MEMORIA AGRADECIDA A LA “NUBE DE TESTIGOS“
Fiesta del Prado
10 de diciembre de 1860 – 10 de diciembre de 2020
P. Sergio Duque, Prado de Colombia.
El 10 de diciembre, el miércoles pasado, el Prado de Colombia organizó una sesión zoom conmemorativa. Aquí el trabajo de nuestro querido hermano Sergio Duque. Ese día, también, se presentó el icono del P. Chevrier, elaborado en el Taller de Iconos San Pablo de la Ciudad de México, su versión en español estará lista en unas semanas y se enviará copia de la imagen a cada país de América Latina.
El siguiente breve recuerdo pretende solamente motivar nuestro agradecimiento a la nube de testigos pradosianos, cuyo testimonio y enseñanzas me permito destacar en tan solo algunos de tantos a quienes he podido tratar de cerca. Cada uno ampliará, según su experiencia, el número de estos testigos que suscitan nuestra gratitud a ellos, al Padre Chevrier y al Señor (Sergio Duque H).
Gratitud por la Gracia concedida a Antonio Chevrier y, a través de él, a todos nosotros.
Es justo y necesario comenzar por este agradecimiento al Señor que, desde el pesebre, la cruz y el sagrario, invitó al P. Chevrier a seguirlo más de cerca en la pobreza y en el camino del amor verdadero, para ser más eficaz en el trabajo por la salvación de los pobres y de la humanidad. Yendo a los pobres y haciéndose uno de ellos, con sus catequistas, Antonio Chevrier encontró el Prado, convocó a los pobres e inició con ellos una familia de verdaderos discípulos, unidos en Jesús y dóciles a su Evangelio. Al tiempo de esta convocación, emprendió en esa familia la formación de apóstoles, hermanas, hermanos, catequistas, seminaristas y sacerdotes pobres para los pobres. Fueron estos los padres Jaricot y Martinet, los seminaristas que llegaron a ser los primeros sacerdotes formados por el P. Chevrier: Duret, Broche, Farissier, Delorme. Sor María, sor Verónica, sor Clara, sor Teresa, sor Gabriel, sor Isabel y sor Jacinta. Todos estos recibieron del P Chevrier la formación clave: el estudio de Jesucristo para amarlo, seguirlo y configurarse con Él.
Esta nube de testigos convertida en familia se esparcirá poco a poco desde Francia y Europa hasta la cincuentena de países donde nos encontramos hoy, 160 años después de la fundación del Prado nacido ya en San Andrés en la noche navideña de 1856. Demos gracias a Dios.
Monseñor Alfredo Ancel, Antonio Bravo y Federico Carrasquilla
Siendo obispo auxiliar de Lyon y a la vez Responsable Internacional del Prado, Monseñor Ancel proyectó su carisma pradosiano en su experiencia como obispo obrero; en su servicio a la espiritualidad apostólica de los sacerdotes, a través de numerosos retiros en Francia y más allá de Europa; en su contribución al nacimiento del Prado en España, Italia, Bélgica… y en el envío de numerosos pradosianos como fidei donum en América Latina, Africa y Asia.
Sobre todo, en su testimonio evangélico y pradosiano en el Vaticano II, en el grupo de trabajo “la Iglesia de los pobres” (al que pertenecían numerosos obispos y teólogos, como Lercaro, Frings, Camara, Congar, Chenu, etc…). No es exagerado decir que su aporte pastoral y teológico contribuyó de manera excepcional a la comprensión evangélica, en el concilio, de la pobreza y de los pobres. Su aporte en el trabajo del número 8 de Lumen Gentium, contribuyó a comprender, en efecto, que la pobreza de la Iglesia no era una exigencia meramente ascética y moral, sino una exigencia de su identidad con Jesucristo, Mesías de los Pobres, de su seguimiento a él y de su servicio al Reino de Dios. Y que la opción por los pobres, y la inserción de la Iglesia y de su misión apostólica en medio de ellos, no era una cuestión de importancia meramente social, sino una exigencia ineludible del Mesianismo de Jesús y de su Misión salvadora. Todo esto lo había asimilado Ancel en sus estudios en el Instituto Bíblico de Roma y en su sólida preparación filosófica y teológica, pero, sobre todo, en su formación espiritual y apostólica pradosiana. El carisma del Padre Chevrier estuvo así presente, humilde pero eficazmente, en el acontecimiento providencial del Vaticano II.
