LOS SACERDOTES DEL PRADO Y LA PASTORAL VOCACIONAL
P. Emilio Lavaniegos
“Hacia el 4º domingo de Pascua”
El concepto de la Pastoral Vocacional.
El primer punto que conviene clarificar es el concepto mismo de la Pastoral Vocacional. Es frecuente que haya cierta oscuridad al respecto porque se confunde con una acción promocional o reclutadora. Cuando la acción vocacional se entiende así provoca reacciones negativas, en el sentido de que nadie quiere apoyar una acción que pudiese llegar a ser poco respetuosa de las personas o que se centre en ganar adeptos. Resuena inmediatamente el reproche de Jesús contra los fariseos: Recorren mar y tierra para ganar un adepto (Mt 23, 16). En América Latina, en concreto, en muchas ocasiones se ha realizado una acción vocacional incorrecta, centrada en el número de candidatos, sin el necesario discernimiento, poco respetuosa del don de Dios. Tristemente se trata de una acción que no merece el calificativo de “pastoral”.
Hay que garantizar una Pastoral Vocacional evangelizadora, es decir, que anuncie el evangelio de la vocación a todos. En un momento histórico en el cual las opciones de vida de carácter definitivo son percibidas por los jóvenes como algo lejano, en el que hay un descrédito de la vocación sacerdotal y consagrada, parece de una gran importancia anunciar con nuevo ardor y nuevos métodos la buena noticia del llamado de Dios. De esta manera hay que pasar de una Pastoral Vocacional que pone toda la atención en la promoción de nuevos candidatos para la vida sacerdotal y religiosa, a una Pastoral Vocacional que abre sus brazos a todos los jóvenes con el fin de comunicarles una buena noticia: ¡Eres fruto de amor eterno de Dios! ¡Tu vida tiene un sentido objetivo, producto de este amor! ¡Será una vida plena cuando pongas atención y trates de ponerlo en práctica! Esto no quiere decir que se acalle la verdad sobre la vocación consagrada, pero es fundamental que la vocación consagrada se promueva en un contexto evangelizador. A esta acción pastoral vocacional abierta a todos, más centrada en el anuncio que en el acompañamiento y el discernimiento se le ha dado en llamar El kerigma vocacional. Es así el anuncio vocacional que ha de llegar a toda persona, en concreto a los jóvenes y muy especialmente a los jóvenes que se definen como católicos.
Un segundo ingrediente que ayuda a entender el sentido de la Pastoral Vocacional es el de la Cultura Vocacional. Estamos acostumbrados a imaginar la vocación siempre unida a las inquietudes de un individuo que está interesado por la vida sacerdotal o consagrada. En muchas ocasiones nuestra Pastoral Vocacional se ha reducido al acompañamiento de los inquietos. Pero quizá nos hemos olvidado de sembrar inquietudes. En el fondo se maneja un concepto excluyente de la vocación, como si Dios sólo llamase a algunos o como si fueran sólo quienes manifiestan este tipo de inquietudes quienes “tuviesen” la vocación. Quizá conviene dar un paso, desde la atención exclusiva a los “inquietos” hasta la acción pastoral que despierte inquietudes en muchos otros. Cuando la vocación está demasiado unida a las inquietudes, gustos e inclinaciones personales existe un riesgo mayor de inautenticidad. Sabemos perfectamente lo vidrioso que es el lenguaje de los sentimientos y lo oscura que puede llegar a ser una opción motivada desde la generosidad personal. Más que el cuidado de individuos se trata de la promoción de ambientes vocacionales. Es decir, de grupos o sub-culturas en las cuales la llamada de Dios sea vista como un elemento esencial, como parte de la cultura. Efectivamente las vocaciones surgen en racimos, de ambientes en los cuales se respiran los valores cristianos: familias, grupos juveniles, parroquias, presbiterios, comunidades religiosas.
