3er DOMINGO DE PASCUA
Jn 20, 19-31
Jesús resucita, también, en el corazón de sus discípulos por sus palabras:
“…tenía que cumplirse todo lo que estaba escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos”
(Lc 24, 44)
HOMILÍA DE MONS. LUIS MARTÍN BARRAZA
Domingo 18 de abril 2021
“Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras…”(Lc 24, 45). Durante los domingos de Pascua vamos profundizando en el misterio de la resurrección del Señor y en las consecuencias para nuestra vida. En este tercer domingo aprendemos que la resurrección significa una nueva manera de leer las Escrituras. Los encuentros con Jesucristo son significativos porque les explica la palabra de Dios. No fueron sólo experiencias místicas, sino discernimiento, reflexión, confrontación con la verdad revelada. Podemos decir que Jesús resucita, también, en el corazón de sus discípulos por sus palabras: “…tenía que cumplirse todo lo que estaba escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos” (Lc 24, 44). Verlo simplemente u oír que otros lo vieron no fue suficiente, fue necesario escucharlo personalmente y celebrar con él el amor que suscitaban sus palabras. La invitación de Jesús a tocarlo: “Tóquenme y convénzanse…”(Lc 24, 39), muy bien puede significar llenar el sentido del tacto, pero también el oído(comprender). Jesús dedicó mucho tiempo a cultivar la escucha de sus discípulos, la parábola del sembrador es un ejemplo(Mc 4, 3-12). Como si le interesara más que aprendieran a escuchar, que contenidos doctrinales.
De pronto se suscitó un movimiento de relectura de las Escrituras. Este es un argumento más en favor de la resurrección. Podemos preguntarnos: ¿de dónde sacan los apóstoles esta nueva clave interpretativa de la Ley, los Profetas y los Salmos? Tres años de convivencia con Aquel que dijo: “No piensen que he venido a abolir la ley y los profetas…, sin a darle plenitud” (Mt 5, 17), ¿habrán sido suficientes para aprender a descubrir el misterio de Cristo en ellas? La realidad es que durante la vida terrena de Jesús no parece que le entendieran mucho: “ ¡Hombres de poca fe!.. ¿Aún no entienden?(Mt 16, 8-9). Y sin embargo, después de la muerte de Jesús se llenan de una profunda sabiduría, capaz de comprender la muerte de Jesús a la luz de los profetas.
Podemos decir que todo el Nuevo Testamento es una relectura muy profunda del Antiguo Testamento. Empezó Pedro, en Pentecostés, recordando al profeta Joel(3, 1- 5): “En los últimos días, dice Dios, derramaré mi Espíritu sobre todo hombre, y profetizarán sus hijos y sus hijas, sus jóvenes tendrán visiones, y sus ancianos, sueños” (Hech 2, 17). Todo eso para concluir que todo esto se ha cumplido en Jesús que ha derramado su Espíritu sobre ellos, lo cual explica toda aquellas fiesta y embriaguez que parecen tener los discípulos. Continuará, atribuyendo a Jesús las palabras del Sal 16, 8-11, que hasta entonces se habían aplicado a David. Sin embargo, Pedro, con una lógica impecable demuestra que se han cumplido en Jesús(Hech 2, 25-28). Pedro afirma que “David murió y lo enterraron, y su sepulcro se conserva hasta ese tiempo. Pero como era profeta y sabía que Dios le había prometido con juramento que un descendiente suyo ocuparía su trono, con visión profética habló de la resurrección de Cristo, el cual no fue abandonado a la muerte ni sufrió la corrupción”(Hech 2, 29-30). ¿Dónde aprendió esto Pedro? Las profecías estaban anunciadas, pero nadie había explicado su cumplimiento. El autor de esta nueva lectura de la Palabra de Dios es el Espíritu del resucitado, por boca de sus discípulos, como antes por boca de los profetas. Después, Pedro, interpretará otros pasajes: Hech 3, 13; 3, 22-26. Frente al Consejo de ancianos le aplicará a Jesús unas palabras del Salmo 117, 22, que tendrá muy presentes la comunidad primitiva: “Él es la piedra rechazada por ustedes, los constructores, que se ha convertido en piedra fundamental” (Hech 4, 11).
Lo seguirá Esteban, que hace una relectura más detallada de la historia de la salvación. Habla de Abraham, José, Moisés, David y Salomón. Los presenta como anticipo profético de lo que sucedió a Jesús. En él llega al extremo la persecución sufrida por los profetas: “Ustedes, hombres testarudos, tercos y sordos, siempre se han resistido al Espíritu Santo. Esto hicieron sus antepasados, y lo mismo hacen ustedes. ¿A qué profeta no persiguieron sus antepasados? Ellos mataron a los que predijeron la venida del Justo, a quien ustedes acaban de traicionar y asesinar” (Hech 7, 51-53).