Dicho aporte “pradosiano” de Mons. Ancel a la Iglesia universal, dentro del Concilio mismo, revirtió naturalmente en la apertura y el rumbo postconciliar que él, con su equipo de colaboradores, imprimió al Prado, rumbo consolidado por sus sucesores Berthelon (con su insistencia en “cuidar las raíces”), Arnold y Antonio Bravo (con su extenso e invaluable servicio al Prado).
Antonio es un testigo brillante de la gracia pradosiana. La solidez de su formación teológica y pradosiana, su testimonio, su creatividad apostólica, su liderazgo espiritual y sus escritos, le han permitido servir a la formación teológica y espiritual de múltiples sacerdotes en diversas diócesis. De modo incansable, Antonio ha predicado el Evangelio y proyectado su vivencia del carisma pradosiano en sus libros, retiros, cursos, conferencias y seminarios, para sacerdotes y laicos, así como en la pastoral parroquial y docente, y en su testimonio personal de servicio y amistad.
Su gran aporte a la Iglesia ha sido coronado por su servicio al Prado de España y del mundo. Durante sus tres mandatos (18 años) como responsable general del Prado, Antonio realizó con sus consejos y con la participación del Prado internacional, lo que podríamos llamar la actualización y vigorización del Prado en el espíritu del Vaticano II, impulsó la expansión e inserción del carisma en la Iglesia universal y en la realidad mundial actual, consolidó la dimensión diocesana y el dinamismo del Prado como familia internacional, y plasmó, con toda la familia pradosiana, la fisonomía evangélica y eclesial del carisma para los nuevos tiempos, en las nuevas Constituciones, aprobadas por la Santa Sede en 1986, a la par que San Juan Pablo II beatificaba al Padre Chevrier en Lyon. Antonio Bravo, con sus consejos generales, consolidó los programas de formación y el directorio para la formación, convocó sesiones internacionales y regionales de formación y visitó, con sus asistentes, los Prados del mundo, ayudándoles a afirmar su identidad y su comunión. Este arduo trabajo ha sido continuado por los últimos responsables internacionales Robert Daviaud, Michel Delannoy y Armando Pasqualotto y sus respectivos asistentes y consejos generales. A todos ellos nuestro sentimiento agradecido, en particular por el apoyo brindado al Prado colombiano.
Testigos del Prado colombiano
Damos gracias a Dios en esta memoria, por la vivencia evangélica y pradosiana de Federico Carrasquilla, por su testimonio de Jesús, su entrega a los pobres, su amistad y fraternidad, y su liderazgo sabio y servicial, que hicieron posible el surgimiento del Prado en Colombia, a la vez que otros hermanos, pradosianos fidei donum, empezaban a irradiar la gracia pradosiana en Latinoamérica.
