una vez hecho el camino, es importante hacer la síntesis. No es tanto un resumen, cuanto fijar de forma concreta la luz recibida, la dimensión de la persona de Jesús tal como emerge de la búsqueda. La síntesis, como el mismo estudio, será una expresión agradecida de fe, pues Jesús se nos ha dado a conocer un poco más. Es más un ejercicio teologal que discursivo. Es necesario orar y meditar mucho, darse el tiempo necesario hasta que la luz de la Palabra de Dios brote en el corazón.
La síntesis no es tanto el fruto de la reflexión, cuanto de la escucha del Espíritu y de la inteligencia del corazón que busca ser iluminada por los gestos y palabras de Jesús. Hemos de recordar que la síntesis viva y verdadera de la Escritura es Jesucristo: él es el centro hacia el que todo debe converger (VD 104). Pablo podía sintetizar así el misterio de la gracia o generosidad de Jesucristo: De rico que era se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza (2 Cor 8, 9).
La síntesis es el espacio más adecuado para tratar de reconocer a Jesucristo en la vida y en nuestra historia. No se puede pasar alegremente de un detalle de la Escritura a un hecho de la vida cotidiana, diciendo que lo que vemos en la realidad es sin más la realización de una palabra o de un gesto de Jesús. Es necesario discernir. La proyección del Estudio del Evangelio a la vida conviene hacerla a partir de la totalidad y no tanto desde una palabra o un gesto de la vida de Jesús.
Para hacer la síntesis es importante volver a releer lo que se ha recogido sobre los rasgos de Jesús que más nos han atraído o cuestionado a lo largo del “estudio”; las luces, las llamadas y las decisiones que brotan de la contemplación realizada. Luego será el momento de extraer las consecuencias y tomar las decisiones que convenga para dar una respuesta adecuada a la pregunta vital que nos formulábamos al inicio de esta búsqueda disciplinada bajo la acción del Espíritu de la verdad.
b) Estudio del Evangelio en grupo
Este Estudio de Evangelio es realizado por un grupo o una pequeña comunidad. Expresa la dimensión eclesial, fortalece y alimenta la vida fraterna, en particular, la vida de equipo en el Prado y el dinamismo apostólico de sus miembros.
También en esta modalidad del Estudio del Evangelio es importante plantear una pregunta al Evangelio. Ella nos da la perspectiva y el ángulo de visión por la que nos vamos a acercar a conocer más plenamente a Jesucristo. No siempre se hace esto en los grupos que se reúnen a hacer Estudio del Evangelio. Por esto muchas veces esta práctica puede parecerse más a la Lectio Divina o a una comunicación sobre lo que le dice un pasaje de la Escritura al grupo que se reúne en torno a la Palabra de Dios. Este estudio se hace en torno a un pasaje concreto y no muy extenso. Por esta razón se debería proponer el tema de nuestra búsqueda a través de una pregunta concreta. Después alguien del grupo puede hacer una selección de pasajes de la Escritura que todo el grupo podrá estudiar y contemplar en diferentes encuentros y momentos durante el año.
En el estudio comunitario se parte siempre de un pasaje de la Escritura que alguien del grupo o el conjunto ha elegido. Juntos nos sentimos discípulos y nos dejamos enseñar por la palabra del Cristo presente y viviente en medio de nosotros. Se busca escuchar y contemplar a Jesús para conocerlo mejor y seguirlo personal y como familia. La palabra viva del Señor puede tener resonancias diferentes en cada uno del grupo, pues todos accedemos a ella con nuestra propia experiencia y situación vital.
Este estudio comienza con un momento de silencio y oración inicial, pidiendo al Espíritu Santo el don del conocimiento de Jesucristo. A continuación, se proclama el texto elegido. Sigue un tiempo de reflexión y estudio personal del texto proclamado. La escucha, reflexión y contemplación se centra, ante todo, en las acciones, gestos, palabras, actitudes… La mirada sobre los otros personajes es también importante en la medida que revela y permite conocer mejor a Jesucristo. La referencia a textos paralelos permite conocerlo mejor y con mayor objetividad en la fe de los profetas y apóstoles.
