TESTIMONIO SOBRE MI PERTENENCIA AL PRADO
Reunión Inter-diocesana de Simpatizantes,
Domingo 17 de Noviembre 2021
P. Emilio Zaragoza Lara
Diócesis de Tula en Hidalgo.
Nacimiento: 22 mayo de 1943
Ordenación 3 septiembre de 1971
Compromiso en El Prado,
16 de noviembre de 1990.
Proceso vocacional
Mi apóstol Felipe fue la Hermanita de Jesús, Nicole de Jesús Villiers, quien el 1 de Enero de 1985 habiendo ido yo a la Fiesta del Santo Niño de Praga a San Clemente, Cardonal, Hidalgo, más allá de la Grutas de Tolantongo, en la montaña, me preguntó, ¿Conoces a los Sacerdotes del Prado? Respondí que no. Ella me dijo, el Padre que está concelebrando es sacerdote del Prado (Juan 1,45). Se trataba de un sacerdote colombiano que vino a Cd. Juárez a hacer un año de experiencia sobre el Prado con el Padre José René Blanco Vega; regresó a Colombia. Nunca supe qué pasó con él.
Después los padres Alberto Rivera y Froylán Gutiérrez buscaron en Juárez a los Pradosianos y comenzamos una relación. En ese entonces el Padre Manolo Medina estaba como Formador del Prado en Cd. Juárez. Él vino a Tula varias veces a darnos formación. Lo mismo los padres René y Juanito Olloqui. 1986 y 87 fueron años intensos de formación a nosotros, un grupo de sacerdotes que ya nos reuníamos mensualmente desde 1983-84 para compartir Vida y Ministerio iniciando con un momento de oración.
En 1987 vino a visitarnos, acompañado por el padre René de Cd. Juárez, el Padre Antonio Bravo Tisner, quien entonces era el Responsable General del Prado. En algún momento nos preguntó qué pensábamos sobre el Prado. Yo respondí que me gustaba la espiritualidad sacerdotal que proponía, pues era una espiritualidad netamente diocesana y, por tanto, deseaba seguirla aprovechando; pero que no pensaba ingresar como miembro del Prado. Los otros respondieron algo similar. A distancia de muchos años contemplo el hecho y me digo, ¡venir desde Francia y luego en autobús desde Juárez!, ¿para escuchar una negativa? Recuerdo la ecuanimidad y tranquilidad de Antonio Bravo.
En ese mismo año vino Juanito Olloqui de Chihuahua a darnos un Retiro Espiritual. Al final nos dijo que había un lugar para que uno de Tula fuera a una Sesión para formadores del Prado y al Tercer Encuentro Latinoamericano (del Prado), una quincena cada cosa, durante todo el mes de junio de 1988. Sentí un jalón y el deseo fuerte de ir; pero Alberto me ganó recomendando a Rubén Medrano (qepd), quien pidió permiso a nuestro Obispo José Trinidad Medel (qepd), quien se lo negó y, Rubén se desanimó. Cuando nos comunicó que no iría por esa causa, yo dije, tomo la estafeta, quiero ir. También a mí me negó el permiso mi Obispo; pero lo aburrí tanto pidiéndoselo una y otra vez, que terminó por darme permiso diciéndome: “Ve, pues, pero confío en tu madurez”. ¿Qué me quiso decir? Pues, que no se me fuera ocurrir entrar al Prado. Mi pobre Obispo tenía muchos prejuicios contra el Prado que le había infundido su amigo el Arzobispo de Medellín de ese entonces. Al final del mismo Retiro de 1987 que nos dio Juanito Olloqui, el padre Froylán nos anunció a todos que se iría a Cd. Juárez a hacer su año intenso de Formación para ingresar al Prado. Sentí otro fuerte jalón interior. En 1989 Froy hizo en Cd. Juárez su Compromiso temporal. Posteriormente le pregunté, ¿Pediste permiso al Obispo para hacer tu compromiso? (Constituciones 87). Me dijo, no, pues si me dejó ir a Juárez, ya no había necesidad de decirle más al señor Obispo.
