REVISIÓN DE VIDA
DEL EQUIPO DEL CONSEJO DEL PRADO MEXICANO
“Tocar el sufrimiento de los pobres y ser portadores de esperanza”
En abril pasado, en medio de la pandemia mundial, fuimos invitados como consejo del Prado Mexicano a participar en un ejercicio de Revisión de vida teniendo como marco uno de los tres misterios del Cuadro de Saint Fons. ¿Cómo el misterio de la Cruz está presente en la vida de nuestros pueblos? Nos reunimos vía la plataforma de zoom cuatro veces a lo largo de cuatro semanas. Aquí lo que compartimos con una mirada de pastores sobre el sacerdocio y la misión entre los pobres.
- Un Hecho de vida: “Yo me abandono y pongo todo a los pies de la cruz”
De entrada es necesario considerar que lo que contemplamos hoy en la humanidad es la realidad de la cruz. La crisis sanitaria que vivimos a causa del Covid-19 va recorriendo nuestro mundo y ha puesto en evidencia nuestra fragilidad y límites. Hoy nos acompaña de manera palpable la cruz del miedo, del sufrimiento, del contagio y de la muerte.
Si el primer mundo tan autosuficiente y aparentemente con todo resuelto, pronto fue rebasado por la pandemia, imaginamos lo que está afectando al tercer mundo con estructuras de vida, políticas, sociales y de salud menos sólidas y más vulnerables. Nuestros proyectos y certezas han saltado literalmente por los aires. De pronto se ha hecho palpable lo que afirma el escritor sagrado: “como un suspiro gastamos nuestros años”; “toda carne es hierba…” (Sal. 90,9; Is. 40,8). Esta crisis ha evidenciado lo mejor o lo peor del ser humano.
Con la sensación de “no poder hacer nada”, aprendemos que el “hacer algo” no viene de nosotros sino que nos viene de Otro, pertenecemos a otro. El Señor nos conceda la gracia de comprender más el misterio de su cruz, “estar clavados y crucificados con Él”, inmolados con nuestras comunidades, y desde allí colaborar en su designio de salvación.
En este contexto, recogemos un hecho de vida con el testimonio del Padre Mario Alberto García. Él junto con otros hermanos se dieron a la tarea de identificar y ayudar a los más pobres, apoyados en un proyecto eclesial llamado “Alianza”. Esta contingencia ha evidenciado situaciones de miseria, familias que viven de su trabajo diario y que al suspenderse toda actividad laboral no cuentan con absolutamente nada para sobrevivir. Personas que en realidad el “quédate en casa” a causa de la pandemia significa optar por no tener nada para alimentarse.
El P. Mario, sacerdote joven, que trabaja en una parroquia popular (Sagrado Corazón de Jesús, arquidiócesis de México), había expresado el deseo de “tocar el sufrimiento” de los pobres de su comunidad y ser portador de esperanza. En esta realidad se había planteado: “¿qué vamos a hacer? ¡Tanta gente que sufre! Todos tenemos miedo, pero tenemos que vencer eso, ¡y no encerrarnos!”. En su recorrido por la parroquia se encontró con Doña Josefina, anciana inválida de 80 años que vive con su nieta de 14 cuyo hijo, padre de la menor, se encuentra en la cárcel.
Con este motivo, visita a Doña Josefina periódicamente y además de darle consuelo le ofrece una despensa. Ella ha expresado su agradecimiento afirmando: “Yo sabía que Dios no me iba a dejar, es verdad que tengo mucho miedo y a veces siento tristeza y lloro. Cuando tengo un poco de dinero, no sé si comprarme la medicina o darle de comer a la nieta. Pero yo sé que estoy en las manos de Dios. Yo me abandono, y pongo todo a los pies de la cruz”.
- Contemplar y descubrir al Señor presente en la realidad y en su Palabra.
¿Qué retenemos como esencial de este hecho? ¿Qué aprendizaje nos ofrece el Señor a través de esta anciana y su abandono en la cruz y de este joven sacerdote?
El P. Mario se siente animado e inspirado en el Señor Jesús (discípulo y aprendiz de la vida), ante todo por lo que de él afirma la Carta a los Hebreos: “Y aun siendo Hijo, por los padecimientos aprendió la obediencia” (Hb 5, 8).
