SUBSIDIO PARA LA HOMILÍA
DEL DOMINGO XXIII ORDINARIO
“Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos”
Mateo 18, 20
Lecturas bíblicas: Ez 33, 7-9; Salmo 94; Rm 13, 8- 10; Mt 18, 15-20
“Si tu hermano peca, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos. Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o republicano. Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo. También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos».
POSIBLES PUNTOS A MEDITAR DURANTE LA SEMANA PARA PREPARAR LA HOMILÍA
• Tu hermano
Este domingo, escucharemos a Jesús enseñar a sus discípulos. Es una enseñanza exigente y delicada. Exigente porque va a hablar del perdón; delicada porque todo lo que concierne a las relaciones humanas cuando se complican es delicado. La enseñanza comienza con: “Si tu hermano…”. Tu hermano, y no tu enemigo o una persona con la que te cruzas por la
calle y que, por ejemplo, te insulta. ¿Y si comenzara por orar respondiendo a la pregunta: “¿quiénes son mis hermanos?”? Sería una bella manera de entrar en la enseñanza de Jesús implicándome en ella”.
• Iniciativas
Lo que sorprende en el caso de la “escuela” presentada por Jesús es la tenacidad de aquel que lo hace todo para “ganar” a su hermano. Va a verlo primero solo, luego con otros y finalmente con toda la asamblea. Cuánta energía desplegada para que aquel que peca, es decir, aquel que rompe el lazo de fraternidad, sea reintegrado a la Iglesia. Revisando bajo la mirada de Dios algunos de mis rencores respecto a tal o cual hermano, hablo al Señor para preguntarle y ver con él las iniciativas que puedo tomar para ganarlo y no perderlo.
• La escucha
En el transcurso de numerosas tentativas, todo se remite a la escucha: “si te escucha, habrás ganado a tu hermano”, dice Jesús. Lo mismo con los dos o tres testigos, lo mismo con la Iglesia: si él no escucha, se habrá perdido. Por supuesto, es necesario hablar de tal manera que podamos ser escuchados. Si gritamos o culpamos al otro, si lo amenazamos… ¿cómo podría escucharnos? Pero si la palabra es justa, amable, en el sentido del término, buscando la reconciliación y no la división, entonces puede oírse. Hermosa ocasión, en mi oración del día, para preguntarme cómo escucho yo lo que los demás me dicen (incluyendo a Jesús en su Palabra); y también el cuidado que pongo al hablar para mantener y restaurar un lazo de fraternidad roto.
• Tierra y cielo unidos
Jesús enfatiza la meta de la discusión y de la escucha para ganar al hermano: lo que sucede en la tierra, como lazo tejido o lazo deshecho, lo será también en el cielo. Es decir, todo el peso de nuestras palabras y de nuestra escucha cuando hay tensión en el aire, una tensión que intenta separar, dividir al seno de una comunidad. El día de hoy medito sobre este poder de la palabra y de la escucha humanas. Tengo cielo en la boca y en los oídos. Lo dejo caer a la tierra.
• Ponerse de acuerdo
Jesús hunde el clavo sobre el poder de la palabra intercambiada entre hermanos. Si logramos ponernos de acuerdo –sabemos por experiencia que esto no es sencillo, salvo si nos contentamos con acuerdos superficiales que desaparecen a la primera dificultad encontrada-, entonces si se logra un acuerdo para pedir cualquier cosa a nuestro Padre que está en los cielos, esto será concedido en la tierra. La tierra y el cielo unidos. Y yo,
¿con quién quiero en los próximos días buscar un acuerdo para pedir algo a Dios, al Padre?
• Presencia real
La presencia real es la de Jesús que está ahí, en medio de nosotros, cuando dos o tres estamos reunidos en su nombre. No limitemos el efecto de estas palabras de Jesús a la reserva eucarística de nuestras iglesias. La presencia real de Jesús se realiza en cualquier parte, en el momento en que dos o tres se reúnen en nombre de Jesús, sea para orar, sea para visitar enfermos, para tratar de “ganar” a un hermano, para descansar… Si puedo ir a orar ante el Santísimo Sacramento, lo hago. Si no, encuentro el día de hoy a otra persona y me reúno con ella en nombre de Jesús.
• Construir la Iglesia
Jesús enseña a sus discípulos cómo se construye la Iglesia: por amor tenaz para ganar a un hermano que se aparta de la fraternidad, por la sencillez de los intercambios para hablar de las cosas que molestan, por la elección de palabras que no buscan herir sino sanar, por la escucha sin interrupción al otro incluso si creemos tener la razón, por el deseo de actuar para favorecer la comunión y no la división, por la toma de conciencia de la fuerza de las palabras y de la paciencia para ponerse de acuerdo. Este domingo, en la misa, la enseñanza de Jesús será tanto para escucharse como para ponerse en práctica. Raras son las comunidades donde no hay un hermano o hermana que se tenga que ganar. Sabemos la importancia de una piedra rechazada que puede volverse la piedra angular. ¡Construyamos!
Durante el confinamiento, quizá hemos experimentado que la presencia del Señor entre nosotros no se limita a la eucaristía, aun si el pan y el vino que fortalecen nuestra fe son un signo tangible de esta presencia.
El Señor también está presente en su Iglesia: su cuerpo hoy en día en este mundo. Él es la cabeza y nosotros somos los miembros. Es por ello que puede decirnos: “Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos”. Su palabra abre nuestra mirada para ver de otra manera a aquellos y aquellas que comparten nuestra fe y para distinguir más allá de lo visible.
Orar al centro del mundo con el Papa Francisco
Para que los recursos del planeta no sean saqueados sino compartidos der manera equitativa y respetuosa.
A fin de que cada uno de nuestros rostros refleje el rostro de Cristo, tenemos que cuidar unos de otros, hasta practicar la corrección fraterna. No dudemos en decir la verdad aun si no es cosa fácil, ni para quien la dice ni para quien la recibe.