La actualización del texto: cómo el Espíritu nos hace descubrir la vigencia y actualidad de la persona del Señor hoy, en la realidad y contexto en que vivimos; también cuál ha de ser la respuesta a esta Palabra y cómo hoy ilumina y guía nuestra vida, la vida del mundo y de la Iglesia. La vida, por otra parte, nos permite adentrarnos mejor en la novedad de la Palabra.
La puesta en común: tiempo de comunicar las luces que cada uno ha recibido. Se trata de un compartir teologal y de fe, hecho con sencillez y simplicidad, sin discusiones ni dialéctica.
Oración final de acción de gracias. Un breve tiempo de silencio, seguido de la intervención de todos o de algunos miembros del grupo.
Conclusión
El conocimiento de Jesucristo es para el discípulo y el apóstol la ciencia principal y suprema que da sentido a la vida. Es un camino y experiencia que no se hace en solitario, sino con el Espíritu Santo que es la fuente y el origen de la vida y con las personas que ha puesto en nuestro camino. Así se refleja en la etimología de conocer que aparece muy clara en latín y sobre todo en francés:
Cognosco, connaître (con – nacer). Se trata de: con y un nacimiento. El conocimiento es el nacimiento a la vida. Esto es lo que expresan las palabras de Jesús sobre el conocimiento de Dios: Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti el único Dios verdadero y a que tú has enviado, Jesucristo (Jn 17,3).
Como pradosianos nuestra vida tiene como objetivo fundamental cultivar el don supremo del conocimiento de Jesucristo. Como los primeros discípulos nos sentimos seducidos porque el Maestro ha venido a nuestro encuentro y por esto vamos detrás de él y le seguimos. Hoy él se vuelve y entabla con cada uno de nosotros este diálogo: ¿Qué buscan? Ellos le respondieron: Rabbi –que quiere decir Maestro- ¿dónde vives? Les respondió. Vengan y lo verán (Jn 1,37-38).
P. Xosé Xulio Rodríguez.
MÉTODO DEL ESTUDIO DEL EVANGELIO
En síntesis
El Estudio del Evangelio tiene como centro la persona de Jesucristo y busca sobre todo conocer a Jesucristo para amarle y seguirle.
Pasos en el Estudio del Evangelio personal:
1 Preguntar al Evangelio desde Jesucristo acerca de una cuestión que toca mi vida.
La pregunta busca en primer lugar conocer a Jesucristo, entrar en diálogo y relación personal con él. La pregunta se dirige a Jesús, a su acción y su palabra para encontrar una luz que nos permita conocerlo mejor y evangelizar a los que Dios nos dado en herencia, los pobres. La pregunta ha de ser sencilla, clara y centrada en el conocimiento de la persona de Jesucristo. No se trata de buscar lo que yo debo hacer, sino de saber quién es Jesucristo. Después se busca el libro bíblico en el que vamos a hacer el Estudio del Evangelio a partir de la pregunta Formulada.
2 Leer de manera contemplativa, mirando en la fe a Jesucristo, amándolo y dejándolo habitarme
En un clima de oración se comienza la lectura pausada del texto escogido del modo siguiente. Una vez comenzada la lectura, cuando nos encontremos con un pequeño texto en relación con la pregunta o el tema escogido procedemos de la manera siguiente:
-Escribir el texto: de manera literal. Se pueden citar algunos textos paralelos que permitan una mayor comprensión y admiración.
-Reflejar de forma concisa y breve lo que se revela de la persona de Jesús en el texto. Atender a la pregunta y evitar comentarios excesivos de erudición.
-La actualización del texto en mi vida, en la Iglesia y en la sociedad. Luces que encontramos para nuestra vida de la contemplación que estamos haciendo de Jesucristo.