Animados y acompañados por Federico, consolidaron el primer equipo pradosiano de Colombia los queridos Hernando Pinilla (qué empeño y generosidad en el trabajo, en las publicaciones para difundir la gracia, en su acertada conducción del Prado colombiano durante 35 años), Mario Luján, Hensy Peñaloza, Carlos Calderón, todos ello… qué ejemplo de sacrificio, lucha, alegría y fraternidad! Y Pepe Breu de Barcelona, vinculado a Medellín, gracias a él empezó a tomar forma y vínculo el Prado de América Latina con boletín y todo. Y a Manolo Medina, cuánto le agradecemos su testimonio evangélico, su amistad, su constancia en el acompañamiento de la formación, sin el cual no puede haber Prado! No olvidamos el profundo estudio con él del Directorio para la formación,
Cuánto debemos a estos hermanos por su entrega evangélica, su amistad, su tenacidad en los sufrimientos, su pobreza, su trabajo incansable por irradiar y proponer la gracia de este Prado que nació y germinó gracias a ellos, y por darle orden a los procesos de formación y crecimiento…
Luego entraremos Guillermo Buitrago, Horacio Carrasquilla, Ramón Abella, este servidor, los italianos fidei donum Piero, Guido y Franco, el seminarista Omar García, Carlos Prías e Indalecio, Saúl Anaya, Benjamín Pelayo, Alvaro Gonzalez. Un poco después vendrán Jorge Flórez, Nestor Mendoza, Atilio, Rafael Rodríguez, Gersaín, Mario Ospina, Ricardo, Fredy Ruiz, Juan José, Jorge Eliécer, José María, Lucho y Pablo, Marcos, Fredy Ramírez… Empezaron así los equipos de Medellín, Cali, Bucaramanga y Santander, Montería, Bogotá y Barranquilla. Podríamos decir que esta ha sido la primera generación pradosiana colombiana que ha crecido apoyada en el testimonio de Federico y el primer equipo… Faltan nombres en esta mención, pero están en el corazón.
Luego crecerán los equipos ya nacidos y nacerán los de Caldas (Ant), Pereira (con Jorge Londoño y Alvaro Betancur, Meta (con los dos Omar y Orlando, Barranca, San Gil (con Benjamín). Y están llegando la segunda y la tercera generación que esperan nuestro testimonio, necesitan de nuestro acompañamiento cercano y merecen nuestro servicio generoso!
La vida y la pascua de los que han partido (Pepe, Justiniano, Carlos Alberto, Ricardo, Lucho Chacón, Marcos, Efraín, Horacio, Ramón, Mauricio, Franz, Henry) ha incrementado la nueve de testigos que gozan ya de la luz de Dios e interceden por nosotros. Gracias hermanos! Ellos representan un llamado del Señor a todos nosotros para perseverar, agradecer y comunicar la gracia a muchos que el Señor desea que sean verdaderos discípulos y sacerdotes según el Evangelio.
¡Agradecer y mirar hacia adelante!
A la vez que agradecemos lo recibido y lo trabajado, debemos mirar hacia adelante y encarar los retos del presente y del futuro. ¿Cuáles son estos? Cada uno con sus compañeros de equipo, mirando su realidad como equipo diocesano, la Iglesia y los pobres en medio de los cuales vive, los podrá descubrir y afrontar con decisión y alegría.
Mirando a la nube de testigos que Dios nos ha concedido como columna luminosa de la noche y como sombra bienhechora del Espíritu durante la fatiga diaria, descubrimos que su testimonio suscita los retos fundamentales que cada uno de nosotros y cada equipo diocesano está llamado a concretizar y responder, y que podemos resumir, en su forma clásica conocida, en las siguientes llamadas:
– Fidelidad a la gracia en su integralidad (los “todos”, el EE, el CV), cuidar las “raíces” y velar por mantener la naturaleza original del Prado como espiritualidad apostólica de la que brota la fecundidad de nuestra evangelización de los pobres.
– cercanía y acompañamiento en la formación!
– cultivo de la vida fraterna del equipo diocesano (o regional) y de la familia
pradosiana internacional.
– fortalecer el aspecto organizativo del Prado (consejo, formación, estructura y dinamismo de los equipos diocesanos), al servicio del crecimiento del carisma.
Hermanos, reciban todos un abrazo fraterno con mis felicitaciones en estegran día. Que el Padre Chevrier y nuestros compañeros fundadores continúen prodigando sus luces!