Se puede encontrar un tercer eje identificador de la Pastoral Vocacional en el concepto de iniciación cristiana. La toma de conciencia de la llamada de Dios es una parte necesaria del proceso de iniciación a la fe, de tal modo que podemos afirmar que no existe una verdadera iniciación cristiana si falta la conciencia de haber recibido un llamado de Dios y de estar respondiendo a él. Con frecuencia se ha planteado una catequesis y una pastoral juvenil tan respetuosas de los deseos de los individuos que silenciaban la llamada de Dios. Jesús, según fue evangelizando fue también llamando personas. La Pastoral Vocacional es parte integral de la catequesis infantil, de la pastoral de los adolescentes y jóvenes, de la pastoral familiar, de la pastoral social y educativa. En todos estos ámbitos se hace urgente ayudar a las personas a que escuchen la voz de Dios que llama a través de múltiples mediaciones. ¿Cómo se puede afirmar que una persona se ha iniciado en la fe si esa fe no toca de un modo claro sus decisiones, y muy en particular las decisiones que orientan su vida? Conversión y vocación son dos caras de la misma moneda, una cosa conduce a la otra. Desde este punto de vista habría que revisar los procesos de catequesis y de pastoral juvenil, pero también las acciones de la pastoral familiar y social, para incluir la dimensión vocacional.
Podríamos continuar apuntalando un concepto nuevo de Pastoral Vocacional pero quizá basta los tres ejes señalados. Desde aquí, la Pastoral Vocacional se puede describir como la acción de la Iglesia que ayuda a la toma de conciencia del llamado de Dios, a la maduración de una respuesta y a la perseverancia en ella a lo largo de toda la vida y para todas las personas. Una definición abierta que implica una actividad profunda en la comunidad cristiana.
La Pastoral Vocacional en el Ministerio Presbiteral.
Los Sacerdotes del Prado son una institución eminentemente sacerdotal. Consecuentemente lo que se diga del ministerio presbiteral afecta directamente a este grupo. Queremos partir de una afirmación sencilla: la Pastoral Vocacional es parte esencial del Ministerio Presbiteral. Para comprender mejor este dato pueden servir las palabra de Juan Pablo II: “Sois educadores de la fe, formadores de las conciencias, guías de las almas, para permitir a cada cristiano desarrollar su vocación personal según el evangelio, en una caridad sincera y activa, leer en los acontecimientos lo que Dios espera de él, ocupar su lugar plenamente en la comunidad de los cristianos, de la que vosotros sois los convocadores y los pastores, y que debe ser misionera; para permitirle también asumir sus responsabilidades temporales en la comuni-dad de los hombres de un modo conforme a la fe cristiana. Los catecúmenos, los bautiza-dos, los confirmados, los esposos, los religiosos y las religiosas, individualmente o en grupo, cuentan con vuestra ayuda específica para llegar a ser aquello que deben ser. En una palabra, todas vuestras fuerzas están consagradas al crecimiento espiritual del cuerpo de Cristo, cualesquiera que sean el ministerio preciso o la presencia misionera que os estén confiados. (Juan Pablo II en la catedral de Notre-Dame, 30-V-1980).
La función pastoral de Apacentar y acrecentar el pueblo de Dios (L.G. 18) se concreta de un modo práctico en el cuidado de la vocación de cada uno de los miembros de ese pueblo. Porque edificar al pueblo de Dios implica y exige edificar a cada uno en su vocación personal. Por ello la vocación de cada uno no es ajena a los intereses del pastor. El documento de Aparecida, al colocarse en el plano de la vocación común de los discípulos y misioneros, afirma con nitidez la función pastoral de desarrollar la vocación de cada uno: “Asumir esta iniciación cristiana exige no sólo una renovación de modalidad catequística de la parroquia. Proponemos que el proceso catequístico formativo adoptado por la Iglesia para la iniciación cristiana sea asumido en todo el Continente como la manera ordinaria e indispensable de introducir en la vida cristiana, y como la catequesis básica y fundamental. Después vendrá la catequesis permanente que continúa el proceso de maduración en la fe, en la que se debe incorporar un discernimiento vocacional y la iluminación para proyectos personales de vida” (n. 294).
