SUBSIDIO DE PREPARACIÓN A LA HOMILÍA
Domingo III del Tiempo Ordinario Ciclo B
– Inmediatamente, […] lo siguieron –
Domingo 124 de enero 2021
(Marco 1, 18)
Lecturas bíblicas: Jon 3, 1-5.10; Salmo 24 (25); 1Co 7, 29-31; Mc 1, 14-20
Evangelio de Jesucristo según san Marco
Capítulo 1, versículos 14 al 20
“Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: «El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia». Los primeros discípulos:
Mientras iba por la orilla del mar de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que echaban las redes en el agua, porque eran pescadores. Jesús les dijo: «Síganme, y yo los haré pescadores de hombres». Inmediatamente, ellos dejaron sus redes y lo siguieron. Y avanzando un poco, vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban también en su barca arreglando las redes. En seguida los llamó, y con ellos, dejando en la barca a su padre Zebedeo con los jornaleros, lo siguieron”.
• ¿Alto? No; todavía sigue
Paradoja: todo comienza con un arresto. Juan el Bautista es detenido en su camino: aprisionado, y pronto después ejecutado. Su muerte programada podría detener la vida; pero sucede lo contrario: Jesús entra en escena. Parte de su región natal. Toma el relevo. Desde el inicio de la narración evangélica, se nos dice que ningún arresto puede impedir la proclamación del Evangelio. En mi oración, contemplo a Juan preso, a Jesús en camino. Padre, que nada detenga en mí la energía de tu Palabra.
• Proximidad inminente
El evangelista deja oír lo que proclama Jesús. Son sus primeras palabras. Retoma palabra por palabra el mensaje de Juan el Bautista: “El reino de Dios está cerca”. Sin embargo, lo hace precedido por una precisión: “el tiempo se ha cumplido”. La proximidad del Reino es inminente. Todo se cumplirá pronto. Serán las últimas palabras de Jesús en la cruz antes de su muerte. El día de hoy, digo y repito estas primeras palabras de Jesús al caminar, mientras estoy sentado, cuando miro el cielo, al contemplar el suelo… Padre, que venga tu reino.
• ¡Es muy buena!
El anuncio del reino de Dios viene seguido de dos verbos en imperativo: conviértanse y crean. Jesús implica a sus oyentes en aquello que anuncia: no hay Reino sin nosotros; no hay proximidad si estamos ausentes, distraídos, desviados de lo esencial. La conversión se dirige a esto: estar presentes a lo que se anuncia. Y además hace falta creerlo. Es decir, tener confianza en esta Buena Noticia que es el Evangelio. La costumbre, la rutina, cierto automatismo en la oración pueden impedírnoslo: ¿la Noticia? Ya demasiado conocida… ¿Su carácter de buena? Ya olvidado o desmentido por la rudeza de la vida… Padre, hazme sentir el suave y benévolo calor del Evangelio: no hay nada como ello para convertirme.
• Invitación y promesa
Un reino no sin nosotros. Un Evangelio no sin discípulos. Jesús elige no estar solo. Una invitación: ¡vengan! Una promesa: los convertiré en pescadores de hombres. Jesús promete a artesanos pescadores que se convertirán en artesanos del Reino. Sabemos que mantuvo su palabra. Padre, gracias por enviar a tu Hijo, Emmanuel, Dios con nosotros, no Dios con los sabios sino con nosotros, gente sencilla, artesanos de lo cotidiano.
• A seguir…
El doble efecto invitación-promesa es inmediato: Simón y Andrés “lo siguen”. De inmediato. ¿Nos atreveríamos a hablar sin reflexionar? Casi. Cuando el corazón se pone en movimiento y se siente misteriosamente expandido, la razón no puede más que seguir también. Toda la humanidad de Simón y de Andrés se embarca en la aventura: sus competencias de pescadores y navegantes y su complicidad de hermanos. En seguimiento de Jesús, se volverán hermanos de una multitud. Padre, seguir a Jesús no es entrar en una historia escrita con anticipación. Lo que cuenta es lo que sigue. Entonces, concédeme amarlo y seguirlo.
• Doble llamado
¿Dos hermanos solamente? No, dos pares de hermanos. El llamado es doble. ¡Sorprendente! La fraternidad, término último del Evangelio, está presente desde el origen. Hermanos de sangre, los discípulos van a convertirse en hermanos de Espíritu. Provenientes de familias diferentes, se convertirán en miembros de una misma familia, reunidos alrededor de un mismo gran hermano. El día de hoy, oro por aquellos y aquellas que son para mí hermanos y hermanas. Padre, concédeme amar la fraternidad según Jesús.
• Partir siguiéndolo
El evangelio del domingo da el tempo de toda vida cristiana: partir en seguimiento de Jesús. ¿Partir lejos? El Evangelio no lo dice. Por el contrario, se nos narra que Jesús se queda en casa de Pedro por numerosos meses. Seguir a Jesús no hace necesariamente partir muy lejos, sino siempre recibir en nuestra casa a aquel que viene de lejos. Reversión de perspectivas: lo lejano se hace cercano, cotidiano, familiar. ¿Dios familiar? Esto es por lo que se nos invita a una gran conversión. Oír a Jesús llamarnos a partir siguiendo sus pasos no debe darnos miedo. No se trata de abandonar nuestra familia sino de abrirlas al gran espacio del Evangelio que se llama fraternidad. La parroquia es un buen lugar de entrenamiento. Nuestro barrio y la calle también.
Orar al centro del mundo con el Papa Francisco
Para que el Señor nos conceda la gracia de vivir en plena fraternidad con nuestros hermanos y hermanas de otras religiones, orando los unos por los otros, abiertos a todos.
Qué presteza de los discípulos para seguir a Jesús y su llamado: “Inmediatamente, ellos dejaron sus redes y lo siguieron”. Pero Jesús tampoco espera: “En seguida los llamó, y ellos, […] lo siguieron”.
Sin importar cuáles sean nuestras preocupaciones, nuestros imperativos, hay urgencia de convertirnos y de creer en la buena noticia. Es lo que Jesús nos propone con fuerza. Pero nuestra libertad está en juego: ¿digo un verdadero sí o un sí un poco tibio?
Jesús no obliga a Simón y a Andrés, ni a Santiago y Juan: los invita a creer y a convertirse. Seguirlo no es abandonarlo todo y partir lejos, sobre todo en este periodo en el que no podemos quizá desplazarnos como nos gustaría. Seguirlo es decir un verdadero Sí para caminar interiormente y seguirlo en cada instante de nuestros días.
Regresemos siempre a nuestro esencial: un hermoso ejercicio de conversión que hay que renovar varias veces al día.