Es interesante el texto sugerido, P. Mario va haciendo un camino de discípulo y él confiesa que le cuesta “obedecer”. Ya desde el seminario no le fue fácil el tema de la autoridad; su historia lo ha marcado en este sentido; sin embargo es precisamente “la obediencia de Jesucristo y su aprendizaje” lo que él siente como una atracción en la persona de Jesús. Este es un llamado que cultiva en el seguimiento del Maestro que desea profundizar y que hace recordar lo que afirman las constituciones: “El Espíritu de Cristo, Buen Pastor que da su vida por sus ovejas, nos llama a vivir hoy su obediencia filial al Padre, su plegaria, su compasión por los pobres…” (no. 10). O como decía Benedicto XVI: “todo lo que tiene que ver con Jesucristo tiene que ver con los pobres y todo lo que tiene que ver con los pobres, tiene que ver con Jesucristo.”
Dios se muestra siempre protagonista y nos conduce a situaciones insospechadas para enseñarnos cosas que nos han costado en otros ámbitos. Aún en el confinamiento el padre Mario va aprendiendo a dejarse conducir por las circunstancias. Él se ha sentido impulsado a “salir al encuentro”, que no es otra cosa que el dinamismo de la caridad divina: “pues así como Dios nos amó con amor gratuito, así los fieles han de vivir preocupados por el hombre mismo, amándolo con el mismo movimiento con que Dios lo buscó…” (AG 12).
Por otra parte, en Doña Josefina percibimos junto con otros ancianos a las personas más vulnerables, las que pueden ser descartadas. Y sin embargo, en ella se nos revela una fortaleza única y la riqueza de valores que hoy faltan a nuestra humanidad; son lecciones que evangelizan: su confianza en Dios, su abandono en la cruz y su humildad para asumir lo que la vida le propone. Algunos quisieran eliminar a los ancianos pero ellos nos ofrecen lecciones de vida, poseen una reserva de valores que nos enriquece.
El P. Mario buscaba ayudar a los pobres pero en Doña Josefina se ha encontrado con una “catequista y testigo”. Ella es como una “catequista y testigo de la fe”, contemplamos su pobreza total y abandono en Dios (ella misma se siente a veces ante la alternativa de comprar medicina o dar de comer a la nieta). Pero ella se postra a los pies de Jesucristo crucificado. “Son los pobres que experimentan la buena noticia de la salvación”. Nos hace recordar aquello de: “Bienaventurados los pobres de espíritu, los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mt. 5). Dentro de nuestra formación sacerdotal nosotros estamos llamados a dejarnos formar en el espíritu por los humildes y los pobres.
La Palabra es siempre iluminadora y nos ayuda a descubrir nuevas dimensiones de la vida. Escuchando y contemplando la vida de doña Josefina, constatamos que estamos ante la experiencia radical de la fe. El autor de la carta a los Hebreos nos recomienda: “Tengan sus ojos fijos en Jesús, el que inicia y consuma la fe…” (12,1). Es este Jesús que le ha impactado al P. Mario, “siendo Hijo, por los padecimientos aprendió la obediencia y llegado a la perfección…”(5,8). Este texto, nos presenta a Jesús como aprendiz, alumno, discípulo del Padre; como Hijo obediente y sumiso en un camino marcado por los ruegos y suplicas que fue escuchado por su actitud reverente. Jesús mismo vive un aprendizaje, un proceso de perfección en el sufrimiento como lo afirma el escritor (cf. 2,1). Jesús vive su misión con una solidaridad extrema, haciéndose hermano, viviendo la caridad hasta el extremo de hacer de su vida ofrenda y don. La pregunta radical es si con Jesús estamos dispuestos a colaborar en lo que conviene a Dios o como lo afirma el peregrino de Emaús: “era necesario que el Mesías padeciera” (Lc. 24,26). ¿Estamos dispuestos a dejarnos moldear por el Padre en lo que a Él conviene, en que es necesario en su designio de salvación?.