Una vez hecho estos tres pasos reanudamos la lectura. Cuando volvamos a encontrar otro texto que habla sobre la pregunta guía hacemos otra vez la triple operación. Así hasta llegar al final sea del libro bíblico en que hemos hecho el estudio.
3. La síntesis
Una vez hecho el camino es importante hacer la síntesis. No se trata de hacer un resumen, sino de fijar de forma concreta la luz recibida, la dimensión o las dimensiones de la persona de Jesús tal como aparecen en la búsqueda que hemos hecho. La síntesis, como el resto del estudio, ha de ser una expresión agradecida de fe, pues Jesús se nos ha dado a conocer un poco más. Es más un ejercicio teologal que discursivo.
Para hacer la síntesis es importante releer lo que se ha recogido de los rasgos, de las actitudes de Jesús que más nos han cautivado o cuestionado a lo largo del estudio, las luces, las llamadas que brotan de la contemplación realizada.
Al final será el momento de extraer las consecuencias y tomar las decisiones que convenga para dar una respuesta adecuada a la pregunta que hemos hecho al Evangelio a esa dimensión de la persona de Jesucristo que nos ha impulsado a conocer más profundamente.
III. Ejercitaciones
1. Formular la pregunta
Recordar:
- A partir de los testimonios que comentamos al principio claramente aparece que la pregunta no se formula por una inquietud intelectual. La pregunta surge de la vida, del momento existencial en el que se desarrolla el ministerio. La vida es la que forma cuando aprendemos a vivirla en clave evangélica.
- Por ejemplo, el iniciador del Estudio de Evangelio, el P. Chevrier, siente la necesidad de pasar de un ministerio convencional a un ministerio de radicalidad evangélica. Se diría: pasar de un ministerio autorreferencial a un ministerio “en salida”.
- También el P. Galo en su testimonio nos dice que cuando advirtió que le robaba la paz el hecho de no ser candidato a realizar estudios en el extranjero, se le sugirió preguntarle al evangelio ¿cómo Jesús humildemente acepta el proyecto del Padre en el Evangelio de Mateo? O el p. Benjamín nos dice que cuando fue enviado a una parroquia muy pobre que ordinariamente muchos sacerdotes no aceptaban, él se sintió agraciado de ser enviado porque al mismo tiempo hacía un Estudio de Evangelio sobre ¿cómo Jesús era el enviado del Padre? Y ¿cómo Jesús era conducido por el Espíritu?
De dónde partir para formular la pregunta:
Preguntarse cuáles son las cuestiones vitales en este momento de mi vida ministerial y sacerdotal. Anotar hasta tres posibles cuestiones. ¿Acerca de algún proyecto pastoral? ¿Acerca de alguna decisión que debo tomar? ¿Acerca de algún cambio de destino? Etc.
¿Cómo formularla?
Recordemos lo que nos decía el texto estudiado:
“Hay dos rasgos que definen la especificidad del Estudio del Evangelio: El centro del Estudio del Evangelio es el conocimiento de Jesucristo. Esto es lo que se busca, ante todo, el encuentro con la persona de Jesús. El segundo rasgo es que el Estudio del Evangelio parte de una pregunta que hacemos al Evangelio, encaminada a conocer más profundamente a Jesucristo. La lectura y el estudio que se haga se realizará buscando el esclarecimiento y la respuesta a dicha pregunta”.
“Ciertas preguntas pueden resultar útiles y parecernos muy interesantes y atractivas: ¿Qué debo hacer con los pobres? ¿Qué piensa Jesús de los pobres? ¿Cómo forma Jesús a sus discípulos? ¿Qué debo hacer para tener la vida eterna? Estas preguntas tienen su importancia, pero no van al fondo, al dinamismo más profundo del Estudio de Nuestro Señor Jesucristo en las Escrituras. De una forma sutil pueden desviarnos del verdadero objetivo del Estudio del Evangelio y derivar en la búsqueda de una doctrina, de una ética o de un conjunto de prácticas. La meta del Estudio del Evangelio no es copiar o imitar a alguien del pasado, sino entrar en relación y diálogo con el Resucitado que sigue hablando y actuando hoy. No es lo mismo conocer a Jesús que tener información sobre las actitudes, el comportamiento, la manera de pensar y de actuar de un personaje del pasado.