Durante ese mes de junio de 1988 en Facatativá, Colombia, tomé la decisión de entrar al Prado, así lo platiqué con Antonio Bravo y, a mi regreso a México, se lo comuniqué formalmente por carta a mi Obispo, diciéndole que madurez era seguir el llamado interior del Espíritu Santo, quien me estaba llamando a pertenecer al Prado. Con el entusiasmo con el que regresé de Colombia, hice mi Carta pidiendo la admisión al Compromiso Pradosiano, contando según yo, con el permiso de mi Obispo. Envié la carta a Antonio; pero luego, ya enviada por correo, mi Obispo me objetó mi decisión; pero ya era tarde, porque la carta iba ya en camino. Fui admitido por el Consejo General en 1989, así me notificó el Padre Antonio Bravo Tisner.
En 1989 Antonio Bravo dio un Retiro de una semana en Chihuahua como inicio del Año Pradosiano Internacional realizado en una Parroquia de la Arquidiócesis de Chihuahua de un grupo de Sacerdotes Pradosianos (de Francia, España, Italia, Brasil y varios de México). A este Retiro fuimos invitados tanto los sacerdotes pradosianos como los simpatizantes en formación. Yo participé.
Después de ese Retiro, los sacerdotes pradosianos franceses de Tlalnepantla Yves Perraud (Yv Perró) y Jacques Lancelot (Yacq Lanzló) nos invitaron a Froy y a mí a reunirnos los cuatro cada mes. Así lo hicimos en adelante. En ese ambiente de reuniones específicas de cultivo pradosiano fue madurando cada vez más mi decisión a pertenecer al Prado. También influyeron las celebraciones del Compromiso Definitivo de Luis Armando García Ojeda y de Yves: Armando, el 14 de Junio de 1988, al final de la Sesión para Formadores; Yves, a finales de 1988 o principios de 1989 en su Parroquia en Naucalpan, Estado de México, quien había pedido su admisión en Junio de 1988, durante ese mes que estuvimos en Facatativá, Colombia, siete mexicanos: René, Juanito, Jesús Efrén Hernández Navejas, Antonio García, Luis Armando García, Yves Perraud y yo, Emilio. Esos sucesos fueron amarrando y fortaleciendo mi decisión.
Para celebrar mi Compromiso que fue finalmente Definitivo, tuve que luchar mucho otra vez. Yo deseaba que mi Obispo me dijera “SÍ”, cosa que nunca sucedió. Antonio Bravo vino a hablar con él haciendo la última lucha; antes había consultado en la Congregación del Clero, donde el Cardenal le respondió, que si el Obispo no diera el permiso, Roma lo daba por anticipado. Yo quería la “BENDICIÓN DE MI OBISPO”, como las tres hijas del judío fiel a la tradición, en la película, “Un violinista en el tejado”, que querían la bendición de su papá para casarse cada una de ellas con aquél del cual se habían enamorado y no con el que el papá deseaba se casaran. Tomé la decisión de ya no hacer sufrir a mi Obispo y que él tampoco me hiciera sufrir. En 1989 fui admitido; pero a causa de esperar el permiso de mi Obispo, retrasé la celebración de mi Compromiso Definitivo hasta el 16 de noviembre de 1990, primer aniversario del martirio de los jesuitas, cocinera e hija, de la Universidad Centroamericana Simeón Cañas (UCA de El Salvador), en la Casa Pro de la S.J., sita en un Ejido de Torreón, Coahuila. Me lo recibió el Padre José René Blanco Vega, responsable entonces del Prado mexicano, en nombre del Padre Antonio Bravo Tisner. Lo celebré junto con el Padre Daniel Landgrave (qepd) de la Arquidiócesis de Hermosillo, Sonora, al final de una semana de Formación.
¿Qué ha significado el Prado en mi vida cristiana y sacerdotal?
Ha significado y realizado plenitud cristiana y sacerdotal. Sé que es una vocación más, regalo del Señor, que enriquece y plenifica mi vocación cristiana y sacerdotal.
Recuerdo que en 1978 en un momento de oración comunitaria con las Hermanas Misioneras Catequistas de los Pobres, colaboradoras en Chapantongo, donde yo era párroco, y junto con un grupo de alemanes que estaban de visita respondiendo a una pregunta comunitaria que no recuerdo, dije: “No sé si amo o no; pero sí quiero amar al Señor y a mis hermanos”.