El sufrimiento y la muerte en nuestro mundo nos remite al misterio de la cruz; pero la cruz nos da miedo y no es un tópico agradable a nuestros oídos. El silencio y despojo de la cruz, el abandono y anonadamiento del Verbo en la cruz es escuela y camino para el discípulo, pero es locura y necedad para muchos, aunque la debilidad divina es mas fuerte que los hombres. Y sin embargo Jesús en la cruz nos enseña a ponernos en las manos de Dios. En la cruz el Dios escondido y silencioso, el Salvador, estaba recreando a la humanidad. Somos llamados a una mayor comprensión de la vida y del ministerio desde la “sabiduría de la cruz”, sabiduría que es el mismo Jesucristo en sus misterios que comunican vida en abundancia (1Cor. 1,18-31)
- La cruz de nuestros hermanos pobres nos interpela y nos llama a conversión.
Somos invitados a pedir el don de la fe. Esta calidad de fe que es la “certeza de las cosas que no se ven”. Esta fe característica de Moisés que permaneció firme como si viera al invisible (Heb. 11,27). Una fe como la de Doña Josefina que pone todo a los pies de la cruz.
El P. Chevrier decía: “El Sacerdote es un hombre crucificado. Cuánto más muerto se está, más vida se tiene, más vida se da”. “El sufrimiento es la marca del verdadero apóstol de Jesucristo” (VD 486; 535). ¿Estamos dispuestos a entrar en esta escuela y dejarnos introducir en la experiencia del calvario y del despojo total? Esta cuestión nos plantea algo crucial. Doña Josefina lo dice de manera sencilla pero existencial: “yo me abandono y pongo todo a los pies de la cruz”. ¿Desde dónde vivimos nuestro ministerio? Se trata de aceptar compartir la debilidad del Cristo crucificado para vivir con él por la fuerza de Dios y llegar a decir con San Pablo: “mientras en nosotros actúa la muerte, en ustedes la vida” (2Cor. 4,12)
Nos sentimos llamados a: fijar nuestra mirada en Jesús que fue capaz de obedecer hasta la cruz; a seguir a Jesucristo más de cerca en su camino al calvario. Él es la sabiduría ofrecida por el Padre y somos invitados a aprender a vivir y ser sacerdotes desde Él. El camino del evangelio es un camino de pobreza e identificación progresivas con el Maestro. El camino y disciplina del Estudio del Evangelio, de la Revisión de Vida, de la Vida Fraterna nos va adentrando en el camino de la sabiduría del Evangelio que es la “sabiduría de la cruz”.
Queremos optar por un ministerio en salida hacia los pobres. Aprender de ellos y tocar su sufrimiento dejándonos involucrar en sus necesidades, acompañarlos en sus miedos y temores, ofreciéndoles esperanza; sintiéndonos aludidos por el imperativo que Jesús lanza a sus amigos cuando éstos desearían que “cada uno hiciera como pudiera”, Jesús en cambio propone: “denles ustedes de comer” ( Mc. 6,37). Esta cuarentena nos llama a la conversión, al despojo; a una conversión al misterio de la Cruz del Señor, a contemplar a Jesús presente en las cruces de hoy.
El misterio de la cruz comporta aprender con Jesús a hacer del ministerio inmolación y entrega. Jesús hizo de su vida ofrenda, intercesión en favor de sus hermanos, sacerdocio por la fuerza de una vida ejemplar e indestructible (Heb. 7,16.25.27). Animados por la vida de P. Mario y Doña Josefina nos sentimos llamados a refrendar nuestro seguimiento.
“En el Espíritu de Cristo, Buen Pastor que da la vida por sus ovejas, nos llama a vivir hoy su obediencia filial al Padre, su plegaria de intercesión, su compasión por los pobres y los pecadores, su modo de anunciar la venida del Reino de Dios y de abrir a él sus corazones, su paciencia en la formación de sus apóstoles, sus combates, liberadores contra el espíritu del mundo, los ídolos y la falsa religión.
Esta vida apostólica comporta cargar alegremente y amorosamente cada día con la cruz que proviene de la misión misma, de la solidaridad con nuestros pueblos, de una vida según el Evangelio y de la fidelidad a la Iglesia”. (Constituciones 10).
Un abrazo.
Héctor Xavier Villa
Coordinador del Prado Mexicano.
Armando Armenta
Asistente zona geográfica Sonora
Miguel Domínguez.
Asistente zona geográfica Centro-Occidente
José Carmen González
Asistente zona geográfica Central
Manuel Zubillaga
Responsable de Formación