Nuestra pregunta se dirige a Jesús, a su vida y palabra, para encontrar una luz que nos permita conocerlo mejor y evangelizar mejor a los que Dios nos ha dado en herencia, los pobres. No buscamos una receta ni copiar sin más a Jesús, sino descubrir cómo en la vida y experiencia del Verbo encarnado se ha planteado nuestra cuestión para llevar a cabo la obra de Dios con nuestra historia, nuestra vocación y nuestra propia personalidad”.
Ejemplos de preguntas en su formulación: ¿cómo se me revela Jesús para aceptar las dificultades de la misión?; ¿quién es Jesús cuando se compadece de los que sufren?
Los participantes del Taller formulan preguntas y las comparten.
2. Seleccionar el texto bíblico
Habitualmente se puede ir recorriendo un libro completo de la Sagrada Escritura. Especialmente los Evangelios o las Cartas Apostólicas. Sin embargo, inicialmente, para entrenarse, puede ser conveniente limitarse a uno, dos o tres capítulos de un libro. Esto implica a veces consultar con alguien que se considere puede ayudar.
Los participantes del Taller hacen una selección del texto que escogen para adentrarse en el conocimiento de Jesucristo a partir de la pregunta formulada.
3. Hacer el proceso…
En un clima de oración se comienza la lectura pausada del texto escogido del modo siguiente. Una vez comenzada la lectura, cuando nos encontremos con un pequeño texto en relación con la pregunta o el tema escogido procedemos de la manera siguiente:
-Escribir el texto: de manera literal. Se pueden citar algunos textos paralelos que permitan una mayor comprensión y admiración.
-Reflejar de forma concisa y breve lo que se revela de la persona de Jesús en el texto. Atender a la pregunta y evitar comentarios excesivos de erudición.
-La actualización del texto en mi vida, en la Iglesia y en la sociedad. Luces que encontramos para nuestra vida de la contemplación que estamos haciendo de Jesucristo.
Una vez hecho estos tres pasos reanudamos la lectura. Cuando volvamos a encontrar otro texto que habla sobre la pregunta guía hacemos otra vez la triple operación. Así hasta llegar al final sea del libro bíblico en que hemos hecho el estudio.
ANEXO
Se proponen estas dos guías temáticas para el Estudio de Evangelio del primer semestre del año 2020, cada persona o cada equipo hará su camino.
1º GUÍA PARA EL ESTUDIO DE EVANGELIO
Del Documento de preparación de la Asamblea General
Reaviva el don de Dios que hay en ti (2 Tim 1,6).
I. UNA MIRADA INTROSPECTIVA
Hemos señalado que nuestra sociedad se caracteriza por una comprensión de la persona humana como alguien autorreferencial que gira en torno a sí misma y a su mundo inmediato, que se hace a sí misma y que se basta a sí misma. El encantamiento de lo inmediato, la fiebre compulsiva de hacer cosas buscando una eficacia instantánea, una mirada y una comprensión narcisistas hacen difícil y superficial la apertura a la alteridad y más aún a la trascendencia. Representan un gran desafío a la evangelización y a la opción por los pobres que son parte fundamental de la fe cristiana, del proyecto liberador de Dios sobre el mundo y sobre la humanidad.
Ante la complejidad de la misión evangelizadora, donde constatamos no sólo un gran desconocimiento de Jesucristo, sino también una gran indiferencia y una gran autosuficiencia en una gran parte de tejido social, necesitamos sin duda rehacer en nuestra misión la experiencia de conversión de A. Chevrier, la noche de Navidad de 1856. Es una llamada a la radicalidad de la fe, que se renueva día a día en el ejercicio de la misión renovando la confianza en quien nos ha elegido: porque yo sé en quién tengo puesta mi fe (2 Tim 1,12).
