SUBSIDIO PARA LA HOMILÍA DEL DOMINGO XXVII ORDINARIO
“Respetarán a mi hijo””
Mateo 21, 37
Lecturas bíblicas: Is 5, 1-7; Salmo 79; Ph 4, 6-9;
Mt 21, 33-43
Evangelio de Jesucristo según san Mateo
Capítulo 21, versículos 33-43
“Escuchen otra parábola: Un hombre poseía una tierra y allí plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero. Cuando llegó el tiempo de la vendimia, envió a sus servidores para percibir los frutos. Pero los viñadores se apoderaron de ellos, y a uno lo golpearon, a otro lo mataron y al tercero lo apedrearon. El propietario volvió a enviar a otros servidores, en mayor número que los primeros, pero los trataron de la misma manera. Finalmente, les envió a su propio hijo, pensando: “Respetarán a mi hijo”. Pero, al verlo, los viñadores se dijeron: “Este es el heredero: vamos a matarlo para quedarnos con su herencia”. Y apoderándose de él, lo arrojaron fuera de la viña y lo mataron. Cuando vuelve el dueño, ¿qué les parece que hará con aquellos viñadores?». Le respondieron: «Acabará con esos miserables y arrendará la viña a otros, que le entregarán el fruto a su debido tiempo». Jesús agregó: «¿No han leído nunca en las Escrituras: “La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: esta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos”? Por eso les digo que el Reino de Dios les será quitado a ustedes, para ser entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos».
• Construyó
Un primer sentido de la parábola: el hombre es Dios, la viña es el pueblo elegido, Israel; los servidores, los profetas; los viñadores son los judíos infieles; el hijo es Jesús por supuesto, y el otro pueblo al que se confiará la viña son los judíos y paganos fieles. Al aceptar estas identificaciones, el comienzo de la parábola podría narrarnos la creación: “plantó una viña, la cercó, cavó un lagar”. “Después la arrendó a unos viñadores”: Dios instala a los hombres y mujeres en su creación. Contemplo el universo, gracias Señor.
• Mensajeros
Durante la semana festejamos a los santos Miguel, Gabriel y Rafael arcángeles, enviados por Dios. Son la imagen de los servidores de la parábola: tienen un mensaje. A través de “sus ángeles” o a través de nuestros hermanos, por los acontecimientos de la vida o por su Palabra, Dios nos ayuda a comprender lo que espera de nosotros y cómo producir el fruto de la viña. Señor, hazme conocer mi papel y mi lugar para dar frutos al mundo, para que no sea como esos viñadores que ignoran las solicitudes de los mensajeros del propietario.
• Se fue
Si el propietario es Dios, puede sorprendernos que se haya ido “al extranjero”. ¿Quién es este Dios que se ausenta? El poeta Holderlin lo dice a su manera: “Dios crea al mundo como el mar crea el continente: retirándose”. Pero ¿por qué? ¿Por qué nos abandona Dios y luego parece sorprenderse ante la infidelidad de los hombres? Podemos entonces recordar que un padre y una madre que nunca dejaran a un hijo le darían muy poca posibilidad de convertirse adulto a su vez y de amar otra cosa que la leche materna. Sí, Señor, tú nos quieres libres. Tu ausencia es una invitación: “¿quieres amarme?” a la inversa de una omnipresencia que no nos dejaría otra opción que convertirnos en tus “animales de compañía”.
• Envía a su hijo
Frente al rechazo de los viñadores, el propietario envía a su hijo, no desespera ante la situación. Frente al pecado de los hombres, Dios envía a Jesús y no lo envía con una delegación ni con un ejército, sino simplemente se dice “respetarán a mi hijo”. Señor, que la venida de Cristo, tan vulnerable como sea, mantenga mi esperanza y me dé valor para hacer todo lo posible para progresar y mejorar el mundo.
• Matan a su hijo
Pero los hombres no perdonan ni siquiera al hijo pues lo lanzan fuera de la viña y lo matan: Jesús debe salir de Jerusalén para ser crucificado en el Gólgota. El día de hoy, miro el pecado del mundo, contemplo mi pecado, recuerdo que tengo parte en la violencia del mundo, algunas veces sin quererlo, simplemente al consumir o al ignorar a los más débiles… Señor, ten piedad.
• Resucitó
Frente a la muerte del hijo, quienes escuchan la parábola imaginan ya el desencadenamiento de la cólera del padre: “acabará con esos miserables”. Pero Jesús continúa con un tono totalmente distinto: “La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular” y sigue con el salmo “admirable a nuestros ojos”. La muerte y la
Resurrección de Jesús vienen a desenredar el mal a través del bien, sin desencadenar cólera, sino todo lo contrario… Señor, ayúdame a maravillarme cada día con este misterio.
• Otro pueblo
En este evangelio, la dinámica del mal es comunitaria: los viñadores hablan “entre sí” para decidir golpear, matar, apedrear… A ellos, Jesús opone un pueblo nuevo. ¿Quién será ese pueblo cuya unidad está fundada no sobre el mal sino sobre la misión compartida en la viña del propietario y en la memoria del bien realizado juntos? ¿Con quién nos unimos para ser ese pueblo? Con todos los cristianos con quienes debemos recordar las maravillas ante nuestros ojos: ¡Cristo resucitó! Con todos los hombres y mujeres de buena voluntad. Señor, haz que nos unamos a nuestros hermanos y hermanas para convertirnos en este pueblo nuevo, llévanos a la dinámica del bien.
Orar al centro del mundo con el Papa Francisco
Para que, en virtud del bautismo los fieles laicos, en particular las mujeres, participen más en las instancias de responsabilidad de la Iglesia.
Dios nos tiene confianza, nos deja administrar su casa. Esta semana, hagamos inventario de todos los bienes que nos son confiados: nuestra vida, nuestros seres queridos, nuestro ambiente, nuestra historia, nuestros talentos, nuestras debilidades, nuestra fe… Cada día de la semana, en un momento de reflexión de nuestro día bajo la mirada de Dios, preguntémonos cómo nos comportamos frente a estos bienes: ¿como buenos administradores o como propietarios? Demos gracias al Señor por lo que se nos ha concedido vivir y pidámosle perdón por nuestros repliegues sobre nosotros mismos, nuestros acaparamientos, nuestros desalientos, etc. Al final de la semana, reunamos nuestros descubrimientos para ofrecerlos al Señor durante la misa dominical. Tomemos también alguna decisión para administrar mejor nuestros bienes y responder más a la confianza que Dios nos tiene.
Otra vez una historia de una viña. Otra vez una historia de un propietario que sale de viaje y que confía sus bienes a los viñadores. Pero nada sucede como lo ha previsto. Por la tentación de una ganancia, los viñadores no quieren entregar los frutos de la viña a los servidores enviados por el dueño. De administradores, se declaran propietarios. Usurpan un lugar que no es el suyo.
Queda una esperanza: el envío del hijo del propietario, heredero de la viña. El dueño se siente resueltamente optimista: “respetarán a mi hijo”. Pero la violencia continúa con la intención de apropiarse de la herencia.
¿Qué aprendemos de esta historia además de que no somos propietarios del Reino y que debemos devolver a Dios lo que le pertenece? Qué rápido metemos la mano sobre las cosas, sobre los seres que nos son confiados. Abramos entonces las manos y recibamos lo que se nos da con respeto.