También el diácono Felipe interpretará la Sagrada Escritura. Ayudará al etíope a comprender el cuarto poema del Servidor de Yahvé(Is 53, 7-8). “Le anunció la buena noticia de Jesús” (Hech 8, 35). Lo mismo hicieron los demás apóstoles. Pedro, Santiago, Juan y Judas tiene sus cartas apostólicas. Quizás el más grande interprete del Antiguo Testamento a la luz de Cristo resucitado, es san Pablo, a pesar de no haber sido testigo presencial. También los evangelistas son grandes lectores de la Ley y los Profetas a la luz del acontecimiento Cristo. En ellos se alcanzan a percibir la relación conflictiva que existió entre el judaísmo y el cristianismo naciente.
Mateo está lleno de referencias al Antiguo Testamento, pero con una luz nueva. Es él que presentará a Jesús como nuevo Moisés y las bienaventuranzas como el nuevo decálogo. Son clásicas las expresiones de Jesús en este evangelio: “No piensen que he venido a abolir la ley y los profetas…, sino a darles plenitud” (Mt 5, 17). “Han oído que se dijo… Pero yo les digo…”(Mt 5, 21. 27. 33. 38. 43).
Para un no creyente, la resurrección sería, simplemente, fruto de la evolución en la interpretación de la literatura anterior. Tal vez ni se necesitaría a Cristo, sería suficiente el progreso de la narrativa. Así las cosas, estaríamos frente a genios de la literatura. Y como se trata de literatura religiosa, llegó a un nivel de desarrollo que dio el brinco del judaísmo al cristianismo. Sin embargo en toda la literatura del Nuevo Testamento se da un salto abismal que casi rompe con lo anterior. El Papa Benedicto XVI dice que entre el AT y el NT hay una continuidad, ruptura, cumplimiento y superación. San Agustín decía que “el Nuevo Testamento está escondido en el Antiguo y el Antiguo se manifiesta en el Nuevo”. A su vez san Gregorio Magno: “El AT. es profecía del NT., y el mejor comentario al AT. es el NT”(DV. 41). Tan excelente comentario que se volvió la versión definitiva de la revelación de Dios al hombre.
Este es el punto, ¿cómo dio inicio este nuevo movimiento de la Ley, los Profetas y los Salmos? Sus autores no eran grandes literato y sin embargo son los más leídos escritores de todos los tiempos, se han traducido y se siguen traduciendo a todos los idiomas de la tierra y muchos dialectos. En cuanto a los apóstoles eran “hombres del pueblo y sin cultura”(Hech 3, 13). De todos los redactores del NT., parece que el más cultivado es san Lucas, que nos dejó su Evangelio y el libro de los Hechos de los Apóstoles. Aún concediendo que estuviera un grupo redaccional detrás de ellos, ¿de dónde les vino la gran inspiración que superó la sabiduría de muchos siglos atrás del pueblo de Israel, y que sigue cautivando tanto a la razón como a la fe? No encuentro otro explicación que no sea una experiencia que sanó, iluminó y elevó la humilde condición humana: “…lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de la vida…”(1 Jn 1, 1). Tal vez había buenos escritores, historiadores, pero sobre todo había creyentes.
Sin embargo no debemos olvidar, que quien comenzó este gran movimiento bíblico o de relectura fue Jesucristo. En los evangelios aparece en continuidad, rompiendo, cumpliendo y superando el AT. No cabe duda de que la resurrección significa, también, un gran movimiento de reinterpretación de la Palabra de Dios a la luz de la experiencia de Cristo resucitado, que se revela plenamente en la eucaristía, como les sucedió a los discípulos de Emaús. Esto significa que no podemos entender a Jesucristo sin las Escrituras(san Jerónimo), ni la Escritura sin Jesucristo.
En el Evangelio que escuchamos, Jesús aparece sanando las heridas de la incredulidad y el miedo de sus discípulos, con el ungüento de sus palabras, para abrirlos a la esperanza. Fiel a su método de anunciar la Buena Nueva del reino por medio de obras y palabras, es decir, gestos concretos y predicación, primero, muestra su cuerpo con las marcas de la pasión para que sus discípulos reconozcan al que habían tocado y pueden continuar tocando, porque es real no es un fantasma. Lleva a cabo delante de ellos una de las actividades que indican que una persona es de carne y hueso, como lo es el comer. Vuelve a ser la comida eucarística signo de reconocimiento del resucitado. La eucaristía debe ser cumplimiento de todo aquello que anuncian las escrituras, los signos eucarísticos y la comunidad que los hace vida.
Sin embargo, no se puede prescindir de la escucha de la Palabra de Dios. La escucha de la Palabra va ayudando a descubrir cómo Jesús se encarna hoy en la vida celebrada en la eucaristía(Lc 4, 21; 24, 27). “Palabra y Eucaristía se pertenecen tan íntimamente que no se puede comprender la una sin la otra: la Palabra de Dios se hace sacramentalmente carne en el acontecimiento eucarístico…Por eso, la Iglesia honra con una misma veneración, aunque no con el mismo culto, la Palabra de dios y el misterio eucarístico y quiere y sanciona que siempre y en todas partes se imite este proceder…”(VD. 55).