– PÁGINA DE CUADERNO DE VIDA –
PRACTIQUEN GENEROSAMENTE LA HOSPITALIDAD
(Rm 12,13).
P. Armando Armenta,
Hermosillo.
Hacía meses que el padre Héctor Villa, compañero del Prado de Ciudad Juárez, me comentó que Celia, una madre de familia de esa ciudad, deseaba visitar a su hijo, interno en el Centro federal de readaptación social (Cefereso), que se ubica en Hermosillo, Sonora.
Atendiendo su petición, colaboré para buscar alojamiento a Celia y a sus nietas Nahomy y Allison, que tenían años sin ver a su padre. En el Centro María Auxiliadora, en donde un grupo católico de laicos da hospedaje a mujeres migrantes extranjeras, no había cupo, por lo que buscamos un hotel con departamentos. Con la colaboración de varias personas de Juárez y Hermosillo, se ayudó a la familia en el hospedaje.
Julián Nava, un compañero de la primaria y vecino del barrio de san Benito, accedió de inmediato a prestar su servicio de taxi para los traslados de la familia. La parroquia de Nuestra Señora del Carmen, en donde soy vicario cooperador, y el padre Erik Urías, colaboraron con despensa para los alimentos. El lunes 24 de abril Carlos Nava trasladó a la familia al Cefereso, ubicado a la salida poniente de la ciudad. Estuvieron con Santiago algunas horas para alegría de las hijas y de su madre.
El 25 de abril las invité a comer a casa de mi madre Aurora, que era visitada por sus hermanas María Jesús y Cristina. Mi tía Chu hizo la comida con esmero. Se formó un ambiente de escucha, fraterno y de convivencia. Solidaria mi madre dejó en la mano de Celia un apoyo económico a Celia.
En una visita a la Catedral de la Asunción, Celia compró unas sencillas cruces de palma que me encargó obsequiara a mis tías y a mi madre, agradeciendo sus atenciones. Una semana después tuvieron la oportunidad de ver a Santiago, para luego regresar a Juárez.
En esta experiencia fue una gracia el observar la comunión de una familia cuya vivencia de la cruz es llevada en la fe en Jesucristo, en esperanza, con el apoyo de la comunidad eclesial, signo de la presencia del Resucitado. Es una llamada a contemplar y aprender de la experiencia de los más sencillos. Fue una oportunidad para aprender a compartir con los “con los hermanos necesitados” y “acoger a los que estén de paso” (Rom 12,13). Un momento de solidaridad con quienes visitan a sus familiares presos (Heb 13, 3).