Propuestas de Estudio del Evangelio
- Jesús tiene como prioridad la voluntad del Padre y la misión que él le ha encomendado,Evangelio de Juan.
- Ver cómo Jesús afronta las resistencias y los obstáculos al anuncio del Evangelio en un ambiente sociocultural de rechazo o de escepticismo, Evangelio de Marcos.
- Descubrir cómo entre el Maestro y los 12 hay una verdadera relación interpersonal y no simplemente un programa de enseñanza (Mt 1-18).
- Para el Estudio del Evangelio en grupo: Apc 2-3.
II REAVIVA EL DON DE DIOS QUE HAY EN TI
Se trata de recordar, de hacer memoria en clave eucarística de la acción misericordiosa y liberadora de Dios. Este memorial recrea los lazos profundos de la fe y del amor que nos vinculan a Jesucristo (VD 119) y es un antídoto ante algunas costumbres estancadas que muchas veces seducen al consagrado y hacen que su vida espiritual y apostólica esté vacía.
Es también una llamada a renovar la fidelidad, es decir, a vivir la identidad de nuestro ser y de nuestra vocación. Una fidelidad y una identidad que son dinámicas, que se componen de algo que es permanente y de algo que se mueve hacia aquello que lleva a descubrimientos progresivos con más implicaciones y exigencias. La fidelidad no consiste simplemente en contentarse con mantener las posiciones de salida, sino que ha de abrirse a la novedad y crecer en el marco de la propia identidad.
Propuestas de Estudio del Evangelio
- Los profetas invitan al pueblo a hacer memoria de las acciones salvadoras de Yahvé y de la alianza. ¿Cómo nosotros y nuestras gentes hacen memoria de la acción salvadora de Dios hoy? Dt 4,1-40; 6-9; Os 1-6.
- ¿Cómo el Señor nos invita a hacer memoria de la antigua y de la nueva alianza para crear fuertes lazos de comunión con él y su designio de salvación? Ex 34; Jos 24; Jn 13,1-20; Lc 24,13-49; 1 Cor 11,17-34.
- ¿Cómo la fe en Jesús nos hace hombres nuevos según el Espíritu? Rom 6-8; Gal 5-6; Jn 3.
- La novedad del ministerio de Jesús y del ministerio del Espíritu (Lc 1-10; 2 Cor 3,1-6,11)
- Para el Estudio del Evangelio en grupo: Jr 31-31-34; Ez 36,25- 33; 2 Pe 1,12-19
III SEGUIR A JESUCRISTO MÁS DE CERCA
Reavivar el don recibido, el carisma del ministerio es también la manera de renovar nuestra adhesión y nuestra configuración con Jesucristo. Se trata ante todo de vivir la centralidad de Jesucristo, o lo que es los mismo, de construir toda nuestra vida sobre el único fundamento que es Jesucristo (1 Cor 3,11). El P. Chevrier muestra esto mismo de forma admirable en los dos medios que nos ha legado para alimentar y vivir con fidelidad la vocación pradosiana: El Verdadero Discípulo (VD) y el cuadro de Saint Fons. El VD tiene como objetivo fundamental, “Conocer a Jesucristo lo es todo”. El Cuadro de Saint Fons tiene un título muy significativo en el mismo sentido cristocéntrico: “El sacerdote es otro Jesucristo”.
El conocimiento de Jesucristo es el núcleo o el corazón del carisma del Prado, ya que en la experiencia de A. Chevrier todo arranca del conocimiento de Jesucristo. El conocimiento, la revelación de Jesucristo, especialmente a partir de la noche de Navidad de 1856 marcó también y orientó su vida y ministerio: “Mi vida desde entonces quedó fijada”.