El Prado me mostró el camino del AMOR VERDADERO y cómo caminarlo, que me revela Jesucristo nuestro Señor desde su Encarnación hasta su Resurrección, bajo la guía del Padre Beato Antonio Chevrier: Cf. “Escritos Espirituales”, Capítulo IV “El camino del discípulo”. Me mostró y me sigue mostrando la belleza del Evangelio y el atractivo de Jesucristo y más después el amor del Padre del cielo, de quienes me siento muy amado y creo que los amo en medio de mis infidelidades y flaquezas. En el Prado he aprendido y sigo aprendiendo a vivir la belleza y grandeza de la santa Eucaristía e igualmente la belleza y grandeza de “La Palabra divina”, pues tanto la santa Eucaristía y la Palabra son las dos mesas de banquete para saborear y nutrirme de Jesucristo “el Pan de Vida” (cf. Juan 6).
Aunque desde muy pequeño leí la Historia Sagrada de la Editorial FTD de los Maristas que amorosamente me proporcionaron mis padres. Después como adolescente comencé a leer la Sagrada Escritura, más como un libro de aventuras que como Palabra de Dios, sin embargo esto me dio un atractivo por la santa Biblia y un acervo de historia y datos bíblicos. Ese fue como el antecedente.
En el Prado el Señor Jesús me alcanzó en mi camino y me preguntó ¿has entendido lo que has leído? Y, se puso a explicarme las Escrituras como lo hizo por medio del Diácono Felipe al importante Funcionario de la reina Candace de Etiopía (Cf. Hech 8,30-35). Claro que la Palabra no había calado en mi corazón, por eso el Señor Jesús se ha encargado de explicarme las Escrituras, se me ha venido manifestando de una manera semejante como a los dos discípulos de Emaús, haciendo que mi corazón arda en amor a él como no me había ardido (Lucas 24,15.31 y 32), me manifestó y me llevó al Padre, invitándome a pedirles me den su Espíritu, que quieren dármelo a manos llenas.
Mi temperamento corresponde en el Eneagrama al eneatipo 1 y en segundo lugar al 6. Entonces mis pecados son la IRA Y EL LEGALISMO. En el Eneagrama se habla de conseguir las alas que nos redimen. El Señor me ha venido dando las alas 9 y 2, es decir, ser tranquilo, pacífico y tolerante; y, que mi corazón crezca en capacidad de compasión y amor a mis hermanos. Por otra parte también me ha hecho crecer en el aspecto festivo del eneatipo 7 que tenía de niño; pero que lo había apagado. Por el Estudio del Evangelio el Señor me ha hecho entender que la perfección evangélica no está en el perfeccionismo moralista al que tiendo por temperamento, sino en parecerme al Señor Jesús que me dice en el Evangelio según San Lucas 6,36: “Sean misericordiosos así como el Padre de ustedes es misericordioso”. Así, aunque “genio y figura hasta la sepultura” la manifestación externa de mi temperamento se ha venido modificando con la Gracia del Señor.
He suplicado mucho al Señor Jesús que me dé la TERNURA DEL PADRE y me conceda ser MANSO (Dulce) Y HUMILDE DE CORAZÓN COMO ÉL y, COMPASIVO Y MISERICORDIOSO COMO EL PADRE. Sé que me lo ha concedido. Y, cuando no amo a una persona sea hombre o mujer sino que siento rechazo interior, sea espontáneo, o bien por alguna causa expresa, le digo: SEÑOR JESÚS, CONCÉDEME AMAR A FULANA, A FULANO, COMO TÚ LA AMAS Y ME AMAS A MÍ, Y, si es el caso, también añado: SEÑOR JESÚS, CONCÉDEME PERDONAR A FULANA, A FULANO, COMO TÚ LA PERDONAS Y ME PERDONAS A MÍ. Siempre que se lo pido, me lo ha concedido.
Realmente el Señor me ha venido transformando en el Prado para vivir con mayor plenitud mi vida cristiana y sacerdotal, mediante el Estudio de Evangelio (EdE), la Revisión de Vida (RdV) y el Cuaderno de Vida (CdV), aun cuando he sido deficitario. Después de mi año pradosiano, vi la necesidad imperiosa de hacer un EdE sobre la mansedumbre de nuestro Señor Jesucristo en todo el Evangelio según san Mateo, pues me atrajo de pronto Jesucristo manso y humilde en el texto 11,25-30, quien me ha concedido ser semejante a él en esto y, que yo poco a poco he ido asimilando esa gracia, dejándome transformar por él, para poder dispensar a mis hermanas y hermanos en el presente, alivio y consolación en el nombre del Señor Jesús.