SUBSIDIO PARA LA HOMILÍA DEL DOMINGO DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR
“Vimos su estrella en Oriente”
Domingo 3 de enero 2021
(Mateo 2, 2)
Lecturas bíblicas: Is 60, 1-6; Salmo 71; Ef 3, 2-3.5-6; Mt 2, 1-12.
Evangelio de Jesucristo según san Mateo
Capítulo 2, versículos 1 al 12
“Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: «¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo». Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén. Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías. «En Belén de Judea, –le respondieron–, porque así está escrito por el Profeta: “Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel”». Herodes mandó llamar secretamente a los magos y después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella, los envió a Belén, diciéndoles: «Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje». Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño. Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría, y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones, oro, incienso y mirra. Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino”.
Alegrías y lágrimas
Los “santos inocentes” a quienes celebramos el 28 de diciembre forman parte integral de la narración de la Epifanía que vamos a meditar esta semana. Como todos los inocentes de la historia, son las víctimas del deseo de poder – en este caso, Herodes- que solo piensa en proteger sus propios intereses. Inmediatamente después de la alegría de Navidad, el Evangelio nos invita a no desviar los ojos de la parte trágica de la humanidad. Tomo tiempo para confiar al Señor a todos aquellos que son tratados injustamente en nuestro mundo.
Buscadores de sentido
Tres “magos” se pusieron en marcha después de haber visto cómo se elevaba una estrella brillante. Esto no es banal. Son buscadores de sentido, buscadores de Dios como hay tantos en nuestros días. Juntos emprendieron esta búsqueda sin GPS, sin saber dónde tenían que ir, con las incertidumbres y las dudas que no faltaban. ¿Qué “estrella” me pone en movimiento? ¿Con quién me pongo en marcha? ¿En verdad estoy en marcha?
Ser rey
A esta narración colorida no le faltan reyes: los “reyes” magos como dice la tradición, Herodes y el “rey de los Judíos que acaba de nacer”. Los reyes o aquellos que nos gobiernan son numerosos. Y con frecuencia les gusta sentir su poder. Pero el rey al que encuentran los magos parece de otro tipo: vulnerable, como un bebé. Oro por todos los reyes de nuestra época. Y si yo mismo soy “rey”, pido la gracia de permanecer en servicio.
Agradecer
En el último día de este raro año para nuestro mundo, nuestras familias y nuestra Iglesia, se me invita a posarme algunos instantes. Más allá de las dificultades que no faltaron, puedo tomar conciencia de que Dios siempre estuvo a mi lado, a nuestro lado. Medito y enumero los regalos recibidos de él este año (dones, amistades, gracias) y nombro también todo aquello que fue fuente de desesperanza y de temor. Le presento todo esto ante el pesebre.
María en el pesebre
Después del intercambio inquietante con Herodes, los magos llegan finalmente ante Jesús y su madre a quienes celebramos en este primer día del año. En la alegría, con los magos, contemplo esta pintura: Jesús, María y José, quien no debemos olvidar. Este niño es un Dios hecho hombre y eligió tener una mamá, y esto lo acerca infinitamente a nosotros. Alzo hasta Dios mi alabanza pues decidió salvarme y para ello eligió a una mujer entre nosotros.
Por otro camino
Si a la ida tan solo tenían una estrella para guiarlos, vemos que un ángel se pone en contacto con ellos para el regreso. Y toman otro camino. De hecho, se trata de proteger al niño. Estos hombres han sido transformados para siempre luego de este encuentro. Regresar a su tierra por otro camino es aceptar ser conducido de otra manera por el Señor. Señor, como los magos, concédeme ser transformado y cambiado por mi encuentro contigo y con los demás.
Una buena noticia para todo el mundo
Estos hombres venidos de Oriente dan testimonio de que la venida de Cristo es una buena noticia para todos. Esta noticia no resuena en un mundo sin fallas. El mal, la enfermedad, la desdicha – aquí Herodes y hoy en día la crisis – no son borrados del horizonte sino que son transformados por la venida de ese “príncipe de la Paz”. La paz es una gracia que hay que pedir para uno mismo, para nuestras familias y nuestras comunidades, y se debe recibir como un don en las últimas palabras de nuestra celebración: “Vayan en la paz de Cristo”. Este envío final es una invitación: elegir vivir la paz que el Señor nos concede al centro del mundo. En los tiempos que vienen, dejémonos habitar por esta paz y pidámosla cada día.
Orar al centro del mundo con el Papa Francisco
Para que el Señor nos conceda la gracia de vivir en plena fraternidad con nuestros hermanos y hermanas de otras religiones, orando los unos por los otros, abiertos a todos.
Mientras contemplaba el cielo sobre las terrazas de Roma, san Ignacio experimentó un gran deseo de servir al Señor. ¿Quién no ha mirado en una noche clara un cielo estrellado para identificar las diferentes constelaciones, percibir una estrella brillante y maravillarse por la inmensidad del universo a miles de millones de kilómetros de nosotros? Experiencia fascinante.
Cuando Jesús acababa de nacer, sabios astrólogos identificaron un astro que se elevaba en Oriente. Al ver este cuerpo celeste, se pusieron en marcha para descubrir a qué personaje le influenciaría la vida. Sus pasos los llevaron a Jerusalén, luego a Belén. Se dejaron guiar por esa luz hasta el niño. Experimentaron una alegría inmensa.
En esta fiesta de la Epifanía, dejemos que la luz ilumine nuestros corazones y la alegría nos invada. Con los magos, postrémonos ante el niño del pesebre que se revela al mundo.