Nuestra asamblea nos estimula a hacer una revisión en profundidad de la práctica del Estudio del Evangelio y de su incidencia en nuestra vida de fe y en el ejercicio de la misión. Se trata de verificar cómo estamos correspondiendo a este don, al gran patrimonio del carisma del Prado que es el Estudio del Evangelio, o mejor, el Estudio de Nuestro Señor Jesucristo.
Propuestas de Estudio del Evangelio
- La primacía de Jesucristo en la carta a los Efesios;
- La centralidad de Jesucristo en el itinerario apostólico de Pablo, en 1 Cor.
- El itinerario de Pedro en el seguimiento de Jesús: ¿Cómo Pedro permite a Jesús situarse en el centro de su vida en medio de sus dudas y debilidades? Evangelio de Marcos completando con pasajes de otros textos del Evangelio y de los Hechos de los Apóstoles.
- ¿Cómo Jesús nos da a conocer al Padre? Evangelio de Juan.
- Para el Estudio del Evangelio en grupo: Mt 11,25-30; Ef 3,14-19; Flp 3,7-21; 1 Jn 4,12-20.
IV REAVIVAR LA VOCACIÓN PRADOSIANA
Hacer memoria de la gracia recibida y reavivar el don del ministerio y del carisma del Prado nos sitúan en el terreno y en el ámbito vocacional. Como personas elegidas y convocadas somos conscientes de que la vocación no consiste en elegir unos valores o un programa operativo, sino de responder ante alguien que pide un acto de entrega confiada e incondicional para colaborar con él en la obra de la salvación. Es una experiencia que se encamina a establecer y fortalecer una auténtica relación interpersonal, una verdadera comunión entre Dios que llama y la persona que es llamada, en este caso, nosotros los pradosianos.
El Prado es una verdadera vocación (Cons 7). El tiempo de preparación y la realización de la próxima Asamblea son una gracia y una gran oportunidad para hacer memoria con una mirada de fe y para dar gracias por este gran don de la vocación pradosiana. Esto implica reconocer la iniciativa de Dios tanto en la organización de la vida del Instituto como en la llamada a formar parte de esta familia espiritual.
Estamos llamados en este proceso de preparación a ver en profundidad si realmente estamos viviendo el Prado como una verdadera vocación que va mucho más allá de considerar que es una ayuda para vivir la vocación presbiteral. Otro punto importante a tener en cuenta es la gracia que se nos ha concedido de vivir los Consejos evangélicos en el seno del clero secular. En esta misma línea hemos de verificar también cómo estamos siendo testigos de la radicalidad evangélica en nuestras diócesis y presbiterios.
Propuestas de Estudio del Evangelio
- Tomar conciencia de que toda vocación parte de la iniciativa de Dios: La vocación de Pablo: Hch 9,1-30; 22; 26; Gal 1-2; Flp 3. Moisés, Ex 2-4; Jeremías, Jr 3,4-19; 15,10-21
- Descubrir cómo dentro de la vocación apostólica hay vocaciones específicas que la enriquecen y la hacen más fecunda: Pedro y Pablo: Jn 1,40-42; 21,15-23; Hch 10-11; 15; 9,10-19; Gal 2,1-10.
- La llamada a vivir la radicalidad evangélica que nos configura con Jesucristo pobre, crucificado y pan de vida, Evangelio de Lucas.
- Toda vocación es para una misión, también la pradosiana: ¿cómo Jesús sale y llama a aquellos a quienes confía la misión del anuncio del Evangelio? Evangelio de Mateo.
- Para el Estudio del Evangelio en grupo, Lc 14,25-35; 15,4-10; Lc 1,26-38; 1 Cor 1,22-31.
2º . GUÍA PARA EL ESTUDIO DE EVANGELIO
Del Documento de preparación de la Asamblea del Prado Mexicano: “La Vocación de pertenecer al Prado” reavivar el don como una nueva profecía.
I. ¿Cómo Jesús toma conciencia del don del Espíritu que el Padre le ha concedido? ¿Somos conscientes del don que hemos recibido? ¿Cómo lo cultivamos?
