SUBSIDIO PARA LA HOMILÍA.
Segundo Domingo de Cuaresma
– Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo –
Domingo 28 de febrero 2021
(Marcos 9, 7)
Lecturas bíblicas: Gn 22, 1-2.9-13.15-18; Salmo 115 (116 B); Rm 8, 31-34; Mc 9, 2-10
“Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos. Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas. Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Pedro dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor. Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: «Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo». De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos. Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué significará «resucitar de entre los muertos».
• Jesús elige tres
Jesús toma consigo a Pedro, Santiago y Juan. Se prepara para compartir su intimidad, quién es él. Reserva esto a unos cuantos y, sin embargo, paradójicamente, esto se nos da a cada uno de nosotros. Pedro, cuya Cátedra celebramos el lunes 22, Santiago y Juan son “barqueros” del evangelio: han transmitido lo que vivieron en lo más profundo de sí mismos. Señor, te doy gracias por las personas que me han permitido conocerte y amarte.
• Solos, apartados
La montaña es, en la Biblia, el lugar del encuentro con Dios. Es el caso de Moisés en la zarza ardiente en el monte Sinaí, y de Elías en la brisa ligera o en el “suave murmullo del silencio” en el monte Horeb. Con frecuencia, el mismo Jesús parte en retiro o a una montaña. En este cara a cara con el Padre reside la fecundidad de su acción. Toda vida, para dar fruto, se nutre así de un corazón a corazón con Dios. Señor, abre mi corazón a tu presencia.
• Jesús transfigurado
Parecen faltar las palabras para describir lo que vivieron los apóstoles. Jesús transfigurado es de una blancura tal que ni siquiera existe. Él es la luz por excelencia y el tiempo parece como suspendido. Además, Jesús no está solo: Moisés y Elías están ahí y conversan con él. La Ley y los profetas encuentran aquí su unidad y su fuente. Señor, concédeme volverme por completo hacia la luz: recibir a Jesús en todas las dimensiones de mi vida.
• Una palabra de alegría
Curioso pasaje: Pedro toma la palabra si saber qué decir. El lector no puede evitar sonreír, pensando que habría sido mejor callar. Sin embargo, lo que dice no es tan tonto: refleja la alegría de estar en su lugar. Esto es “bueno” y el deseo de Pedro es que este encuentro permanezca; que no se acabe. Está a la escucha de esa alegría profunda en él. Señor, gracias por los lugares y las personas con los que es bueno estar. Gracias por esta alegría que se da, aunque sea tan fácil también pasarla de largo.
• Un gran temor
Ante la Transfiguración de Jesús, los discípulos se llenan de un gran temor. No se trata aquí de un temor respetuoso de Dios sino de un verdadero miedo, que remueve mis entrañas, paraliza y deja sin voz. Es un miedo que impulsa al repliegue sobre sí mismo o a la huida. Es lo contrario de la audacia. Se expresa ante aquello que rebasa al ser humano, aquello que a primera vista parece imposible. Señor, enciende en nosotros el fuego de la confianza: esta suave presencia que nos impulsa a actuar con audacia.
• De la nube, una voz
Es la segunda vez que se deja escuchar una voz desde el cielo. En el bautismo, el Espíritu desciende como una paloma y una voz del cielo dice: “Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección”. Aquí, una nube cubre a los discípulos con su sombra y una voz invita a los apóstoles a escuchar al Hijo querido del Padre. Hay a la vez una presencia, que cubre y protege, y una voz que exhorta a escuchar al amor: es ahí que necesitamos permanecer pues se trata de una palabra que nos permite resistir ante la prueba. Señor, abre mis oídos a tu presencia y a tu palabra que me guía y me tranquiliza.
• Cuando hay que descender de la montaña
En la Transfiguración, el don del amor por toda la humanidad se prepara. El árbol de la cruz, donde el amor se da en plenitud, se levanta en el horizonte. Y quizá es ahí donde reside la incomprensión de los discípulos. Hasta después de la pasión, la muerte y la resurrección de Jesús podrán comprender lo que acaba de suceder. Por ahora, descienden de la montaña para reencontrarse con sus seres queridos y su vida cotidiana, sin olvidar por ello el encuentro que acaban de vivir. Señor, en este día en que celebramos la resurrección de Jesús, concede a cada uno un conocimiento más grande de este misterio de Amor; que la Vida que nos das alimente un mayor amor por nuestro prójimo, nuestra Iglesia y nuestro mundo.
Orar al centro del mundo con el Papa Francisco
Por las mujeres víctimas de violencia, a fin de que sean protegidas por la sociedad y que sus sufrimientos sean tomados en cuenta y escuchados.
Qué increíble experiencia viven los discípulos, siguiendo a Jesús sin chistar. Y vemos que se les ordena callar. Siguieron a Jesús sin saber adónde iban, presenciaron algo increíble y se llenaron de temor, lo cual era muy normal. A pesar del temor, escucharon; y oyeron sin comprender en verdad, pero fueron conmovidos en lo más profundo de su intimidad por estas palabras provenientes de la nube.
Y debieron callar. Esto se asemeja a experiencias en las que lo indecible no puede expresarse debido a que, por lo fuerte de la experiencia íntima, las palabras son imposibles o inútiles. Pero nuestro corazón ha sido conmovido en lo más profundo, nuestra manera de ser ha sido cambiada, se hace la esperanza en lo más profundo de nosotros. Vivamos esta esperanza de la resurrección de Cristo que nos invade sin que la comprendamos mucho: no es grave. La esperanza es primero.