El desarrollo de la Pastoral Vocacional tiene un referente en la persona misma del presbítero. Esto viene señalado por el documento de la Congregación para la Educación Católica que sirvió para preparar el Segundo Congreso Mundial de Pastoral Vocacional: El “Plan” de Pastoral Vocacional debe subrayar con fuerza la responsabilidad privilegiada de los sacerdotes y de otras personas consagradas. Para el clero, el texto-base del Concilio se encuentra en “Presbyterorum ordinis”, n. 11, donde se ilustra el principio de que la responsabilidad respecto de las vocaciones “sane pertinet ad ipsam missionem sacerdotales (cfr. O.T. 2; A.G. 39). Para responsabilidades análogas de otras personas consagradas, (cfr. P.C. 24).
a) La eficacia procede de la persona misma del sacerdote: “Un sacerdote tranquilo y feliz en su ministerio, ejercitado con generosidad y entrega, es el mejor promotor de las vocaciones” (de las Actas citadas). Un ministerio en el cual el sacerdote debe sentirse signo visible de Cristo Sacerdote, instrumento de Cristo Salvador, testigo de su Evangelio, servidor del Pueblo de Dios (cfr. P. O. nn. 1-3; 10;11;12;16).
b) La eficacia procede de la cualidad de la actividad apostólica que desarrolla el sacerdote en el ejercicio cotidiano de su ministerio.
c) Pero todo esto exige competencia y, por lo tanto, preparación. Exige intercambio de experiencia y colaboración con otros sacerdotes, religiosos, religiosas, laicos.
d) Cuanto se ha dicho del sacerdote se aplica también, con las debidas distinciones, para otras personas consagradas. Merecen especial mención las hermanas y hermanos que dedican su vida a los jóvenes en escuelas y otras instituciones, en todo el mundo, y pueden también llevar a cabo una obra admirable respecto de las vocaciones” (Sugerencias
Si los Sacerdotes del Prado son presbíteros con una más clara conciencia de su misión, esta conciencia incluye la disponibilidad pronta para implementar la Pastoral Vocacional allí donde estén, de acuerdo con la planificación pastoral de la Diócesis. Esto implica la participación en el Centro Diocesano de Pastoral Vocacional, el desarrollo de los equipos parroquiales de Pastoral Vocacional, la elaboración de materiales vocacionales, la formación de los seminaristas para la Pastoral Vocacional. Es decir, una múltiple acción desde el ministerio ejercido por cada uno de ellos. Cada sacerdote del Pradó deberá ser, consecuentemente, una presencia vocacional significativa y por ello un natural animador de la Pastoral Vocacional. Estudiar el modo de implementar esta acción y motivar a los miembros de la Institución para ello tendría que ser una prioridad, antes de pensar en las vocaciones para la propia Institución.
La Pastoral Vocacional de los Sacerdotes del Prado.
Si queremos imaginar la Pastoral Vocacional desarrollada por los Sacerdotes del Prado, se podrían juntar los elementos mencionados: Una Pastoral Vocacional evangelizadora, capaz de promover la cultura vocacional y de desarrollar la conciencia vocacional de los creyentes como parte de su misma iniciación cristiana. Una Pastoral Vocacional bien cimentada en el testimonio sacerdotal de sus miembros, donde la vivencia serena y alegre del propio ministerio se convierte en un referente para la vocación de todos. Una Pastoral Vocacional, en fin, bien organizada, a través de la participación en el oportuno Centro Diocesano y por medio del desarrollo de equipos vocacionales en cada una de los lugares en los que desarrollan su ministerio presbiteral.