Sugerencias para nuestro estudio del Evangelio (personal o en equipo).
- «Jesús crecía en sabiduría, estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres» (Lc 2, 40- 41.51-52).
- Jesús encuentra el sentido de su vida, lo irá siempre reafirmando Mt 3, 13-17
- Jesús busca, está en crecimiento del don de elección de su Padre. “Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y terminar su obra.” Jn 4, 34
- Lectura de DT 8. El pueblo de Israel se sabe depositario de un don. Dios Padre esta en el origen de la promesa y en la realización de la misma. Es necesario por ello cultivar y profundizar la memoria del don recibido.
- Heb. 5,11-14 (Se puede considerar también Heb. 3,11-4,13; 10,32-35). Al recibir el don de la fe y el conocimiento de Jesucristo no significa que crecerá de manera espontánea o automática. Es necesario cultivarlo, profundizarlo y vivirlo, “mantener firme hasta el final la posición del comienzo”.
- Ap. 2,1-7; 3,14-22. Notemos que se puede “fatigar por la fe, tener paciencia, sufrir a causa del nombre del Señor, ser valiente…” y sin embargo “perder el amor del principio”, el impulso inicial, la conducta primera. Se trata siempre de seguir a Jesús de cerca, de ir detrás de Él cada día, de no abandonarlo jamás.
II. Contemplando nuestra experiencia de Seguimiento de Jesús a la luz de Pablo y A. Chevrier.
– “Para mi la vida es Cristo y la muerte una ganancia” (Fil. 1,21).
– “Conocer a Jesucristo lo es todo. El resto es nada” (VD 113-114)
Para nuestro estudio del Evangelio (personal o en equipo).
- Lectura de Ef. 1. El apóstol Pablo nos comparte con convicción y espontaneidad su canto por el don recibido y como se siente “elegido” y “agraciado en el Amado”. El acoge con humildad y apertura la gracia y misión de “anunciar a los gentiles la insondable riqueza de Jesucristo”.
- Fil. 3. “Todo lo considero basura en comparación con la sublimidad de conocer a Jesucristo”.
- Jn. 6,60-71. Jesús va instruyendo a sus discípulos junto con la gente que le
acompaña. Pero muchos se escandalizan ante su lenguaje y enseñanza (“es duro este lenguaje”). El desea que se le siga con libertad y apertura, que nadie se sienta obligado. Pedro confiesa que Jesús es su “todo”: “a quien vamos a ir si solo tu tienes palabras de vida eterna y nosotros sabemos que tú eres el Santo de Dios”.
III. Nuestra Vocación Pradosiana
Para nuestro estudio del Evangelio (personal o en equipo).
- 2Tim 1,6-18; 1Tim. 4,12-16. A la luz de la exhortación de Pablo a Timoteo detengámonos y acojamos esta palabra para “reavivar” en nosotros el don recibido.
- Rom. 8. San Pablo subraya el papel del Espíritu en la vida del cristiano (notemos cuantas veces habla del espíritu). Los que viven según el Espíritu se distinguen y oponen a los que viven según la carne. El Espíritu de Jesucristo vive en sus discípulos. Es el Espíritu quien nos permite orar, buscar y desear la vida del Evangelio. Él intercede y aboga por nosotros, vive en nosotros. Es Él quien hace posible avanzar y crecer hacia la configuración con Cristo.
- Lc. 24,13-49. Este texto es muy rico y sugerente: la tristeza y desaliento de los discípulos que van saliendo (huyendo o alejándose de Jerusalén); Jesús que se hace encontradizo en el camino; El Señor que reanima a sus discípulos a la luz de la Escritura “comenzando por Moisés y continuando por los profetas les explico todo lo que las Escrituras decían sobre él”; los discípulos que sienten que su corazón arde y reconocen a Jesus “al partir el pan”; la conversión de los discípulos al “volver a Jerusalén con la comunidad”.