Cómo promover un carisma como en de los Sacerdotes del Prado.
El carisma de los Sacerdotes del Prado existe al interno del carisma sacerdotal. Esto quiere decir que no se trata de una vocación diferente, sino de una especie de segundo llamado, en el contexto de la vocación presbiteral. La promoción del carisma de los Sacerdotes del Prado deberá contar con esta condición suya, de modo que sea coherente con ella. Así se pueden dibujar unas líneas para realizarla:
- Ante todo ofrecerán una presencia testimonial en el ámbito del presbiterio y de la Iglesia Particular. Ha de llamar la atención el modo radical y profundo con el que realizan su vida y ministerio. Esta es la clave fundamental, tal como es señalada por los documentos de la Iglesia, tanto para la promoción de la vocación de los laicos y los religiosos como:
- Cuidar esmeradamente su propia vida en el plano espiritual y humano. Han de ser sacerdotes serenos, alegres, marcados por la unión con Jesucristo y por un modo de vivir sano, armónico, sobresaliente en este sentido.
- Los Sacerdotes del Prado tendrán una dedicación a la promoción de todas las vocaciones y un gozo especial en ello, como parte de su misma identidad presbiteral. Todo lo que signifique suscitar, formar o sostener las distintas vocaciones ha de tener un eco intenso en su corazón de pastores. Así:
- Dedicar su tiempo y sus energías a la dirección espiritual de distintas personas, por medio de la cual se promueve y se sostiene su vocación.
- Organizar la Pastoral Vocacional convenientemente, desarrollándola en el ámbito de sus propias responsabilidades pastorales, especialmente a través de los equipos parroquiales de pastoral vocacional.
- Participar con entusiasmo en el Centro Diocesano de Vocaciones, apoyando con claridad el Plan Diocesano de Pastoral Vocacional.
- Los Sacerdotes del Prado deberán animar lo más posible a otros sacerdotes, no con el fin de que lleguen a ser miembros de su institución, sino por el hecho mismo de ser una institución para el sacerdocio y por el sacerdocio. Deberán concentrar sus fuerzas en la atención y cuidado de la vida y ministerio de otros presbíteros, promoviendo lo más posible la fidelidad a su vocación. Es algo similar a lo que hacen los misioneros, al mismo tiempo que promueven las vocaciones propiamente misioneras, realizan la animación misionera de las comunidades cristianas. Antes de promover vocaciones para el Pradó hay que tener una decidida actitud positiva, constructiva y generosa ante todo lo relacionado con el sacerdocio mismo. Para ello:
- Ofreciendo un testimonio sacerdotal en el presbiterio. Que sean conocidos como miembros sobresalientes del presbiterio, dignos de confianza, especialmente hábiles para la dirección espiritual de los sacerdotes. Que esta calidad suya brille más y sea más conocida que su pertenencia a la Institución.
- Acoger a los sacerdotes, estableciendo con ellos relaciones fraternas de calidad. Esto se puede hacer tanto en el plano personal como grupal, según esté organizado el presbiterio.
- Facilitar la participación de los sacerdotes en algunos aspectos del carisma, aunque no se dé ni se persiga la pertenencia plena a los Sacerdotes del Pradó.
- Por último, deberán cultivar la actitud de proponer con sencillez, valentía y discreción su propio carisma a los sacerdotes diocesanos, sabiendo que sólo serán miembros de su Institución una minoría, llamados a ser catalizadores
- Presentando efectivamente el carisma de los Sacerdotes del Prado cuando parezca oportuno, haciéndolo sí, con discreción, pero también con claridad. En el plano personal, dando razón de su entrega ministerial y de su estilo de vida a otros sacerdotes, que naturalmente preguntarán por ello. En el plano institucional por una presentación sencilla y clara de su carisma.
- Invitando a algunos sacerdotes escogidos, con un gran respeto de su libertad, a pertenecer a la Institución.